"El hijo de Brian Jones", la última novela de Jesús Ferrero
¿Cómo surgió la idea de escribir esta novela?
En este libro tiene una relevancia fundamental el pop rock de Inglaterra y América, cuyas canciones ya empezaban por los títulos y no directamente por la música. Las letras de estas canciones hablaban de una dimensión urbana que conducían a cualquiera que las escuchara a un mundo de mujeres y de sexo en el que la visión de la masculinidad era tan femenina (por ejemplo, mediante el falsete de contratenor que acercaba ambos sexos) que nos emocionaba al igual que la voz de un castrato. Estas canciones han sido fundamentales para definir la forma de escribir del autor.
Brian Jones no es el protagonista de la novela, pero sí es el personaje principal de la primera parte de las cuatro que tiene el libro. Se le define como un hombre excepcional, vinculado a la naturaleza de los genios, que pone en funcionamiento lo que ha aprendido de un modo totalmente novedoso. Fue él quien, de este modo, le dio cromatismo y ductilidad, suavidad y delicadeza a la primera época de The Rolling Stones.
La idea de escribir una novela ubicada en el mundo del pop-rock, que supusiera un enjuiciamiento de ese mundo por el que circularían varias historias de amor heterosexual y homosexual, es bastante lejana. Brian Jones me tenía fascinado desde la primera adolescencia.
¿Podrías ilustrar con algún recuerdo esa fascinación?
Bueno, recuerdo cuando a los trece o catorce años iba al colegio y pasaba frente a una tienda de discos. En el escaparate podía verse una foto de los Rolling Stones en la que Brian Jones destacaba por su aspecto maligno y destruido. Supongo que me fascinaba su destrucción, el haber seguido hasta el final la tentación del abismo, tan propia del romanticismo alemán, y tan propia también de aquella época dorada del pop que concluyó precisamente con la muerte de Brian Jones.
No lo sé, pero sí sé que más tarde empecé a leer cosas sobre él, pensando en una posible novela. Fue estando en Madrid, tras haber pasado largas estancias en París y Barcelona, cuando se concretó la idea de escribir una novela sobre uno de los muchos hijos ilegítimos que tuvo Brian Jones. La idea se concretó todavía más tras una estancia en Nueva York. El descubrimiento de Nueva York, su inmensa vitalidad unida a su relativa decadencia, su inmensa dureza y su inmenso cinismo me cautivaron completamente y de pronto vi los escenarios definitivos de la novela: el Londres de los años sesenta y el Nueva York de los años noventa que tenía ante mis ojos.
¿Resulta emocionante descubrir el escenario de una novela?
Sí, cuando descubro en el mundo real lo que va a ser el escenario de una novela siento emociones muy intensas y empiezo a verlo todo de otra manera.
¿Qué piensas de Alexis, el personaje central?
Alexis es uno de mis personajes más verdaderos. Es realmente un ángel, y todo ángel es terrible, terrible por su bondad, terrible por su humanidad, terrible por su sufrimiento.
Es curioso, uno llega a ver a Alexis muy desde dentro, y a la vez muy desde fuera, en toda su ternura, toda su humanidad y toda su oscuridad.
Bueno, se trataba de eso, de crear un personaje de una pureza bastante radical. Un personaje cristalino.
El lector siente a Alexis en toda su fragilidad de porcelana china, pero también lo ve poseedor de una forma de integridad perdida.
Sí, una forma de integridad romántica.
Sí, eso. ¿Por qué el recurso al romanticismo alemán, tan querido por Alexis?
Porque fue el único romanticismo verdadero, el de la tentación del abismo y no sólo el del amor tierno. Los autores del romanticismo alemán nos suelen gustar mucho a los veinte años, cuando simpatizamos con sus pasiones fundamentales y deseamos el amor en su dimensión más absoluta. Alexis se encuentra en ese momento, además ha sido siempre un exiliado de la vida debido a su enfermedad. Está descubriendo como quien dice el mundo a los veinte años. Son los ojos más limpios que he visto nunca, son los ojos más trasparentes que he sabido crear hasta ahora.
La importancia de los amores triangulares y los duales
En la novela hay una visión bastante irónica de los amores triangulares y los duales. Casi das a entender que un amor triangular puede ser más sólido que un amor entre dos.
Depende de cómo se mire, lo puede ser. Fíjate en la Santísima Trinidad, en las Tres Gracias, en la Sagrada Familia, en las brujas de Macbeth… El triángulo ha dado mucho de sí.
Otra línea de sentido que se va dibujando en la novela es la de la muerte del padre. Se trata de una novela de hijos sin padres o de padres muy fantasmales y muy desactivados.
Si, padres despojados de su poder simbólico, de su papel, padres muertos. Es la época que estamos viviendo ahora. Tras la muerte de Dios, pregonada por Nietzsche, estamos asistiendo a la muerte del padre. Probablemente hasta ahora ignorábamos que una no va sin la otra. Si matas al padre celestial, es lógico que después quieras matar también al terrenal. Nuestra cultura lo está haciendo. Los hijos de ahora se crían con una figura paterna muy desactivada. A mí ya me ocurrió por ser hijo de emigrantes. Me crié casi sin padres, como les ocurre en la novela a Alexis y Julián.
Casi sin padres pero con una figura materna muy poderosa.
Muy poderosa y muy antigua. La matriarca fundamental, la abuela. A mí también me crió parcialmente mi abuela en una casa muy grande, con muchas personas y muchos animales. A mí también me crió el mundo como a Julián. Estoy indicando que me he vertido mucho en todos los personajes, dotándolos de experiencias que podían semejarse a las mías pero en un plano muy diferente, el de la ficción y la novela-novela.Quiero decir que esta novela no está contaminada de elementos autobiográficos y la imaginación discurre libre y plena, si bien, como ocurre siempre, he podido verter en mis personajes toneladas de emociones personales, de sensaciones, de vértigos y estremecimientos que de alguna manera yo sentí antes que ellos.
Cuando la estaba leyendo, pensé que era la historia más preñada de sentimientos que has escrito.
Yo también lo pienso, y a la vez siento cierto estupor. Cuando la estaba escribiendo notaba que estaba dejando mucho espacio a los sentimientos, más que en otras novelas y de forma nada programada, simplemente iba surgiendo así.
La novela es de carácter existencial, con momentos muy gozosos y momentos muy dramáticos, pero a la vez tiene algo de ópera pop.
Cierto, y creo que no podía ser de otra manera. El pop fue un movimiento integral de todas las artes, además de una invención de la clase media, la primera invención estética de la clase media que triunfó de verdad y poseyó todo el cuerpo social, pero sobre todo y ante todo fue un movimiento musical. La música se convirtió en el vehículo de todas nuestras emociones, y creo que fue un momento de esplendor casi renacentista, donde la música era la diosa total, presidiendo todos los aquelarres celestiales e infernales. Era exigible que la novela tuviera cierto aire musical, favorecido por el ambiente de Broadway y las evocaciones del Swinging London.
Las ironías del destino de un Stones
Y finalmente, es también una novela sobre las ironías del destino.
Desde luego. Nuestra vida nunca es ni la que nosotros contamos ni la que nos cuentan. Y lo mismo pasa con la vida de los que nos han hecho. Dicho de otra manera: la vida no es como la imaginamos, y en la novela Julián tendrá tiempo de darse cuenta de ello, cuando descubra la verdadera naturaleza de sus padres y por qué había pasado la vida obsesionándose con la muerte del músico que partió en dos el reino dorado del pop.
Se me olvidaba comentar el juego irónico que hay en la novela sobre las alianzas entre la plebe y la nobleza.
Sí, fue toda una revolución cultural ocurrida en el seno del pop, como cree Marianne Faithfull. Las nenas de la aristocracia ligando con las estrellas del rock… Se trata de un elemento que me interesaba destacar en la narración. El pop fue en realidad un movimiento nivelador y las clases sociales se empezaron a mezclar más que antes. Fue un regreso a la fraternidad báquica de los años veinte, como se explica en la novela. Por eso Alexis es hijo de una muchacha de la aristocracia española y de Brian Jones, que en algún momento de su vida fue lo más parecido a un dios del Olimpo.
Para terminar de verdad, ¿cómo ubicas esta novela dentro de tu obra?
Verás, cuando intento definirla ante mí mismo recuerdo siempre eso que le dice al final Julián a Gloria: «Es como si olieras a un perfume desconocido». Me ocurre lo mismo con El hijo de Brian Jones. Siento que dentro de mi obra es una novela con un perfume desconocido.
¿Porque está preñada de sentimientos?
No lo sé. Quizá se trata simplemente del perfume de Alexis, del olor de su piel, quizá se trata del perfume general de la novela, de su textura física, en la que el cuerpo de la ciudad se mezcla con los personajes formando con ellos un único tejido emocional por encima y por debajo de los rascacielos, sobre todo en esas noches gloriosas de agosto en las que transcurre la parte fundamental de la historia. Todo ello hace que me resulte una novela muy querida, porque antes fue muy deseada, y ya no me importa el tiempo que perdí buscando la idoneidad de los personajes y las características del escenario en el que iban a transcurrir sus vidas.
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