El protagonista de la narración es el hotel, de forma genérica, porque por hoteles viaja el crítico protagonista de la novela, del que desconocemos su nombre, como de casi todos los demás protagonistas; los hoteles son diferentes, pero la vida de esos hoteles es prácticamente la misma, y a su vez cambia casi a diario con el flujo de clientes que entran y salen constantemente de las habitaciones y salones.
"El trabajo que a mí me gustaría es el de ser crítico de hoteles", nos dice Javier Montes y añade "como crítico se pasa uno la vida reinventándose, partiendo siempre de cero. La condición de huésped en ese trabajo es permanente". Es una vida parecida, monótona, pero detrás de cada puerta, según la que abras, un mundo diferente se puede encontrar. Como se encontró el protagonista al abrir una puerta equivocada y ver una escena de una grabación de una película erótica malograda.
Esa casualidad, es la que marca la novela. Huye de unos acontecimientos en que fue espectador casual, por un error burocrático de recepción y el destino nuevamente le devuelve a la misma situación por un estruendo que escuchó desde la habitación contigua. "Lo que ocurre en un hotel puede dar mucho juego", afirma. Las situaciones que ocurren entre las paredes de una habitación pueden ser intercambiables, de hecho así lo son, cambias los protagonistas pero las situaciones se repiten hasta casi el infinito.
En la habitación de al lado intentaban rodar unas secuencias eróticas para la película de una web y el ruido le hace salir al pasillo para ver lo que ha ocurrido. Le invitan a entrar a la habitación, creyéndole policía o detective de hotel y le cuenta "una mujer como las de antes" a qué se dedican. En ese momento la historia da un giro de 180ª grados y se convierte en una persecución, en una búsqueda de esa mujer y de sí mismo.
"En mis novelas me gusta ofrecer trabajo al lector, que se imagine sucesos y personas", explica el novelista. Sus personajes son perfilados, dejando al lector que los rellene y se los imagine a su conveniencia. "Me gusta el juego, la satisfacción que me supone que el lector rellene acontecimientos y personajes, por eso digo que mi novela es anti cinematográfica, porque explota las posibilidades del género literario, justo lo que no hace el cine, entrar en la cabeza de la gente", explica parsimoniosamente, deleitándose en sus palabras y saboreando un cigarro tras otro.
Es un autor bohemio, reside en el Madrid de los Austrias, rodeado de cafés recoletos y de templos de la música underground como el Rincón del Arte Nuevo. En la conversación se me antoja que este Madrid le sienta bien, que es el Madrid de una persona como él, que pretende vivir de la escritura, "los derechos de autor de los libros todavía no me dan para vivir y procuro pagar todas las facturas con colaboraciones en periódicos y revistas como ABC, El País, Letras Libres, Revistas de libros, Revista de Occidente, entre otras y como comisario de exposiciones de arte", señala. Sus estudios de arte le sirven para rellenar su economía pero también para saber la estética y la imagen que más le va. Sabe perfectamente cómo cuidar su imagen y en las fotos cuida muy bien cómo quiere aparecer.
En la conversación no da la impresión de ser una persona indecisa, más bien al contrario, no como sus personajes, que "dilatan lo que quieren que suceda, tienen una posición eterna del cumplimiento del deseo que nunca llega a realizarse, es un anti-clímax permanente", explica. Sus protagonistas se alejan del héroe clásico del siglo XIX, son más del XX, que tienen una conciencia de inconformismo. Kafka sería, en cierta forma, el espejo en que se mira.
La acción de La vida de hotelestá siempre al otro lado de las puertas de las habitaciones, siempre es una espera constante de que algo podría suceder y nunca pasa, "una inminencia sin realizar, una persecución que no finaliza. Me interesa más lo que va pasando y cómo va pasando que la consecución de lo que se persigue", analiza el escritor.
La estética artística está presente en la obra. Cuando sube el protagonista a la azotea del hotel o cuando se aloja en otra que tiene enfrente otro establecimiento hotelero, como si de un espejo se tratase o como si fuese el género de mirar por la ventana que tan bien ha tratado en el cine Alfred Hitchcock. Su novela tiene mucho del gran maestro británico, salvando las distancias, ya que lo que era evidente para el director cinematográfico para Javier Montes es una posibilidad abierta. "Mis obras siempre son abiertas, que el lector participe de ellas", afirma y los finales también.
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Otro personaje crucial en la novela es el compañero de página en el periódico, el crítico gastronómico que se maneja en silla de ruedas, es el histrión de la obra, "el que anuda la acción, el contrincante anti-héroe", explica Montes y es el que da un tono irónico y hasta gracioso a la obra. Es el graciosillo de todo grupo de amigos o de trabajo.
La novela es la búsqueda de una mujer que simboliza una forma de vida, hasta cierto punto peligrosa, pero también atrayente. Es ese camino hacia la resolución, que lleva hasta el final, lo realmente importante, más que el final mismo, ya que es arbitrario. "Es más divertido el camino que la llegada al destino, el mantener la espera, ya que el cumplimiento de un deseo es siempre insatisfactorio", sigue analizando.
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Lo que más le interesa de su obra es "mantener el ritmo interpretativo desde el primer momento, un ritmo introspectivo que siempre vaya ofreciendo una progresión y narrar con convicción", añade y realmente lo consigue porque la novela se hace agobiante, casi hipnótica. Ha buscado un enfoque diferente a lo manido y lo ha conseguido, dejando al lector aturdido por una búsqueda inusual, para lo que utiliza recursos impropios.
La vida de hotel, como la novela, es una vida breve. Nos gusta alojarnos en los hoteles y nos gusta tener expectativas de acontecimientos imprevistos, pero dura poco porque no son eternos, salvo ese huésped que vive en un hotel y es un contrapunto precisamente a esa vida. En la narración ocurre exactamente eso. Javier Montes es un narrador con fuerza, que te atrapa, aún sabiendo quela acción está ocurriendo detrás de cada puerta que vamos dejando cerrada en nuestro paseo por los pasillos de hotel. Le gusta sorprender al lector, como igualmente le va a sorprender con la nueva novela que está escribiendo en donde los mismos objetos hablan. ¡Ay, si Walt Disney levantara la cabeza!
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