Entrevista a Antonio Fornés, autor de “Reiníciate”

Efectivamente, muchas veces somos como un ordenador sobrecargado de órdenes y programas abiertos que simplemente se bloquea. Es por eso que, de vez en cuando, necesitamos reiniciarnos, detenernos para respirar y empezar de nuevo, reencontrarnos con nosotros mismos, con nuestros deseos, aspiraciones, miedos. Prescindiendo del absurdo corsé en el que nos embute el mundo y sus presuntas leyes, y volviendo a la senda de la vida auténtica, una vida que realmente valga la pena ser vivida.

En el subtítulo, un reto: «Si ellos cambiaron su vida, tú también puedes».

No es tanto una apelación al orgullo o amor propio como una llamada a recuperar la esperanza y a comprender que también nosotros somos capaces de enderezar el rumbo de nuestras vidas. En muchas ocasiones tendemos a minusvalorarnos y a pensar que nuestra infelicidad es inevitable, que nuestras dificultades emocionales/vitales, son más fuertes que nosotros, pero no es verdad, somos seres valiosos capaces de muchísimo más de lo que pensamos (el ejemplo del libro sobre Demóstenes es una muestra clara). La clave está en rechazar la resignación, ser capaces de romper con el miedo que nos atenaza y atrevernos a ir en busca de nuestros deseos.

En tiempos de crisis, ¿qué aporta un libro como Reiníciate?

¡Muchísimo! Vivimos inmersos en un infernal ajetreo diario, bloqueados por carencias emocionales que nos torturan, estamos siempre tan cansados que hemos dejado incluso de perseguir la felicidad. Por eso, detenerse, y ayudados por este libro, ser capaces de volver a pensar en nosotros, empezar de nuevo, en plenitud, resulta prioritario. Sólo así seremos capaces de atrevernos a romper con nuestros miedos, buscar el amor, la pasión, la auténtica realización personal. Reiníciate es eso, una llamada de atención, un empujón amable para que reflexionemos sobre la deriva de nuestra vida y volvamos a ser nada menos que seres humanos. ¡No hay nada más digno!

¿Repasamos la lista de gigantes que propones? Dos rusos: uno, Tolstoi, noble con dinero e ideales y el otro, Dostoievski, un genio ludópata…

Ambos son sin duda genios, aunque personalmente me quedo con Dostoievski. Probablemente sea el escritor que mejor ha sabido profundizar en el alma humana, adentrarse por sus recovecos y describir magistralmente su miseria, pero también su inigualable grandeza. No deja de ser lógico, por otra parte, si tenemos en cuenta que fue un hombre que pasó por todo tipo de experiencias vitales, incluido un fusilamiento. Su propia vida es ya una obra literaria. Todos deberíamos leer lo que tiene que decirnos Dostoievski

En cuanto a Tolstoi, elijo su compromiso, su no renunciar nunca a su sueño, su confianza en que siempre hay tiempo, y que un día de auténtica libertad, plenamente vivido, puede redimir toda una vida. Él puso en práctica su más radical decisión ¡cuando pasaba de los 80 años!

Bueno, en realidad los rusos son tres porque Gengis Kan nació en un territorio que hoy pertenece a Rusia… Vale, pero ¡Gengis Kan! ¿Por qué?

¡La verdad es que es un personaje muy distinto a los otros dos! La biografía de Gengis Kan es apasionante, cómo un niño huérfano y convertido en siervo fue capaz de convertirse en señor de uno de los mayores imperios de todos los tiempos. Introduzco el personaje para insistir en la idea de que todos tenemos miedos y que eso es normal, lo patológico es no sentirlo. La cuestión no radica en tener miedo, sino en enfrentarse a él. Gengis Kan fue un guerrero terrible que no tenía piedad con quienes se enfrentaban a él, y que utilizó el miedo como arma psicológica, sin embargo él no estaba exento de aprensiones…, y alguna tan inocente como el ¡miedo a los perros!

Cuatro filósofos: Pascal, Kant, Demóstenes y Voltaire…

Platón afirmó que el mundo debería estar gobernado por filósofos y probablemente tenía razón, pues nadie se pregunta de una forma más radical sobre la realidad que los grandes filósofos, y sin duda, en general son seres que están intelectualmente muy por encima del resto de los mortales. De ahí que cuando reflexionamos sobre nuestra vida es bueno tenerlos cerca, son siempre la mejor de las referencias. Con todo, he intentado destacar que no sólo eran cerebros, sino fundamentalmente personas, y que por tanto también necesitaban reiniciarse. Pensemos por ejemplo que el gran Kant, era incapaz de mirar a todos sus alumnos en sus clases, perdía la concentración, así que optaba por mirar sólo a uno fijamente. Un día en medio de su discurso académico empezó a tartamudear y finalmente tuvo que salir de clase. ¿La razón?: ¡el alumno al que miraba llevaba un botón, de la levita, desabrochado!

Un pintor viajero Gauguin… ¿podría haber sido Stevenson, que también rompió con el mundo civilizado y se fue a buscar a los primitivos?

En cierta forma sí, pero la decisión de Gauguin fue mucho más radical. Pensemos que tenía mujer y tres hijos, y que los dejó para irse a otro continente. Gauguin es una muestra de que debemos tener confianza en nosotros y nuestro talento. Él sabía que bajo su realidad aparente de corredor de comercio existía un pintor de un talento maravilloso y desbordante que sólo necesitaba tiempo y paz para salir a la superficie. Gauguin representa, además, ese sueño que supongo todos hemos tenido alguna vez, el de huir, dejarlo todo, volver a empezar de nuevo…

La sorpresa de la lista: Abelardo y Eloísa…

Sorpresa, ¿por qué? Nada hay más importante en nuestra vida que el amor. Es imposible caminar hacia la felicidad sin amar y sentirse amado. Nada en el hombre tiene mayor dignidad e importancia que nuestra capacidad para amar, para entregarnos libre y desinteresadamente a los demás. Desde esta perspectiva, hablar del amor en Reiníciate resultaba imprescindible, y por encima del mito literario de Romeo y Julieta está la pareja real de Abelardo, el gran profesor de la Universidad de París y su alumna Eloísa. Una historia donde aparecen todos los tipos de amor, el que suma y resta, que mide las consecuencias (el de Abelardo), y el amor total, devotamente entregado (Eloísa), y por encima de todo la idea de que el amor auténtico es capaz de trascender la distancia, las dificultades los desengaños y las decepciones, para imponerse como el motor imprescindible de nuestra vida.

En el episodio dedicado a esta pareja aparece otro gigante del pensamiento, San Agustín. Nos lo cuelas de rondón…

San Agustín es un ejemplo triste. Una muestra palpable de que renunciar a nuestros auténticos deseos produce un daño irreparable en nuestro interior que nos condena al dolor y la tristeza permanente. Probablemente el obispo de Hipona nunca consiguió superar el trauma que le supuso tener que alejarse de la concubina a la que amaba profundamente y que le dio un hijo. Esta separación no sólo le arrastró hacia la infelicidad personal, sino que estoy convencido que tuvo una influencia decisiva en su visión pesimista del hombre y de sus posibilidades. Una visión que, por el peso de su potencia intelectual, ha influido durante siglos en el pensamiento occidental...

Por fin, el padre Kolbe, sacerdote polaco prisionero en Auschwitz…

Kolbe ejemplifica la expresión suprema de amor por los demás, dio su vida en beneficio de la de un compañero, ante este gesto poco hay que decir. Situaciones tan dantescas como las del campo de concentración de Auschwitz nos permiten observar el misterio del hombre, esa emergencia espiritual que hace que sea capaz de la mayor crueldad porque también es capaz de lo más sublime. Los animales son incapaces de esta ductilidad, por eso en nuestra miseria está también nuestra grandeza.

Ni un estadounidense self-made man…

Nada más odioso que el self-made man, el hombre satisfecho de sí mismo y que cree tener las respuestas necesarias. Vivimos en un tiempo en el que se destaca al que habla continuamente, al que afirma y dogmatiza, sin embargo la auténtica sabiduría está en la escucha y la pregunta. El primer paso en el camino de la sabiduría personal es el de reconocer nuestras carencias y colocarnos humildemente bajo la luz de los grandes del pensamiento. Recordemos los diálogos socráticos, un hombre pobre que pregunta con aparente ingenuidad a los poderosos, éstos orgullosamente contestan, pero cuantas más respuestas dan, más muestran que no saben en realidad nada de lo que hablan. En cambio el pobrecito que les pregunta…

Tampoco veo españoles… será porque se nos da mal la informática.

¡Ja, ja, ja! Tampoco lo había pensado, la verdad. Hay muchos españoles que podrían haber salido en este libro. Si tuviese que elegir uno me quedaría con Unamuno, con su empeño porque abandonemos el falso progresismo, de que huyamos del ruido ensordecedor de la técnica y que dediquemos nuestro tiempo a lo más importante que poseemos, nuestra propia vida. No hay tarea más importante que vivir, y hacerlo con plenitud. Lo que no significa estar continuamente ocupados, sino al contrario captar el peso, la profundidad de aquello que hacemos, dedicando nuestros esfuerzos a aquello que realmente deseamos. Probablemente, con todo, tengas razón, ¡seguro que a Unamuno se le daba mal la informática!

¿Has vivido alguno de esos episodios que, escribes, nos arrancan de la rutina?

Todos hemos tenido o tendremos experiencias de este tipo. Lo importante es no hacer como si nada hubiese pasado y afrontar la experiencia. En la mayoría de ocasiones cuando miramos en nuestro interior no nos gusta lo que vemos y la tentación de olvidar el momento y seguir con la rutina de nuestra vida es muy fuerte. Al fin y al cabo, el hombre, aunque sea infeliz, se aferra a la seguridad y las cosas conocidas. Recuerdo que la primera vez que leí la Leyenda del Gran Inquisidor (Dostoievski) estaba desayunando en el aeropuerto mientras esperaba mi vuelo y no pude seguir leyendo. Las diabólicas palabras del viejo inquisidor me sobresaltaron por el fondo de terrible verdad que encerraban. Caminé un rato por la terminal, y sin duda resultó un empujón iluminador en mi vida.

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