Entrevista a Jesús Calzado autor de “El mercenario oretano”
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
Por Alberto Pertejo-Barrena
Hace escasos días una cadena de televisión ha comenzado a emitir la serie Hispania, serie formalmente bien ejecutada, con grandes actores y bonitas localizaciones, pero con un guión más que deficiente: incorrecciones en los nombres de los protagonistas, como Héctor, Elena o Sandro y dando patadas a la historia. Se podrían haber basado en la gran obra de Joao Aguilar Viriato.
Esta serie que es una burda copia de la celebérrima serie Curro Jiménez, con cuatro protagonistas que se enfrentan a un ejército enemigo más numeroso y poderoso. Es del todo punto increíble, un Algarrobo lusitano, un estudiante lusitano, unos protagonistas que se fijan en un formato ya pasado de moda. Afortunadamente, escritores como el castellano manchego Jesús Calzado, se toman la historia en serio y se documentan con rigurosidad. Su novela, El mercenario oretano, es un ejemplo de novela histórica, perfectamente ejecutado, con un argumento original y trepidante, que nos hace coger el gusto a este tipo de escritura y, con una documentación rigurosa y acciones imaginativas, se convierte en lectura obligada para conocer la historia real de Hispania. No malgaste su tiempo en ver series mediocres y utilícelo en leer el libro de Calzado, que realmente merece la pena.
¿Cómo se inspiró para escribir su novela El mercenario oretano? Como a tanta otra gente, siempre me ha gustado la historia. He leído de todo, aunque siempre he sentido predilección por ciertos personajes, como Viriato, Napoleón, César, Aníbal…Sobre éste último leí la novela de Gisbert Haefs, y quedé prendado. Como el gran Haefs también parecía tenerle algo de aversión a los romanos, como yo, me hice con la historia de Roma de Mommsen y luego la de Tito Livio para conocer el conflicto y la mentalidad con mayor rigor historiográfico. Ahí terminé de descubrir la Segunda Guerra Púnica. ¡Menudo conflicto! Nada menos que 17 años de guerra, en el que murieron centenares de miles de soldados y de personas, en el que se arrasaron campos y ciudades de España, Francia, la península Itálica, Sicilia, África y Macedonia, en el que hubo incontables alternativas, y se vivieron numerosas gestas y traiciones, que tuvo como protagonistas a dos de los mejores generales de la historia, Aníbal y Publio Cornelio Escipión. ¡Qué personajes! Yo quería aportar mi granito de arena a ese tema. Y como ya había novelas sobre Aníbal y Escipión, se me ocurrió la idea de ambientar en aquella época la aventura de un misterioso íbero que pululaba en mi cabeza.
¿Qué fuentes ha utilizado para documentarse? La Historia de Roma de Theodor Mommsen, los Libros 21-30 de la Historia de Roma de Tito Livio, de las anotaciones de Polibio, estudios de historiadores contemporáneos (sobre armamento, vestimenta, usos y costumbres de aquellos tiempos), leyendo otras biografías y novelas históricas de los dos primeros siglos antes de Cristo… y de Internet. Mucha gente tiende a menospreciar o desacreditar la información sacada de páginas personales de Internet pero, si se sabe discernir, la red pone a nuestra disposición el trabajo de gente aficionada y dedicada a temas variopintos y que tienen la deferencia y generosidad de publicar sus trabajos. Sin ir más lejos, dos de los tres mapas que hay al principio de la novela me fueron cedidos amablemente por un internauta: Satrapa1, y no me cabe duda de que entiende un montón de las guerras púnicas.
El protagonista, ¿cómo se perfiló en su mente? Partía de una premisa básica: nunca me han gustado los personajes estereotipados ni idealizados que siempre se salen con la suya y que tienen tantas virtudes que no hay quien se lo crea. Yo quería que mi protagonista fuera verosímil, realista, imperfecto, reflexivo, que no fuera héroe ni antihéroe, sino todo lo contrario; con alguna que otra cualidad importante, por supuesto, pero cuyas acciones y decisiones fueran lógicas, aunque no les faltase ingenio. Quise dotarlo de una personalidad que el lector repudiase o celebrase, pero sin que dejara nunca de tener en cuenta sus circunstancias particulares y los acontecimientos que le tocó vivir. De ninguna manera quería que el lector, al terminar la novela, se sintiese engañado por el título de la obra. Dos licencias me permití: lo presenté con la tapadera de intérprete y la nacionalidad oretana. Soy traductor y de Ciudad Real, qué quieren que les diga.
La Segunda Guerra Púnica: ¿Qué valor tiene en nuestra Historia? Ahora que está tan de moda la serie Hispania de Antena 3, para entender a Viriato, a los numantinos, nuestra cultura, nuestro idioma, hay que saber dónde empezó todo. ¿Por qué Viriato tuvo que alzarse contra los romanos? Pues porque, medio siglo antes, éstos arrebataron Hispania a los cartagineses de Aníbal y se quedaron para que no volvieran a hacerse con ella, no porque realmente estuvieran pensando en expandirse. Pero les costó asentarse y dominarlo más que ningún otro de sus territorios. Los precursores de la resistencia hispana —los primeros Viriatos, como Indibil y Mandonio que se dieron cuenta ya de que los romanos no estaban de paso ni habían venido a liberarlos— surgieron en este conflicto y por él se explica que Viriato tuviera que alzarse contra los romanos y no contra los púnicos y que hoy hablemos un dialecto del latín y no uno del fenicio.
¿Escipión es un gran desconocido para el gran público? Para el público general, seguramente que sí. Para cualquier aficionado a la historia, difícilmente. Y menos después de la gran trilogía de Santiago Posteguillo. Y que conste que El mercenario oretano se terminó antes de que ésta se publicase. Yo creo que la leyenda de Escipión brilló menos que la de Aníbal porque sus enemigos políticos, que estaban en su propio bando, lo difuminaron de la historia de la que se alimentaron muchos años los libros de texto.
¿Por qué Aníbal tiene mejor prensa? Porque el personaje de Aníbal es inmenso, siempre ha sido más épico, más subversivo, más universal. Porque su solo nombre aterrorizó a generaciones de romanos y los romanos eran el opresor en otras tierras. Y porque su hazaña de cruzar los Alpes, de invadir y hacerse fuerte en Italia, de estar a nada de destruir Roma, —la conquistadora la tirana—, con un escaso ejército de mercenarios fue una gesta irrepetible. Además, la gente personifica en él la resistencia al poderoso, cuando quizá no sepan que el poder de Cartago era equiparable al de Roma en el momento de estallar la guerra. Escipión y Aníbal fueron grandes generales, estrategas y políticos, pero Aníbal tiene motivo por sí solo para estar en la historia, y Escipión no hubiera sido lo que fue de no haber derrotado a Aníbal.
¿Qué significado tenía Arquímedes para los generales como Aníbal o Escipión? Arquímedes fue otro genio coetáneo de estos dos ilustres personajes, aunque no llegó a conocerlos en persona. A su manera, también fue protagonista de la Segunda Guerra Púnica. Con sus ingenios bélicos mantuvo la defensa de su ciudad, Siracusa, del asedio romano. Tal fue la eficacia de su ciencia aplicada a la guerra que los romanos quedaban aterrorizados cada vez que veían asomar un artilugio por las murallas de Siracusa. De hecho, no pudieron tomar la ciudad por asalto, sino que se tuvieron que valer de la traición de unos mercenarios íberos, que también tienen su papel en el libro.
¿Por qué esa palabra está mal vista? ¿Sería abusivo calificar como mercenario a Adinveles? La palabra mercenario está mal vista hoy, en que parece ser que la devoción a la patria debe bastar para defenderla. Pero en la época clásica y antigua era una forma de ganarse la vida como otra cualquiera. No había un sentimiento de fidelidad a una nación. En todo caso a una ciudad-estado. Adinveles era un mercenario, con todas las letras de la palabra, y los lectores deben tenerlo en cuenta en todo momento. Los mercenarios alquilaban su espada a cambio de un sueldo o de parte del botín. El grueso de los ejércitos cartagineses estaba compuesto por mercenarios: íberos, libios, númidas, galos, itálicos… De ahí el gran mérito de Aníbal. El núcleo de los ejércitos de Roma, las legiones, sí se componía de ciudadanos, pero también se valían de contingentes de aliados y de mercenarios. Pueblos enteros se pasaban de uno a otro bando, desertaban, se ofrecían al enemigo como aliados para mantener su independencia. Los individuos escogían patrón en función de las circunstancias. Y en ambos bandos se veían como algo normal, porque las leyes de la guerra eran las mismas para todos, cuando hacía falta se recurría al oro, no al sentimiento de fidelidad. Por ello, los mercenarios eran tan habituales… y necesarios.
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