Normalmente, tienen tres o cuatro comodines; si te rascas la nariz estás mintiendo y si te tocas la oreja, eres un tipo inseguro. No van más allá. Vale para una cosa y su contraria. Todo muy burdo, básico y ambivalente.
Hace unos días, escena en el despacho oval de la Casa Blanca. Sabes perfectamente a qué me refiero. Movida Zelenski-Trump, que si pactas, que si te mando los misiles, que si tú verás lo que haces. De pronto, en medio del cotarro, el vicepresidente Vance se endereza en el asiento colocándose bien la corbata. Ojo al cristo, dice la “experta” que en el imaginario masculino la corbata representa el órgano sexual, o sea, técnicamente, el pene. Significa actitud agresiva, invasiva, testosterónica. Le faltó decir que la tiene pequeña y con ese gesto intentaba alargarse la corbata y la susodicha (creo que ahora se puede decir “polla”) Advertido estás. Piénsalo antes de menearte la corbata. Lo mosqueante es que los traductores del lenguaje no verbal, nunca interpretan gestos positivos, loables o altruistas. Al contrario, meten el dedo en el ojo a destajo. Y siempre a los mismos. Ya sabes, al facherío patrio. A ver si reparten la jugada. Menudas piezas andan sueltas en el otro lado. De dar miedo, tío.
Puedes comprar los libros de Begoña Ameztoy en: