Desde el propio índice del libro, repleto de capítulos con títulos larguísimos y poéticos, ya sabemos que tenemos entre manos algo singular, asombroso y, por supuesto, fantástico. Si nos atenemos a los hechos, podríamos decir que hablamos de una historia de amor; de un amor que considera necesario que aquellos involucrados sean polos apuestos y que desde cada uno de sus polos sean capaces de encontrar un espacio a medio camino en el que poder amarse. Porque lo importante del amor es tener la fortuna de encontrase entre tanto ruido y distracciones.
Podríamos decir que este es un libro coral a la hora de juzgar quién es el protagonista, puesto que cada figura es una pieza fundamental del engranaje y no podrían coexistir las unas sin las otras. Seguimos las peripecias de una niña aficionada a jugar a la comba, de una mujer muy despistada, un hombre muy sobreprotector y una hormiga rebelde. Sí, una hormiga. Un animalito diminuto que tiene tanta fuerza interior que es capaz de enseñarnos a todos lo importante que es creer en uno mismo, enfrentándose a lo que haga falta, para subsistir sin perder la propia esencia. Ella lo hace con su propia colonia y sus inflexibles normas. Así mismo lo ha hecho la autora a lo largo de su vida, pues su obra está plagada de vivencias propias insertadas en sus diferentes personajes y tratadas con una delicadeza que nos impulsa a través del realismo mágico en una narrativa con ritmo trepidante y sin fisuras.
Encontramos en este vals infinidad de personajes humanizados y tratados con una relevancia poco habitual en los relatos contemporáneos: gatos que ven telenovelas, hormigas rebeldes, y pequeños objetos, como un avión de papel o unas zapatillas, que influyen de forma categórica en la historia. Dice la autora que quería llamar la atención sobre el materialismo que impera en nuestra sociedad a través de estas jugarretas, pero, además, consigue que nos sintamos curiosos y emocionados, como niños, ante escenas cotidianas —que no lo son tanto— y que solemos pasar por alto debido al frenetismo de este siglo.
Para aquellos que gusten del cine, este libro y su forma de ser narrado tiene poderosas analogías con el cine de Wes Anderson; cineasta que gusta de dar voz a las peculiaridades humanas a través de un lenguaje visual que no parece del mundo real. Y así está contado El vals de las hormigas, con un precioso narrador —que podríamos decir que es un personaje más— que reflexiona sobre cada suceso desde el anonimato y que nos enseña la fina línea que separa lo que consideramos normal y aquello que nos resulta extraño. Porque todos, a nuestra manera, somos extraños y peculiares en la intimidad, solo que Ana Valín ha tenido la valentía de dejar caer ese velo para que sus personajes se muevan con libertad entre lo cotidiano y lo extraordinario. Hay quien dice que este libro le recuerda al cine francés de la película Amelie, estamos seguros de que así podrían catalogarlo muchos lectores, aunque en Bookólicos creemos que es un ejercicio de una mente asombrosa que es capaz de discernir el mundo desde perspectivas invisibles para otros.
Es una historia poderosa, sin duda. Es una oda a ser uno mismo y a la valentía que eso requiere. Es un cántico al amor frente a la lucha constante de egos. Es único, precioso y ciertamente muy recomendable.
Si te apetece pasar a formar parte de la familia de esta hechicera de las letras, puedes descubrir a su autora en el siguiente enlace de nuestra web:
https://www.bookolicos.com/descubre/el-vals-de-las-hormigas-