Esta obra, que cierra la trilogía Cerbantes, arranca con la vuelta de Miguel desde Lisboa a Salamanca, donde participa en la academia de la universidad salmantina. La primera parte del libro culmina con la vuelta a Madrid, los amoríos de Miguel con Ana Franca y su marcha a Andalucía. La segunda parte narra las vicisitudes de Miguel como criado del rey en Andalucía y sus encuentros con Antonio Pérez y Ana de Mendoza, mientras escribe sus novelitas. La tercera parte relata el encuentro con Ana de Silva en su visita a Doñana. En la cuarta parte ocurre el crimen de Ezpeleta, mientras Miguel y su familia están en Valladolid. Los últimos años de su vida nos son dados a conocer a través de cartas a Ahmad Ibn Al-Ayyi en Orán, tras la expulsión de los moriscos. En la entrevista, el conocido sociólogo, nos cuenta algunos de los entresijos de esta novela histórica.
El autor juega a mezclar realidad y ficción, como hacía también Don Miguel… Tanto meterse en harina, ¿se le ha pegado esta afición del gran escritor?
Conviene decir que ahora conocemos mucho mejor la capacidad de Miguel para combinar hechos reales con creaciones literarias, y esta era mucho mayor de lo que se venía suponiendo. Javier Escudero ha recuperado la hipótesis —ya casi abandonada— de los “modelos vivos” para los personajes y los hechos que Cervantes llevó a sus obras. Como buen miembro del benemérito cuerpo de archivos, bibliotecas y museos, Javier lo ha hecho escarbando en ellos y descubriendo nombres, lugares, hechos, costumbres y manías de los hidalgos de medio pelo de entonces, y de muchas otras cosas, para situar a los personajes de sus novelas en donde se producían los hechos, y hacer que estos resulten no tan imaginarios como parecía, aunque hoy nos parezcan por completo extravagantes. Quizás a las gentes de entonces todo aquello les resultase mucho más familiar, no tan estrafalario como nos parece ahora.
Y, sí, la afición a este tipo de mezcolanzas me la ha contagiado Miguel. Bien es verdad que yo comencé mi carrera, con don José Antonio Maravall, como historiador de las mentalidades, y la pasión por la precisión histórica y por enmarcar la vida de Miguel en el contexto preciso de la época en que vivía conserva en mí la huella de lo que aprendí con mi maestro.
En esta última obra asistimos al nacimiento de El Quijote, ¿tenía ya ganas el autor de que viera la luz?
Pues sí, porque aquí está el meollo de la cuestión y la razón por la que yo llevaba más de cincuenta años tratando de recrear a mi Cerbantes. Don Carlos García Gual me dijo hace años que solo leería la trilogía cuando estuviera completada, pues lo que a él más le interesaba era el Cervantes creador, y mucho menos el joven Cervantes o el aventurero de las otras dos partes de la trilogía.
Sin embargo, el Cervantes creador solo se explica apelando a las vicisitudes de su biografía anterior, que yo he tratado de reconstruir a partir de lo que él dejó escrito (y de otras fuentes), volviendo la vista atrás, por así decir. Yo he tomado de Miguel la idea de construir una nueva superchería del manuscrito encontrado (como él hizo con los papeles de Cide Hamete) para hacer verosímil que relatase su vida a ese mismo “historiador de la Mancha” (bajo su nombre arábigo de Ahmad Ibh-al-Ayyi), precisamente antes de la expulsión de los moriscos. De esta forma, el Cervantes que relata su autobiografía lo hace cuando esta se encuentra ya muy avanzada, y es él quien vuelve la vista atrás. También el Quijote pensaba que su biografía no podía quedar escrita mientras él siguiera viviendo.
Es evidente que para hacer esta reconstrucción yo me he basado en casi todo lo que sabemos de la vida de Cervantes y de la época en que vivió (tal como yo la interpreto, pues la historia no está escrita en lajas de piedra, sino que depende del historiador que la escribe). Pero en esto yo utilizo la técnica de la inversión de fuentes: las que he utilizado se encuentran en las más de 2500 notas finales que documentan la trilogía, pero, en lugar de considerarlas fuentes primarias, el texto se refiere a ellas como la confirmación o la refutación de lo que dice el manuscrito de Orán, que en mi superchería viene a ser la fuente privilegiada.
Casi 50 años ha tardado Álvaro Espina en este recorrido minucioso que hace por la vida y obras de nuestro más insigne escritor ¿tanto esfuerzo ha merecido la pena? ¿Cómo se siente al acabar la trilogía?
Muchas veces me ha asaltado la duda de si tendría aliento suficiente para completarla. Hacerlo ha sido una de las mayores satisfacciones de mi vida. ¿Cómo no va a merecer la pena culminar algo que nadie ha logrado hacer en los últimos cuatrocientos años? Mi obra solo es comparable a la de don Luis Astrana Marín, pero ni siquiera él se atrevió a novelar lo que investigó y documentó en los siete volúmenes de su Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra. Con mil documentos hasta ahora inéditos y numerosas ilustraciones y grabados de época. Son más de cuatro mil páginas en folio sin las que hoy no podríamos escribir casi nada sobre la vida de Miguel. Yo estoy persuadido de que Astrana habría querido novelar la Vita que había documentado, pero o no le dio tiempo a hacerlo (pues murió al año siguiente de publicar el último volumen), o no se atrevió. Jean Canavaggio se basó en ella, despojándola de muchas ideaciones de Astrana, para darnos una imagen sucinta y preclara de lo que sabemos de cierto sobre él. Y poco más. Faltaba hacer con todo eso, y mucho más, una Vita completa de Cerbantes. Es lo que yo he hecho. Espero que la crítica literaria dé su opinión, que hasta el momento nadie ha hecho.
Ahora que los lectores tienen en sus manos la obra completa, ¿cuáles, según el autor, son los principales valores a los que nunca renunció Cervantes?
Como buen renacentista, Miguel se atuvo siempre a la máxima horaciana de “deleitar, instruyendo”. En buena medida, esa había sido la máxima socrática según la cual el arte no solo debe perseguir la belleza, sino tratar de buscar también la bondad y la verdad. Rechazó la idea de Lope, en su “comedia nueva”, de dar al vulgo lo que le gusta al vulgo, diciéndole vulgaridades en estilo y lengua vulgares. Aunque Lope eso lo supo hacer, casi como Shakespeare, versificando en lengua castellana como nadie lo ha sabido hacer mejor. De ahí su éxito, que bloqueó el acceso a las tablas de todo aquel que no se atuviese a su dictado: Miguel entre otros. Pero eso obligó a Cervantes a buscar una vía con la que llegar al público sin renunciar a todo aquello en lo que creía. Y lo consiguió creando la novela moderna, trayendo el mundo clásico grecolatino a la modernidad, recogiendo también lo más ejemplar de la vida de las gentes de su tiempo, y deleitando a su público lector como nadie lo había hecho hasta entonces.
Asistimos, en la Parte I, al bautismo literario del autor en Salamanca, al encuentro con Luis de Góngora y Lope de Vega, con el Greco, conocerá a su futura esposa… y a las fuentes acerca de las posibles identidades de don Quijote. ¿Entretener, formar y hacer disfrutar al lector son parte de su objetivo?
Es exactamente eso. Sin olvidar la influencia directa de Fray Luis de León en su Academia de Salamanca. Sin su traslación de la poética grecolatina y hebraica al castellano de entonces, nuestra lengua habría quedado incompleta, como señalaron Alberto Blecua y Francisco Rico en la edición canónica de su poesía. Por supuesto, las máximas que orientaron la creación de la obra de Miguel son las que yo he seguido.

"Los mentideros de la corte —entonces como ahora— eran un foco de adulteración de la vida política"
Los mentideros de la corte —entonces como ahora— eran un foco de adulteración de la vida política. Lo que se contó sobre las relaciones adúlteras de la reina Isabel con su hijastro don Carlos (que había sido su prometido, antes de que Felipe II se la arrebatase), no fue más que la cobertura “mediática” que se hizo desde el Alcázar de Madrid de la prisión y ejecución ignominiosa del príncipe heredero, tras mostrar este su apoyo a las pretensiones de sus súbditos flamencos, de quienes era su sucesor natural, cuando el rey decidió aplastarlos enviando contra ellos al duque de Alba. La reina Isabel, junto a sus amigas doña Juana de Austria y doña Ana de Mendoza, fueron las grandes princesas renacentistas de España, a quienes se trató de enterrar cuando Felipe II optó por el absolutismo.
En Esquivias arranca la novela que le daría fama mundial, ¿hasta entonces se estuvo preparando para su gran obra o por la casualidad encontró la trama que estaba buscando?
Miguel empezó inspirándose en el Entremés de los Romances para escribir una burla de Lope, pero no le salió. Luego la trasformó en la Novelita de Alonso Quijano, una novela ejemplar en la que ya el hidalgo remedaba a los caballeros andantes, reconvirtiéndola en una parodia sobre las malhadadas hazañas de los Austrias en Europa. Ahí es donde aparece el Quijote primigenio, adobándolo con las hazañas de Esopo y la idea grecolatina del diálogo grecolatino entre un Apolo (don Quijote) y un Dioniso (aunque en este caso en la figura de un Sileno-Sancho Panza, que tiene mucho de Esopo, el esclavo frigio).
Por cierto, he tratado de reconstruir lo que fue El Quijote primigenio, y pienso publicarlo.
No conozco a nadie, antes del siglo XX, que trate a la mujer con la dignidad que lo hace Miguel de Cervantes
Cervantes presenta a la mujer inteligente, libre, discreta… ¿le considera un adelantado a su tiempo?
Lo es en todos los sentidos. No conozco a nadie, antes del siglo XX, que trate a la mujer con la dignidad que lo hace Miguel. En el cine de nuestro tiempo, solo Almodóvar alcanza parecidos niveles de feminismo. La Historia de Grisóstomo y Marcela es el relato más antipatriarcal que se ha escrito en lengua castellana. Y toda la vida de Miguel es un homenaje a la feminidad (no solo de Dulcinea).
Álvaro Espina entrelaza con maestría historia y literatura. ¿Se puede entender la literatura sin la historia en la que nace, en la que se ve involucrada?
Esto lo dijo mejor que nadie Sergio Ramírez al presentar la segunda parte de la trilogía, diciendo que narra “la historia de la mano de la ficción como hermanas gemelas, o como hermanas siamesas para decirlo mejor, prestándose jugos nutricios entre ambas, compartiendo la voz y el sentido, la respiración y las palabras, devolviéndonos al lenguaje de la época tan arcaico y tan hermoso, con el esmero de un orfebre”
Finaliza la obra con siete cartas de Cervantes y las muchas notas a fuentes y textos en los que se documenta el autor. ¿Las considera imprescindible para que el lector sepa distinguir la ficción de la realidad?
Creo que las fuentes, textos y notas finales son imprescindibles para dar cuenta de mi investigación, aun teniendo en cuenta la inversión de fuentes en que incurre la superchería del manuscrito de Orán. No obstante, el lector puede saltárselas sin perder nada de lo que se relata.
Sobre las siete cartas, es el tributo obligado a reconvertir el proyecto de tetralogía inicial en una trilogía, apelando a la compresión que permite el género epistolar. Pero también es el modo de recuperar la escritura directa de Cervantes al narrar su autobiografía, sin el intermediario morisco. Y escribir al modo de Miguel no es nada fácil. Es lo que más me ha costado hacer.
¿Cree que su trilogía es imprescindible para todo aquel que quiera acercarse a la obra de Cervantes?
No creo que quien se acerque a la vida de Cervantes en el futuro puede prescindir de mi obra, ya para asumirla, ya para criticarla. Es lo que sucede en la historia de la literatura y de la ciencia: la carga de la prueba recae sobre quien escribe después. Quien no siga mi estela deberá dar cuenta de sus razones, y yo estaré a la espera de lo que diga.
¿En qué género literario encuadraría su obra? Puesto que participa de ficción, historia, biografía…
Las dos primeras partes de la trilogía son pura ficción histórica. La tercera es algo más complicado. Yo la calificaría de “Una autobiografía apócrifa cervantina”.
¿Por dónde le gustaría comenzar la ruta literaria de Don Miguel de Cervantes? ¿Qué lugares claves no podemos perdernos?
En esto hay que seguir a Javier Escudero Buendía. Además de los lugares ya conocidos (Alcalá, Esquivias, Valladolid), el sitio al que acudir es aquel al que se llamaba entonces “El Común de la Mancha”, o sea, la Mancha Santiaguesa, centrada en Quintanar de la Orden, en el eje entre Miguel Esteban y El Toboso. Y hay que seguir leyendo a Escudero, cuyas investigaciones archivísticas pueden depararnos nuevos descubrimientos.
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