Dejó la enseñanza y durante ocho años trabajó como pastor de cabras en las montañas del interior de Valencia. En octubre de 2010 renunció a la plaza. La publicación de El irresponsable (2000) suscitó una fuerte polémica por sus planteamientos antiescolares.
- Filosofía y refugio
Leer El espíritu de la fuga de Pedro García Olivo es adentrarse en un terreno inhóspito, como visitar su refugio en Sesga. No es una novela convencional, igual que su refugio no es una casa acogedora. Su narrativa refleja la desolación y el abismo. La historia contiene alusiones al suicidio y la estructura misma del texto desafía la arquitectura de la novela tradicional.
Esta obra se siente más como la creación de un filósofo-poeta, con un espíritu huraño y contradictorio, comparable al de Artaud. No hay capítulos ordenados ni una narrativa que haga la vida más sencilla; lo que encontramos es una covacha literaria, un espacio mínimo que exige del lector un esfuerzo quijotesco para comprender su complejidad.
Nada de casas con arquitectos; su novela es una chabola desvencijada, sin esqueleto y hecha a retazos de desesperación, perdida en Alto Juliana, Sesga.
Una vez llegas a la lectura de su novela está tan llena de telarañas como el techo de su casa: una maraña inmisericorde y negra donde las arañas no permiten que las moscas y otros insectos molestos perturben su paz.
- El Espíritu de la Fuga: libertad y contradicciones
Esta es la obra de un espíritu libre que no busca gustar a nadie, ni siquiera a sí mismo, blanco inmisericorde de las críticas más acerbas que se lanza a través de Figueroa. Pero es a través de su alter ego, Víctor Araya, muy parecido al Pedro García Olivo de la vida real, que se exalta indirectamente con el espíritu romántico de los grandes ególatras.
«Todo lo que he hecho a lo largo de mi vida ha sido perfectamente inútil; no espero otra cosa de mi escritura», afirma Araya. La mirada de Ernesto Figueroa califica su literatura de desierto y vacaciones de la inteligencia y la imaginación. Nadie normal puede acercarse a esta obra y leerla, sentencia.
Porque abundan egos menesterosos, que buscan la aprobación, el aplauso del vulgo, el reconocimiento público con el que paliar su yo famélico y ruin. Sin embargo, Pedro, un ego inquietante, ha destruido el manual de instrucciones de la vida, creando su propia estatua solo para destruirla con morteros, publicando en silencio, consciente de que su obra es inaccesible para la mayoría.
- Novela de desesperanza y antiayuda
La “fuga» es una desmitificación de la vida: no hay lugar para la esperanza, sí para el suicidio.
García Olivo no busca complacer al lector, ni siquiera en los aspectos más básicos de la narrativa convencional.
Encuentro concomitancias con las vanguardias o con las postvanguardias, y sobre todo con el espíritu de Antoni Artaud: es un Artaud ibérico y “sesgueño”, desesperado, desesperanzado o, como mucho, esperanzado de desesperanza, caleidoscopio de desorden pero siempre guiado por la luz de su sensibilidad poética y un desprecio profundo a lo dado.
La obra, al igual que su autor, reniega de las estructuras establecidas. El escritor García Olivo, como Víctor Araya, abandona su puesto de funcionario y se convierte en pastor de cabras en una aldea perdida del Rincón de Ademuz. Este acto de huida refleja su rechazo a la vida conformista. Al igual que El Quijote y La muerte de Iván Ilich, El espíritu de la fuga cuestiona la vida convencional. En su huida, García Olivo rechaza la vida conformista, buscando vivir antes de morir.
- El suicidio como principio vital
Araya, alter ego de García Olivo, busca una libertad inalcanzable, una vida al margen de las convenciones, con el suicidio como su último baluarte. El suicidio es una obsesión constante para Araya, una salida inevitable en sus pensamientos, compartida también por sus personajes, atrapados en vidas frustradas y futuros inalcanzables.
El espíritu de la fuga no solo es un rechazo a la obediencia, sino una reflexión profunda sobre el absurdo de la existencia. En un pasaje notable, García Olivo cita a Deleuze: «Es posible que yo huya, pero a lo largo de toda mi huida busco un arma».
- Nota final
Mi amigo catalán Marco Antonio Gordillo Rojas, catedrático de literatura española, leyó la reseña de El Espíritu de la fuga y compró, a raíz de ello, el libro de García Olivo. Al cabo de un mes, me escribió un email del cual reproduzco estas palabras literales:
«Cómo no agradecerte la lectura de El Espíritu de la fuga, ese juego de espejos de García Olivo en el que literatura y estilo, sensibilidad y sentido, pensamiento y convicción, se unen y, pese a las diferencias de opinión que uno pueda sentir que tiene con el autor, brindan una obra que cautiva y sacude. En la obra veo una calidad literaria de grandes dimensiones, más allá de la ideología e imbricada en ella. Además de ofrecer una antología de textos del mismo autor. Un regalo.
Además la leí en comunicación con Los genios de Jaime Bayly, sobre los dos autores hispanoamericanos cuyas andanzas tenían ciertas asociaciones con los «latinos» de Budapest o las inquietudes sandinistas del narrador y autor (en este libro casi en coincidencia perfecta)».
Puedes comprar el libro en: