Creo que es acertada la definición que se halla en la contraportada cuando se afirma que es una novela costumbrista, no ya por traernos hábitos y formas de vida de la Málaga de principios de siglo XX de un modo realista, así como de los arraigos sociales y actividades como la pesca, como elemento fundamental, con todo lujo de detalles sobre terminología y usos, sino también por el énfasis en lo pintoresco y la realidad cotidiana fundamentalmente del Rincón de la Victoria. Pero al mismo tiempo se fusiona en ella una realidad histórica, por lo que participaría también de este subgénero narrativo, la novela histórica, al relatar la historia que se produjo el día 8 de marzo de 1914 en la localidad del Rincón cuando, tras intentar dar un “pucherazo”, los ciudadanos se rebelan contra los responsables y hay un enfrentamiento con la Guardia Civil que deviene en la muerte de uno de ellos y el encierro en la cárcel de Málaga de ochenta personas y el juicio a trece de ellas, así como el proceso judicial seguido y la condena.
Para ello, como señala su autor hacia el final de la obra en “Agradecimientos”, ha empleado una abundante bibliografía histórica con títulos como Profesiones para la historia, Los sucesos de Benagalbón, La tragedia de Benagalbón, Los reos de Benagalbón…, que le han permitido bucear en este suceso real para trasladarlo con la máxima veracidad histórica en cuanto a las efemérides que relata, hasta el punto de que en algunos de los capítulos, hay fragmentos textuales de periódicos de la época como “El popular”, del que hay referencias en el capítulo quinto entre otros, con su propietario a la cabeza, el diputado Pedro Gómez Chaix y su director José Cintora, y el “Diario Sol” de Madrid, sobre todo en el capítulo undécimo.
La obra está conformada por once capítulos en los que de modo lineal (con alguna interpolación en alguno de ellos) se van contando los acontecimientos desde que se produce la tragedia hasta el juicio final y los intentos reiterados para que amnistiaran totalmente a los condenados.
No obstante, los primeros acontecimientos no pertenecen propiamente a los sucesos históricos sino que pertenecerían a lo que llamaríamos el ámbito costumbrista, de época, cuando el narrador, que sin duda está enamorado de la pesca, sus artes y este mundo, se centra en un bar donde se realiza el sorteo a través de cartas para ver qué barco de jábega elige el lugar del primer caladero de la mañana, mientras llega la noticia del intento de pucherazo y surge un pequeño altercado entre los concurrentes donde uno de los protagonistas, Antonio, se encuentra con su hijo, ante la desesperación de Victoria, la madre que critica su estancia en un bar.
A partir del segundo capítulo conoceremos el procedimiento de pesca de El Veleño, a Maldonado y otros protagonistas como Adolfo… la situación de la votación y el interés por la pesca. Maldonado, el gran protagonista de la obra, y sobre el que pivota la mayor parte de la acción, se niega a contar lo que sucedió a Sebastián pero poco a poco el lector va a ir conociendo los acontecimientos cuando sepamos que el capitán Brotons y el teniente coronel Poncel ordenan su detención y la de un número abundante de ciudadanos, inicialmente 30 y después 80.
Cada uno de los capítulos posee un nombre que define el centro de atención del narrador. Así el capítulo IV, En la cárcel, desarrolla la historia de la detención de Maldonado, sus sensaciones y costumbres de época, siendo crítico con la situación política a través de este personaje que es detenido injustificablemente, sin haber tenido nada que ver con el asunto y solo por estar presente en el momento en que degüellan al guardia civil.
La escena del pucherazo está bastante bien desarrollada y concita la tensión precisa que lleva con soltura el autor. Sabemos que Maldonado lo vio todo pero se niega a contar lo que vio y a señalar al culpable por miedo a las represalias propias y de su familia, y en cierto modo decide inmolarse a pesar del miedo y el perjuicio que causa a su familia. Esta visión y sus sensaciones son desarrolladas con atención por Domínguez Ruiz que se detiene con mucha frecuencia en este personaje tomándolo en cierto modo como símbolo de una injusticia evidente.
Pronto conocemos la intervención del diputado Gómez Chaix, el dueño del periódico El popular, sobre el que son constantes los enaltecimientos y celebraciones del escritor por la labor realizada en estos años al tratar por todos los medios de que la verdad histórica se abriera paso y se descubrieran los culpables.
En capítulo VI titulado “En el cuartel” trata de ofrecer la defensa de Antonio Valderrama a su amigo detenido Maldonado ante el capitán Brotons. Un diálogo de gran interés que manifiesta un preciso desarrollo psicológico de Valderrama y el capitán. También “En la iglesia”, el siguiente capítulo, ofrece una visión de época en torno a las costumbres sobre la comunión de los pequeños y algunas mujeres como Victoria o Esperanza.
Finalmente Maldonado es dejado en libertad y la atención del juez José Moreno Sedeño se centra en Enrique como principal sospechoso. Pero es siempre Maldonado el centro de atención del narrador, sus pensamientos, sus sensaciones, su humildad y sufrimiento y su amor a la pesca.
Los siguientes capítulos, “En la fábrica” y “En el juicio”, permiten adentrarnos en la dura existencia de los personajes de esta época, en su situación, en sus sueños y deseos, en sus pesadillas y la solidaridad de Maldonado en su intención de ayudar a su amigo Antonio a trabajar en la fábrica de cemento, pero también en los acontecimientos que conocemos a través del periódico “El popular”, en el que se publica el escrito de acusaciones del fiscal y las defensas en cursiva.
Los acusados son condenados a pena de muerte aunque se le conmutarán las penas gracias a un indulto. Todo este proceso y las vivencias de los mismos son desarrolladas centrándose en el análisis psicológico de los personajes y creando momentos de intensidad y atención.
En definitiva, una novela que consigue ofrecer una visión de época a través de un episodio muy habitual por aquellos tiempos aunque no con la derivación lúgubre que determinó el conocimiento nacional de Rincón de la Victoria pero que muestra una actitud de afecto hacia personas anónimas, aquellas personas que tanto poblaban las novelas de Baroja o Galdós, y que pretenden ser el centro de su relato: sus vidas, sus sueños, sus miedos y desolación ante la imposibilidad de hacer frente a algo que las sobrepasaba. Al mismo tiempo que un elogio evidente de las artes de la pesca y de ese mundo que tanto sentido ha tenido siempre en estas latitudes.
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