Cada minuto, cada segundo ocurre algo, en algún lugar del mundo, en todos los rincones del universo, en cada ciudad o en cada pueblo, en cada meseta, en cada calle, en todas las casas.
Los datos numéricos y estadísticos nos pueden apabullar, mas lo cierto es que hay infinitos sucesos simultáneamente, y solo nos enteramos de lo magnificente, de las catástrofes, de lo que perturba a la sociedad en general. Esa sería la gran novela. Hechos sucedidos a determinadas personas en un lugar y en un tiempo determinados, dignos de ser narrados. Pero también existen los cuentos, las pequeñas historias, los hechos cotidianos que pasan desapercibidos para la mayoría, mas no para quien los protagoniza.
Estos acontecimientos, aparentemente repetidos y sin importancia, puede ser el miedo que pasa una taxista llevando a un pasajero extraño, el colgante de oro que se encuentra una de las limpiadoras de un hotel, la pareja que hace el amor o no consigue hacerlo, el empleado que pierde su empleo, aunque no haya perdido su tiempo, el encuentro entre alguien que se atrae a simple vista, la muerte de un ser querido… Cuentos. Cuentos de cada día, silenciosos en muchos casos, escoltados por el cansancio, la rutina, la repetición, la pesadumbre, la soledad de una ballena varada, el sueño que no se alcanza, la nebulosa que producen las cenizas del amor, del costumbrismo, de la desolación, de las preguntas sin respuestas y casi sin preguntas.
Todas las casas, todas las personas, todas las murallas o las paredes de papel donde se escucha al vecino, las advertencias recibidas, los consejos que para mí no tengo, la sombra que nos persigue y no sabemos identificar, porque es nuestra propia sombra.
Comienza con esta obra un tríptico en La Cuarta Pared, el Tríptico de la Vida, que en su 40º aniversario propone a tres directoras una pregunta para desarrollar en una obra de teatro: ¿Cómo se aprende a vivir? ¿Cómo afrontamos los fracasos y las alegrías? ¿Qué sucede cuando tenemos que elegir?
En Todas las casas, con dirección de Aldara Molero y dramaturgia de ella misma y Natalia Mariño, nos ofrecen esta visión universal en base a lo más cercano, a lo que tenemos al lado, sometidos, simplemente, al hecho de poder vivir, a celebrar o a lamentar en función de los casos, algunas veces apelando a reacciones imprevisibles, soportando vilezas, aguantando ignorancias, deseando siempre tener una esperanza que, dicen, es lo último que se pierde. Cuando, en realidad, lo último que se pierde es la vida.
Un montaje de calidad, contado a retazos, tal que la vida misma, donde se suceden acontecimientos que se nos pasan desapercibidos, pero que conocemos bien porque los vivimos a diario y están entre nosotros, aunque no nos demos cuenta de ellos.
Pero hay algo noble en nosotros, quizás porque nos influyen los estados de la luna, las estrellas fugaces que no vemos, pero que pasan constantemente, los fenómenos meteorológicos y las leyes de la física.
Había una vez… Era un lugar… Ocurrió que… Cuentos de vida que pasan tras los cristales, que se interpretan en un escenario, para hacernos conscientes de que cada uno de nosotros, tenemos una vida teatral dentro. Todo es cuestión de querer contarla.
FICHA ARTÍSTICA
TODAS LAS CASAS
COMPAÑÍA CUARTA PARED
Dirección: Aldara Molero
Dramaturgia: Aldara Molero y Natalia Mariño
Interpretación: Efraín Rodriguez, Lucía Sánchez, Adriá Olay, Rebeca Hernando y Abraham Arenas
Vestuario y escenografía: Berta Navas
Sonido y audiovisuales: Kevin Dornan
Diseño de iluminación: Nuria Henríquez
Fotografía: La Megías Fotos
Grabación y edición de vídeo: Javier Sánchez-Guerrero
Producción, distribución y comunicación: Cuarta Pared
Espacio: Cuarta Pared