- Creí que no llegábamos nunca, tía. Tanto control, tanta cola, tanto correr y vamos todo el día con la lengua fuera como los canes en verano.
- Mejor nos iría, Puri, si no fuéramos tanto de bureo, pero te empeñas en ir de turisteo en invierno y entre el frío y el jet lag, no hay quién tenga la cabeza bien en una semana. Sin hablar de que los pinreles se nos han puesto como morcillas de tanto pisar asfalto. ¡Vamos! que en una semana no me entran ni en las zapatillas de borrego de estar en casa.
- Pues yo tengo el pestorejo hinchado de tener la vista siempre en las alturas, amén de la mandíbula desencajada de tanto abrir la boca y decir ¡coño!
- Eso si estás abajo, porque cuando subes a las alturas y miras hacia el suelo lo que te sale es ¡la madre que me parió! ¡qué tortazo tiene esto!
- Y qué decir de lo que hemos aprendido sin saber idiomas. Metes una palabra de castellano entre dos de la lengua de Shakespeare y te entiende todo el mundo como, por ejemplo: open the window para que la mosca fly, que es la primera frase que aprenden los latinos.
- O esa tan famosa y aplicable cuando te acercas con hambre a un carrito de hot dogs en Madison Avenue con la 23th para pedir un Shack-cago Dog caliente: ¡when my mother what que buen pan saca!
- Si es que te entienden a la primera porque se esfuerzan, son unos profesionales y el negocio es suyo, no como en el aeropuerto que te chillan como cochinos si no te quitas las deportivas o te sales de la fila. ¡Vivir para ver! Todo lo que está arriba cuidadito e impecable, y lo que depende de Eric Adams, la autoridad municipal, hecho unos zorros porque, tía, ¡cómo está the subway!, o mayormente el metro.
- Como no estés muy atento o seas daltónico y equivoques la red con la yellow, la C, con la N o la Q, te sales de la isla porque, que si unos paran en esta estación, que si otros no… mandangas… ¡la leche que los han dao! Todo para equivocar al personal foráneo y por utilizar las mismas vías. Qué razón tiene la presidenta del foro, ¡tenemos el mejor metro del mundo mundial!
- Pero, tía, deja de sacar las faltas ya. Estás acostumbrada a ver cuatro torres y tanto contraste te desequilibra. Y ¡cuantísimo personal que no para de un lado a otro! Gord@s, flac@s, negr@s, amarill@s, descafeinad@s, leche sola, elegantes, adefesios, anodinos, queriendo destacar… ¡no hay vergüenza en la ciudad que nunca duerme! Ni mojigatos. Cada uno va a su bola y no se mete con nadie.
- ¡Contrastes! ¿qué tiene que ver Williamsburg –el barrio de la comunidad de judíos ortodoxos- en Brooklyn, con Chinatown, en el bajo Manhattan? ¿Y el residencial de Kingsbridge -que me recuerda el nombre a la catedral del Follet-, en el Bronx, con las zonas sur del mismo distrito, aunque por allí, además del rap y del hip hop nacieran gente tan famosa como Jennifer López o Al Pacino? ¿Y Queens, el distrito más grande y cosmopolita, donde además se corre el famoso maratón de la ciudad? Y no sigo, porque cada uno tiene características que lo diferencian de los otros y lo hacen único.
- Tía, eso te pasa aquí con La Moraleja y Entrevías. ¡Cojones con los contrastes! La cuestión es que hay tolerancia porque cada uno va a lo suyo sin fijarse en el de enfrente. ¡Live and let live!
- Eso, para que la mosca fly.
- ¡Cien por cien, tía! ¡Cien por cien!