Primero, al de las invasiones mongolas, las de Atila, en el siglo XII. Ya en el XIX, a la afluencia masiva de mano de obra china en EE.UU., plasmada en novelas como ‘La invasión sin precedentes’ -de Jack London-, o en la saga ‘Fu Manchú’, tal como la concibió Sax Rohmer.
¿Qué tiene que ver todo eso con DeepSeek, el revolucionario chatbot ideado por el nuevo demiurgo computacional chino, Liang Wenfeng, y con el Sputnik ruso de 1957? En plena Guerra Fría y con el lanzamiento de ese satélite, la URSS adelanta a EE.UU. en la batalla por la conquista del espacio. Hoy ha sucedido en el ámbito de la inteligencia artificial con el lanzamiento de este nuevo software en código abierto: China, que va muy por delante de Rusia, derrota a los tres emperadores americanos -Open AI, Meta y Google-, imponiendo a su matriz, Nvidia, una hecatombe valorada en 600.000 millones. La clave, siempre el vil metal: frente a los cientos de miles de millones occidentales, DeepSeek sólo ha costado seis, y en sus versiones avanzadas se ofrece a un precio diez veces menor.
La nueva Guerra Fría como una Guerra de Precios. Y de la invasión física, la del Peligro Amarillo, a la tecnológica, vía IA. Lo más divertido, recordar cómo pintaba Rohmer a su Fu Manchú: “cejas a lo Shakespeare y cara de demonio” -no en vano lo interpretaron Boris Karloff y Christopher Lee-. Pero vayamos a lo medular: “Toda la astucia cruel de la raza oriental concentrada en una única inteligencia gigantesca, con todos los recursos de la ciencia antigua y actual”. ¿Estaba vaticinando Rohmer el futuro impero de la inteligencia artificial china, en su Fu Manchú?
Detrás, el temor al despotismo asiático, trasladado a lo que entrevemos en la opacidad de DeepSeek. Delante, ese miedo al futuro que no tiene nada de nuevo. Allá por el XVIII, un banquero británico, John Martin, justificó sus exitosas inversiones de riesgo en Asia con una frase providencial: “Cuando el mundo se vuelve loco, debemos imitarlo un poco”. Justo en lo que estamos.
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