Con esta premisa, el valenciano Francisco López Porcal, nos sumerge en su nueva novela, Una sonata lluviosa (Sargantana, 2025), en la que nos presenta al profesor y escritor Jacobo Arriaga, que tras un serio percance de salud ocurrido en el instituto donde trabaja, debe guardar reposo en su casa de Villa Palatina y que junto a su esposa Flora y las visitas de su hijo Manuel, deberá iniciar un lento y dificultoso viaje hacia su recuperación. Solo la ilusión de un nuevo encargo de su editorial, su creatividad y el amor de su familia, serán el salvavidas al que agarrarse para poder salir del sopor de la enfermedad y el abatimiento.
Con esa prosa lírica a la que nos tiene acostumbrados, López Porcal nos ofrece una historia intimista y de denuncia, en la que aborda temas actuales y distópicos como son la problemática de los conflictos en la enseñanza, la pérdida de valores, la salud mental, la lenta burocracia administrativa y la política, entre otros. Aunque el verdadero regalo que brinda a los lectores es que Una sonata lluviosa es una metaficción, es decir, una novela dentro de otra novela, con toda la valentía y atractivo que este género literario conlleva.
De este modo, veremos como nuestro protagonista, en su afán de escapar de una realidad que no le gusta, crea un universo paralelo en el que los personajes de la novela que está escribiendo: Harald Klausen, Anouk Lemoine, Tomislaw Novak y el anticuario Jean Bélanger, por citar algunos importantes, se ven envueltos en una aventura donde el arte, la extorsión y el expolio del Tercer Reich desembocarán en, nada más y nada menos, que en un apasionante thriller.
En cada capítulo encontraremos en los diálogos de las distintas voces narrativas, referencias literarias, pictóricas y sobre todo musicales, que muestran, sin duda, el bagaje cultural del autor, relacionando según sea conveniente con las escenas de la trama, sonatas y sinfonías de grandes maestros de la música clásica.
Es destacable el suave y oportuno paso de una novela a otra, valiéndose de pequeños detalles, como pueden ser el sonido de una llamada telefónica que ocurre en ambas historias a la vez, o el golpe de unas ramas de un árbol en una ventana que sobresaltan a Jacobo al despertarse bruscamente, puesto que su mente estaba en su mundo de ficción. Es esa ventana, la del estudio del profesor, la que atraerá su atención y a la que se asomará constantemente intentando ver desde ella su verdadero mundo interior.
Una sonata lluviosa es una novela tremendamente reflexiva en la que empatizaremos con Flora, una mujer que en su papel de cuidadora nos mostrará, sin tapujos, un cansancio y un sufrimiento que la llevarán, en algunos momentos, a la desesperación. A debate siempre la eterna pregunta: ¿quién cuida al cuidador?
Es, además, un grito de socorro a la soledad no elegida. Una soledad, como en la obra que nos ocupa, paliada con ensoñaciones, en las que realidad y ficción solo son separadas por una delgada y traspasable línea, tal vez, es este un recurso utilizado frecuentemente a lo largo de nuestra existencia. Soñar es uno de los caminos más transitados para seguir adelante. Si soñamos es que estamos vivos…
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