EL MUNDO ESTÁ ROTO PERO SE PUEDE CAMINAR

Libros

Por Alberto Morate

sábado 28 de diciembre de 2024, 14:13h

Libros. Palabras, letras. La literatura sin parafernalias que emana del interior de cada persona y llega, y trasciende, y se hace nuestra.

El mundo está roto pero se puede caminar

Es una manera de entender la vida. De verla de distintas formas, que se queda, que sale a las calles, que entronca con nuestras experiencias. Libros que nos ayudan a conocernos, a ser mejores personas, estar en diferentes lugares, a jugar, a imaginar, a sentir, a vivir, en definitiva.

No entiendo cómo no se puede llevar siempre un libro en el bolsillo. Poder abstraerse en un momento de espera o, en la sombra de un instante que no se sabe muy bien qué hacer, en el ahora y en el todavía, en los recuerdos y en lo que soñamos que nos suceda.

Los libros se perciben en nuestro interior. Un libro es un fruto, un imán, una luz, el contenido de un hueco, la rama de un árbol, alimento de un cuerpo etéreo.

Y ahí descubrimos que es verdad que El mundo está roto pero se puede caminar. Gracias a ellos y sus historias y su poesía, y a sus personajes y sus autores.

Una delicada puesta en escena con texto de Harkaitz Cano y dirigido con gran sensibilidad por Fernando Bernués, que ya nos tiene acostumbrados a la elegancia de sus montajes. Interpretado con fragilidad y cariño por Iratxe Uriz, Leire Ruiz Ganuza y Txori García Uriz. Un padre que solo se comunica con su hija a través de aviones de papel. Mensaje que acaban calando en la niña. Y el encanto de una biblioteca, ese bosque de libros donde todo está por descubrir.

Los libros también guardan silencios, también son barcas que van a la deriva, sombras que nos protegen de la potente luz del día.

Ya decía Jorge Luis Borges que "de los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo... Solo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria."

Leer un libro es volver a la vida, no dejarse morir por el tedio y la rutina, salir de lo cotidiano para bailar en la bruma. Con un libro vuelves y vas, regresas y caminas, es la tierra que te sujeta y el viento que te hace volar sin caer al vacío de un abismo sin nadie, un libro es una golondrina.

Aquí se aúnan dos grandes artes de la comunicación: el libro, o la lectura, y el teatro. Por fin nos traen a la escena una obra que habla de la necesidad de leer, de las palabras, de la compañía de las historias. El mundo está roto pero se puede caminar, fue premiada como mejor historia en los Premios de Literatura Infantil y Juvenil en Euskera 2024. Puede que tengamos aún clichés en cuanto a literatura infantil y juvenil, como se puede pensar que este es un montaje escolar. Ninguna de las dos cosas. Tanto su historia es para que la leamos y la escuchemos y la veamos todo tipo de público, así como esta representación que bien pudiera estar programada en sesiones consideradas de adultos. Quitémonos el prejuicio de que lo que está enfocado a público más joven es de menos calidad o envergadura. Aquí de lo que se trata es de que la lectura es necesaria en todas las edades, no la apartemos por mor de lo digital y la inmediatez de las redes sociales. Un buen libro nunca se olvida, así como una buena representación teatral.

Hay libros nubes, blancos, grises, tormentas de granizo y lluvia y libros personas, libros poemas, libros de amor, libros desnudos de historia. Libros que abrasan y queman, pero también que reconfortan, que son hiedra, espejo, voces en la lejanía que te rescatan y te impiden perder la memoria.

Cualquier palabra es un libro, espuma, esperanza, sueño, desazón, jardín, ventana… solo los libros hablan mientras callan, son los que llaman hacia nunca.