El lenguaje de este libro es tan sutil, su capacidad de significación es tan alto que, más que el secreto de lo expresado esté en la cualidad de la elección de las palabras, pareciera estarlo en el ambiente, en la atmósfera sugerente, sentimental y animada emocionalmente con el que los personajes (él, ella) son capaces de imbuir en el lector un vinculo de enamoramiento que, siendo real, no toca obsesivamente lo material sino que parece elevarse como un cielo limpio y expresivo: “Franziska y yo nunca volvimos a hablar de aquel beso ni de mi amor por ella. Pero nuestra relación cambió después de eso, puede que se volviera incluso más estrecha. Yo daba las gracias por estar cerca de ella, y a ella parecía gustrle tenerme cerca” No se necesita más realidad para el amor; y está ahí. El discurso de la narración se desarrolla como una navegación calma, efectiva, donde cada cual, sin renunciar en ningún momento a sí, hace del viaje un camino deseado: antes por lo que ha nacido entre ellos, y después por lo prometedor sin necesidad de materialidades escatológicas absurdamente añadidas. Es una sensación, es como un viaje donde la placidez reside en el propio viaje (Kavafis dixit). “Yo esperaba que me besaras –dice Franziska- pero temía perderte como amigo. Te habrías acostado conmigo y luego me habrías dejado para retomar tus planes. Y luego habrías dejado de hablar conmigo debido a tu mala conciencia. Querrías volver al extranjero, hacer un doctorado, no habría sitio para una relación estable. -Eso no es cierto –digo-. Sabes que no es cierto. -Entonces ¿por qué no me besaste? -¿Me cantas algo?- le pregunté” Si el amor fuese nube, su relación amorosa sería un cielo de nubes prístinas, solas, libres por su independencia sin dejar en ningún momento que el conjunto se disgregase, se alejase. ¡Tantas veces ha dicho la literatura –la buena literatura desde luego- que el amor no existe: no es sino una idea del amor! (Y en otras ocasiones se ha preguntado por su poética: ¿qué encierra más amor, el amor o el desamor?) El lector tiene la sensación de habitar una atmósfera real entre dos personas vinculadas entre sí, y a la vez la de un observador sonriente (sentiente, incluso) donde lo más humano casi no tiene forma, es un deseo, una sensación, una necesidad, un esperado viaje en el que se confía. La sencillez del lenguaje es capaz de llenar de significación el discurso, incluso el ser real de cada cual, si bien el eterno argumento, chico-chica, muestra una cara más del amor; una más, a sabiendas de que las venideras serán al tiempo nuevas, deseadas… y casi reales. Y todo quedará, sí, minuciosamente archivado después en favor de un delicado y pudoroso olvido. “Estábamos tumbados sobre las toallas, uno al lado del otro, y yo sentí surgir de nuevo aquella tensión de hacía unos días en el archivo, sólo que esta vez no nos resistimos a ella”. La traducción, muy cuidada, propicia la lectura. Puedes comprar el libro en:
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