Es decir, siempre, siempre, siempre, nos buscamos algo que hacer. Pero ¿y si no sabemos hacer nada? ¿y si no queremos, realmente, hacer nada? Si, de repente, nos damos cuenta de que estamos a gusto en una soledad propia, pero lo que nos da miedo es una auténtica libertad de la que solo tenemos un concepto abstracto. Nos envuelven las palabras, las historias por capítulos, los dramas con final feliz, las prisiones del alma que oscurecen las relaciones. Pablo Rosal escribe un texto de peso y ligereza para Luis Bermejo. Para don José Luis, un vagabundo del parque con la sabiduría de la vida, pero sin saber nada de ella. Como el mismo Pablo Rosal subtitula, “un capricho escénico para cómico iluminado”. Y es que Luis Bermejo se crece, se asoma al cristal invisible de la ventana del escenario para no ocultar su desnudez y, en cambio, mostrarnos los andrajos de la sociedad costumbrista, de las apariencias, de la búsqueda de sí mismo, de nosotros mismos, siendo protagonista del ‘algo habrá que hacer para que nos tengan en cuenta’. Hoy tengo algo que hacer. Aunque no sepamos bien el motivo, ni conozcamos esa necesidad imperiosa de mantenerse ocupado, la puñetera manía de ser útil. Y todo se va desarrollando como un juego, como un relato contado por entregas, en la acción de un antihéroe que, a pesar de todo, nunca pierde la esperanza ni, y esto es lo más importante, el optimismo. Luis Bermejo no nos asombra con su interpretación cómica y delicada, porque ya nos tiene acostumbrados a ello. A sus gestos, a su dicción, a su voz, a su complicidad con el público y a que le creamos todo lo que dice, por muy disparatado que sea. No es locura quijotesca ni vagabundismo charlotiano, no es indigencia y desolación fantasiosa de los sin techo. Es su escenario, su telón de fondo que es de boca, el parque de hojas de otoño como si fuera primavera, su frac cual pijama, su quesito triangular y su orujo nada indigesto; no es un mendigo ni un desheredado, sino un personaje locuaz y ñampeado, nada revirado, no es un Oliver Twist, ni siquiera un pícaro Lazarillo o Rinconete, es alguien que tiene algo que hacer y no sabe por dónde empezar, cómo hacerlo, en qué condiciones, porque estamos tan habituados a no parar de hacer cosas, que parece que nos remuerde la conciencia si, en realidad, no nos sirve para nada y, en definitiva, tampoco servimos para gran cosa.
FICHA ARTÍSTICAHOY TENGO ALGO QUE HACER Autoría y dirección: Pablo Rosal Intérprete: Luis Bermejo Diseño de escenografía y vestuario: Mónica Boromello Una producción de Teatro del Barrio Espacio: Teatro del Barrio Noticias relacionadas+ 0 comentarios
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