Estamos ante una novela-histórica polémica, ya que se acerca a un tema histórico-religioso, que tantos ríos de tinta ha desbordado, del que no existe ningún dato histórico, ni, aunque sea infinitesimal. Se invocan decenas de razones, sin contrastación historiográfica. Sobre todo, y por todo, porque si esa mujer importante dentro del grupo de las féminas que seguían a Jesucristo, se hubiese casado con Él no se ocultaría el hecho, entre otras razones de mayor o menor enjundia, porque los israelitas estaban bastante a favor del matrimonio, inclusive el gran Simón Pedro tenía mujer y hasta suegra mencionada en los Evangelios. Asimismo, se indica el caso marital de la samaritana. Por consiguiente y en ninguna circunstancia el Hijo Unigénito de Yahwéh-Dios se matrimonió nunca. La autora realiza un análisis de su obra, donde la cualifica, y que le llevó diez años escribir, como teñida de religiosidad y erotismo. Inclusive la profesora Rubio define inteligentemente su obra como: “… de un amor hasta el límite, hipersexual, que se traslada a lo simbólico. Mi novela refleja un erotismo casi místico que no sigue las modas de los movimientos genitalistas ni gimnásticos”. Refiere que se inspiró en Santa Teresa de Jesús. Se han concebido, en la obra, características de María de Magdala, que no figuran en ningún sitio, pero no se puede negar el atractivo de su nombre y significado. Es indudable su rebeldía cuando acude a la tumba de José de Arimatea donde se enterró al Cristo, este mismo hecho demuestra su valentía en contra de las amenazas del Sumo Sacerdote de Israel, José ben Caifás, y del todopoderoso Prefecto del Pretorio, Lucio Poncio Pilato, y por supuesto su emotividad cuando reclama el cuerpo muerto del Señor; pero allí no va sola, ya que está acompañada por otras mujeres, que son María Salomé y María de Cleofás, la primera madre de los apóstoles y hermanos Santiago “el Mayor” y Juan “el Evangelista” y esposa de Zebedeo, y la segunda madre de Simón el Zelote, Judas Tadeo y de Santiago “el Menor, este último el primer obispo de Jerusalén. «Miriam de Betania, Magdalena, es una notable conocedora de los entresijos del poder del siglo primero y una de las figuras principales del origen del cristianismo, considerada la compañera del denominado en su día “Sanador de Galilea” y primer testigo de la vuelta a la vida del hombre que amó. En el centro del grupo de rebeldes utópicos que desean crear una sociedad nueva política y religiosa, durante siglos quedará invisibilizada, denominada “pecadora” cuando no “prostituta arrepentida”, y en los últimos tiempos retenida en la imaginación popular como objeto de consumo, bien con perfil de santa muda o banalmente sexualizada como mujer contemporánea, sin atender a los procesos emocionales y culturales de quien mantiene su compromiso transformador frente a la sociedad de su tiempo. El mundo en el que vive está poblado de cambios y de resoluciones bélicas por parte de los imperios en liza. Pero ella es sensible a la influencia de Roma y de Oriente y tiene que pronunciarse con relación a los problemas políticos de su entorno. En estas circunstancias su monólogo discurre como novela sentimental de amor, muerte y consolación salpicada de evocaciones y diálogos integrados a mitad de camino entre literatura comprometida, paganismo y misticismo. Según Flaubert, “Cuando los dioses ya no existen y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre”. Ante la voz de Miriam de Betania ciertamente entendemos que los dioses todavía seguían dormidos, pero, al parecer, tampoco estuvo el hombre: estuvo su mujer». La autora indica que María de Magdala, en realidad es la hermana de Lázaro y de Marta, que conformaban una importante familia de amigos de Cristo. Aunque, sí es verdad que el papa Gregorio Magno las definió a ambas Marías como la misma persona. En un absurdo, ahistórico y polémico ‘Evangelio Perdido’ se indica que Jesucristo y María Magdalena se casaron y tuvieron dos hijos, Efraín y Manasés, curiosamente con el mismo nombre que los dos hijos de José, el hijo preferido del patriarca Jacob, y hermano de Benjamín, y ambos hijos de Raquel. La novela-histórica, que hoy me ocupa fue presentada en su primera edición en el año de 1998, y se refiere al retiro que realizó María de Magdala para preparar todos los perfumes y aromas, con el que pensaba embalsamar al Hijo de Dios muerto por orden de Roma, y con la instigación de la oligarquía jerosolomitana de los saduceos, y que, según la autora de la obra, es su amado. El libro posee una galería de personajes históricos, que la profesora Fanny Rubio define de forma libérrima, calificando a Cristo como el ‘Sanador de Galilea’. “La amante borrada de El dios dormido sigue siendo una figura iconoclasta y elíptica pendiente sobre materia que arqueólogos, teólogos e investigadores han reconstruido desde fuera. Al ser un personaje desesperado que encarna la esperanza comunica página a página el despliegue de la catarsis y la energía amorosa de que es capaz compensando con ello una brutal e injusta pérdida. Cualquier testigo entraría, tras escuchar la frase que resume el final de una existencia que forma parte de la vida de otras, en proceso de duelo acompañado de los síntomas que los aproximó: dolencias múltiples, cefaleas, caídas de ánimo, patologías nuevas, etcétera. Dada la realidad que la esperaba, también a mi protagonista le cupo en suerte actuar cuando los apabullados y ocultos compañeros del entorno que compartieron se quitaron de en medio hasta reacciones posteriores. A pesar de todas las dificultades sobrevenidas Miriam de Magdala sigue dando una lección de vida con tal fuerza narrativa que la literatura está llamada a seguir desvelando con verosimilitud cada uno de sus pasos”. No se puede negar la originalidad de la narrativa, que desvela en tres jornadas, lo que ocurrió en aquella terrorífica semana en la Jerusalén del siglo I d.C. La acción taumatúrgica de Cristo es una de sus vivencias. Entre los hebreos del momento de Cristo, se mantenía viva la memoria histórica bíblica sobre los milagros realizados por Moisés, el gran liberador de Israel del cautiverio en Egipto. Está claro que esta novela, historiográfica, forma parte del riesgo literario de la autora, y por ello no deseo rebelar nada sobre la tesis de esta obra; es preciso leerla para tener una concepción prístina, sobre esa relación, que ha estado siempre en la evolución enigmática de como aquella mujer es la primera que descubre al Dios hecho Hombre resucitado, y porque Él le indica que antes de nada debe ir ante Yahwé-Dios, y luego se encontrará con todos sus seguidores en la Galilea. Elisabetta Vaccaro escribe: “Ofrece una reproducción intensa y precisa incluso del más mínimo detalle, olfativo, gustativo, auditivo y visual”. ¡Interes! «Ut placeat Deo et hominibus. ET. Auditur et altera pars». Puedes comprar el libro en:
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