Lo que no te cuentan es que esto va a toda leche. Fíjate que yo aún no he cambiado mi armario de verano y las luces de navidá ya están colgando en la City. Tampoco me hagas mucho caso, no me fío ni de lo que ven mis ojos. Pero luces colgando, haberlas, haylas. No me imagino cómo estará Vigo. Living Las Vegas. Pobres vigueses, menuda putada tener un alcalde setentón marchoso. Los vascos somos más austeros.
Parece que el poder municipal está vinculado al hedonismo epicúreo de sus administrados. Cualquier alcalde piensa que su prioridad es llevar alborozo y diversión a nuestras vidas. Tienen razón. Es mucho más gratificante iluminar la ciudad y colocar una noria enorme o una gigantesca bola de luz frente a la bahía, que ordenar el tráfico o arreglar socavones y baches en barrios alejados del centro. Además, los alcaldes saben que al final te lo montas y a los baches hasta les coges cariño, forman parte de tu paisaje cotidiano, hogareño y familiar. Lo que pasa es que te quejas de vicio y no tienes espíritu navideño. Como Enrique Iglesias, otro desaprensivo. Ya le ha dicho a mami Preysler que este año no va cenar en Nochebuena en su casoplón de Puerta de Hierro, porque no soporta al marido de Tamara. Pobre Iñigo Onieva. Lo que tiene que aguantar. Con lo bien que se está portando ahora (bueno, de momento).
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