La surcoreana Han Kang (Gwangju, 1970) acaba de ser galardonada con el Nobel de Literatura. Esta exprofesora de escritura creativa del Instituto de la Artes de Seúl en la actualidad se dedica por completo a la escritura. Con La vegetariana logra el Premio Booker Internacional 2016. Otras obras suyas son: La clase de griego (Random House, 2023); Actos humanos (premio Malaparte en Italia en 2017); Blanco (finalista del Premio Booker Internacional 2018), e Imposible decir adiós (Random House, 2024; Premio Medicis Extranjero 2023). Han Kang ha conseguido otros premios importantes como el Yi Sang, Artista Joven del Año, o el de Novela Coreana.
Dividida en tres partes («La vegetariana», «La mancha mongólica» y «Los árboles en llamas»), La vegetariana completa el retrato de Yeonghye Kim, «una mujer casada sin ningún atractivo especial ni ningún defecto en particular» que decide seguir una radical dieta vegetariana. En cada parte un narrador diferente informa sobre su relación con Yeonghye: su marido, directivo de una empresa (desde la primera persona); luego un cuñado artista visual, y en la última parte su hermana Inhye, dueña de una tienda de cosméticos (cuñado y hermana relatan en tercera persona). Como en una carrera de relevos, pasándose el testigo desde su propia –y complicadísima– convivencia con Yeonghye, los tres aportan datos esenciales para rescatar de la desintegración esquizofrénica una personalidad condenada al más completo olvido. Concretada en un vegetarianismo que no da tregua en el ámbito doméstico ni en el social, la rebeldía de Yeonghye es expresión de unas heridas que llegan de muy lejos y revelan el otro lado de la vida. La desolada crónica del esposo y los sueños de ella se combinan en la primera parte; convertida en pesadilla, la existencia de Yeonghye nos llega desde las voces de una locura que se desarrolla en progresión durante las restantes partes de La vegetariana. El sufrimiento existencial de ser persona en el mundo (lo que los griegos llamaban Pathos) es llevado por Han Kang a un extremo trágico. Frente a la aflicción de su criatura ficticia los lectores quedamos descolocados recibiendo, de paso, un aviso serio sobre la índole del mundo y sus formas de subsistirlo. Yeonghye, durante su elegido proceso de disgregación, busca la no existencia del yo o sujeto individual en un recorrido vital que pretende culminar convirtiéndose en árbol. La novela existencialista que es La vegetariana atrapa lo vivencial en sus situaciones mismas, en su circunstancia, mostrándonos la angustia, el combate y la liberación de una mujer común con un trabajo normal que, de repente, decide dar un sentido a su vida. Mediante un acto de reafirmación frente al sinsentido (el absurdo camusiano) Yeonghye se enfrenta cara a cara con la realidad, con el desconcertante devenir de las cosas… Pero su vida, por desgracia, no es algo que pueda transfundirse como si de una bolsa de plasma sanguíneo se tratara. Ante la ambigüedad profunda del sentido de la vida, cada uno, en el fondo –y ella no es excepción– queda a su deriva, radicalmente libre pero muy solo. Cuando una novelista no elige sus temas, sino, más bien, es elegida por estos, la conclusión sería que la escritora no es libre. En efecto, no lo es, pero en el mismo sentido en que ninguna mujer es libre de elegir sus sueños o sus pesadillas siendo arrastrada inclementemente por ellas. En esta obra amarrada sobre lo onírico, lo enunciativo y lo poético se articulan eficazmente para un logro existencial y estético inolvidable. El talento de la autora surcoreana se muestra aquí incapaz de resolver las fricciones y las intolerancias de su protagonista sin voz. Agarrada con firmeza a Yeonghye no pretende domeñarla, sino cabalgar en su compañía hasta el final de un trágico y violento viaje. Un viaje contado por las tres voces narrativas encargadas de hacerlo. En «La vegetariana» Yeonghye adelgaza hasta un lastimoso extremo. Casi no duerme, y, aunque siempre ha tenido carácter taciturno, pierde el habla hasta un punto en el que la comunicación resulta casi imposible. Empezando por su marido, toda la familia se preocupa. En una comida organizada por sus padres en el apartamento al que se han mudado, el padre da una bofetada a Yeonghye y luego le mete a la fuerza un trozo de carne en la boca. Ella lo escupe lanzando un grito bestial y con un cuchillo se corta las venas. Durante la segunda parte, «La mancha mongólica», tras salir del primer hospital psiquiátrico, un desaprensivo cuñado graba a Yeonghye en una cinta de vídeo mientras hacen el amor después de haberse pintado el cuerpo con flores de todos los colores. Y en «Los árboles en llamas» la hermana, Inhye (casada con el artista abusador), es avisada, ahora desde un psiquiátrico en plena naturaleza, de cómo Yeonghye desapareció en el bosque. Hallada de milagro la enferma empeora. Dentro de una esquizofrenia que rechaza ya del todo la comida y a la que los medicamentos no producen efecto, si no se toma rápido remedio la ayunante Yeonghye deberá ir a un hospital corriente para ser atendida en su agonía… Hacía tiempo que no leía un libro que golpee con la violencia de este de Han Kang. Para aquellos que pensamos que la novela no debe ser un mero regodeo de pasatiempo en trenes y playas, sino la posibilidad de enfrentarse –sin filtros que atenúen el impacto– a los problemas inmediatos, la aparición de La vegetariana y el nombre de su autora, entre montañas de banal y pretenciosa basura, ofrece un alivio de considerable tamaño. Decía Ricardo Piglia que toda literatura que se precie de tal debe tener, y de manera no del todo inconsciente, forma de sueño. Y La vegetariana asume la condición de «novela de pesadilla» desde su página inicial. Emparentándose con obras de indagación existencial tipo El túnel, El extranjero, La metamorfosis, La señora Dalloway o La montaña mágica, Han Kang, con la que para mí es la más trascendente novela de un 2024 al que ya toca dar carpetazo, juega en esa selectísima liga de autores inmortales: la de Sábato, Camus, Kafka, Woolf o Mann. No se pierdan La vegetariana. Puedes comprar el libro en:
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