La idea de esta nueva colección nos la explica con toda claridad su promotor. Una colección que se sustenta sobre una pintura de Juan Romero y algún destello de la infancia, en este caso, el de una frase hecha que enfatiza la idea de temporizar manuscritos que se reciben y que escapan a los criterios propios y libres de edición. Una suerte de colección que trata de recoger no tanto compromisos como ilusiones en letra impresa, y, de modo especial, una literatura abierta y de calidad. Sin embargo, de las pautas en los tiempos de impresión se ha pasado en un guiño a la inmediata publicación de dos libros, sencillamente excepcionales, como los que hemos mencionado. Acercarse a la obra de Manuel Lozano Leyva es una experiencia tan sorprendente como gratificante. No olvidemos que, en lo profesional, nuestro autor es uno de los físicos nucleares más reconocidos en nuestro país, además de la Cátedra de Física Atómica, Molecular y Nuclear de la Universidad de Sevilla.
Su labor como divulgador y ensayista, así como sus publicaciones como científico son un referente indiscutible, pienso en libros como El cosmos en la palma de la mano (Mondadori, 2005), De Arquímedes a Einstein (Debate, 2005) o El fin de la ciencia (Debolsillo, 2013) entre muchos otros. Recientemente, en 2022, la editorial Renacimiento publicó Urania y Erato, que desde este título mitológico traza un panorama de convergencias entre poesía y ciencia, como bien se indica “mientras los científicos buscan hacernos entender lo que no sabemos, los poetas buscan que nadie entienda lo que todos sabemos”. Por consiguiente, su capacidad para teorizar y crear le permite una escritura original, contundente y necesaria. Su faceta como escritor de novela histórica es sin lugar a dudas, uno de sus pilares. La comarca de los prodigios nos orienta de inmediata con una dedicatoria a su hija donde pide que la fantasía y la alegría no la abandonen. Luego, nos transcribe un breve fragmento de la Fábula de las Batuecas y países imaginarios de Benito Jerónimo Feijoo, donde se nos describe un espacio de difícil acceso y un rasgo temperamental del Duque de Alba, a la postre, personaje de la novela de Manuel Lozano. De esta suerte, la novela histórica fundamentalmente ambientada en el siglo XVIII es una referencia reconocible de nuestro escrito, como lo es, la escritura en serie de aventura, fantasía e historia. Ciertamente, lo triangular posee una forma tan poderosa como versátil, evocando emociones y situaciones en virtud de su orientación.
Esta disposición en tríada, es una herramienta recurrente y meditada, pues nos remite a cierta sincronicidad desde los postulados del pensamiento lacaniano. Recordemos pues el espacio donde lo real, lo imaginario y lo simbólico se registran con fuerza. De hecho, entre prólogo y epílogo, la novela se dispone en cuatro partes. Una primera que titula “Dicha, cerveza y fantasía”; una segunda parte “Amores, negocios y conspiraciones” y, una tercera bajo el manto de “Confesiones, delitos y confusiones”, cerrándose con una cuarta parte envolvente, “A la caza de la reina” que bien podría será el imaginario material, el sustento que reordena todos los elementos narrativos. En lo concerniente a la identificación del eje tiempo-espacio, nos topamos con elementos que nos hacen ver, no ya que el universo puede ser un multiuniverso, sino que pueden confluir a la vez, el conocimiento, reconocimiento o desconocimiento de un territorio dentro de un país. Así sucede con la desconocido zona de las Malduecas que pertenece al reino de Ana IV de Darmavia. Un relato de militares, terroristas, personajes anudados a la propia trama narrativa, sanadoras milagrosas, monstruos y hadas, fabricantes de estrellas, ausencias de autoridades a excepción de la admiración por un impecable personaje, La Baronesa, igualdad entre mujeres y hombres, invenciones pioneras, pasiones, deseos, amores, por supuesto “la imaginación popular hasta los dominios de la fantasía y de los sueños de un mundo distinto y sin duda mejor, y, para dar fe de todo ello, una redacción donde se publica el periódico La verdad. Siendo verdad que el pensamiento del orden simbólico implica siempre una base y sustento en lo real, la lectura de La comarca de los prodigios, parece invertir la situación y proponer justamente la antítesis. Reconsiderando pues, las aportaciones de Lacan, como lector adentrado en los “embelecos en el reino de Darmavia”, también quisiera destacar lo simbólico como poder y principio organizador de una literatura realmente sobresaliente que, por si fuera poco, viene reforzada por las extraordinarias imágenes de Michel Moro que nos brinda la historia gráfica de La comarca de los prodigios con ilustraciones potentes, expresivas y cuya suma de elementos nos brinda una verdadera joya bibliográfica en esta nueva colección.
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