Un nuevo libro de mucha calidad historiográfica, que enriquece el catálogo de Historia. Deseo comenzar con un texto de un teólogo creador, dogmático y autoritario, de la Iglesia reformada de Escocia, se trata de John Knox (ca. 1514-1572), quien calvinista eximio demostró un odio terrorífico hacia su reina María I Estuardo, pidiendo su muerte cuando fue aprisionada por la reina Isabel I de Inglaterra. El texto espanta y define la opinión de este predicador sobre las mujeres. “EL PRIMER TOQUE DE LA TROMPETA CONTRA EL MONSTRUOSO GOBIERNO DE LAS MUJERES. 1558. Ascender a una mujer para que ejerza el poder, la superioridad, el dominio o el gobierno de cualquier reino, nación o ciudad es repugnante por naturaleza, una afrenta a Dios, un hecho contrario a su expresada voluntad y su ordenanza reconocida y, en última instancia, es la subversión del buen orden y de toda equidad y justicia”. Como contraposición expongo un texto, ad contrarium, de una mujer, bastante enemiga de las Españas, pero muy estimada entre los ingleses. “REINA ISABEL I DE INGLATERRA. 1588. Sé que poseo el cuerpo de una mujer débil y frágil, pero tengo el corazón y las tripas de un rey, y también de un rey de Inglaterra”. El libro realiza unas biografías, lo suficientemente amplias como para tener conceptos claros de estas cuatro mujeres. Desde Isabel, hija del Rey Felipe IV “el Hermoso” de Francia, el gran exterminador de los templarios, y casada con el rey Eduardo II de Inglaterra. Pasando por Margarita matrimoniada con Enrique VI de Inglaterra. Y por las dos mujeres que considero más paradigmáticas, desde mi interés de medievalista, y que son: la gran Reina Leonor de Aquitania de Inglaterra, y su suegra la Reina-Emperatriz Matilde de Alemania e Inglaterra, quien será tan importante en la familia Plantagenet que una de sus nietas llevaría su nombre. El 1 de diciembre de 1135 está muriendo un rey de Inglaterra, que se llama Enrique I. Era un personaje de baja estatura, fornido, autoritario; era conocido por su agilidad mental, su carisma y su criterio. Una noche tuvo, probablemente, una indigestión o gastroenteritis por una copiosa y sazonada cena de lampreas; el soberano era el tercer monarca de la dinastía normanda, que había llegado a Inglaterra con el duque de Normandía, Guillermo el Conquistador o el Bastardo. Este soberano hablaba en un francés normando, ya que siempre se le resistió el inglés, ahora su más íntima preocupación es la de saber, de forma fehaciente, quien debería ser su sucesor. El Conquistador se había convertido en duque de Normandía, siendo un niño de siete años, y siguiendo la costumbre de los normandos, él habría decidido, en su devenir vivencial, quien iba a ser su heredero, y lo sería su primogénito (Roberto), a quien los contemporáneos definieron como Curthose/piernas cortas o Gambaron/piernas gordas, siempre definido por su corta estatura. No obstante, en Inglaterra los magnates preferían al segundogénito, que era también el favorito del padre. Cuando su padre está ya moribundo, los nobles lo envían a uña de caballo a Westminster, donde este Guillermo “el Rojo” será coronado transcurridas dos semanas después de la muerte de su progenitor. Tras la guerra civil consiguiente, el hermano menor fue el vencedor, y en 1096 Roberto abdicó de todos sus derechos, entregando el ducado de Normandía, y sus derechos al trono inglés, recibiendo diez mil marcos de plata, los cuales le sirvieron para financiar su ida hacia las cruzadas. Cuando muera el Rey Guillermo “el Rojo”, el 2 de agosto del año 1100, a causa de una saeta que, por error, se le clavó en el corazón, cuando estaba cazando en el New Forest. El tercer hermano, Enrique, cabalgó a galope tendido hasta Winchester, donde substrajo el tesoro regio, y con el pecunio a su disposición consiguió convencer a los magnates de que le eligiesen como soberano de Inglaterra. Desde Londres se dirigió hasta Westminster donde el 5 de agosto fue coronado rey. Cuando Roberto regresó de Tierra Santa, ya había transcurrido un mes, y no estaba en condiciones de poder debilitar y derrotar a su valeroso hermano. Quien fue vencido sería Roberto, que pasó los últimos treinta años de vida en el castillo de Cardiff, donde disfrutaría de una muy cómoda prisión, allí escribiría poesías y aprendería a hablar en la lengua de Gales. El nuevo soberano llegó a la convicción de que era preciso legitimar su estirpe, para que no volviese a ocurrir lo que había ocurrido con sus dos hermanos mayores. «Cuatro grandes mujeres que reinaron en un mundo de hombres. La obsesión de Enrique VIII por concebir un varón es uno de los episodios más cruciales de la historia medieval. Para conseguirlo, se divorció de Catalina de Aragón, mató a Ana Bolena y rompió toda relación con la Iglesia católica. En 1553, mientras Eduardo VI, el único heredero varón de Enrique, agonizaba, Inglaterra estaba a punto de vivir el ‘antinatural’ reinado de una mujer, el de su hermana: María Tudor, nieta de los Reyes Católicos. Pero el gobierno de las mujeres en ese país tenía un pasado. Cuatrocientos años antes de la muerte de Eduardo, Matilde, hija de Enrique I y nieta de Guillermo el Conquistador, estuvo muy cerca de asegurarse la corona. Entre los siglos XII y XV, ella y otras tres mujeres -Leonor de Aquitania, Isabel de Francia (hija de Felipe IV de Francia y Juana I de Navarra) y Margarita de Anjou- desafiaron la estructura social de la Edad Media y lucharon abiertamente por el poder. En este libro, Helen Castor, célebre historiadora británica y miembro de la Real Sociedad de Literatura, nos guía a través de las vidas de estas extraordinarias mujeres y muestra, con una prosa elegante y dinámica, cómo abrieron el camino para que otras mujeres reinaron en un mundo dominado por hombres». En 1125, el rey Enrique I ya no confiaba en la posibilidad de tener un hijo varón, por lo que dirigió sus miradas hacia su única hija, Matilde, la cual desde hacia unos quince años estaba en Alemania donde se había matrimoniaba con el emperador Enrique V, del Sacro Imperio Romano Germánico. En mayo de ese año el emperador pasaba a mejor vida y sucumbía de lo que se colige que pudo ser un cáncer de páncreas. Como no habían engendrado hijos, la emperatriz volvió a reunirse con su deprimido padre. En 1128, la viuda se volvió a casar, ahora con el duque Godofredo de Anjou, con el que ya tuvo dos hijos, el mayor llamado Enrique y el pequeño Godofredo. Cuando Enrique I de Inglaterra fallezca, el León de la Justicia será recordado como un buen hombre y al que se admiraba grandemente. Ya estamos en el inicio de esa gran y esencial dinastía europea, los Plantagenet. Matilde sería cualificada por sus contemporáneos como: “… había sido una mujer de una santidad excepcional y de una belleza nada desdeñable”. ¡Obra admirable! «Vanitas vanitatum et omnia vanitas». Puedes comprar el libro en:
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