- ¿Te gustan los nabos, Puri?
- ¿En sentido literal, Vani? ¿Lo tomo como hortaliza de raíz comestible, carnosa y blanquecida o como el apéndice machirulo que tanto abunda en mi Españita colorá?
- No quiero meter el dedo en la hedionda llaga si vamos a lo segundo, porque menuda cosecha tenemos, tía. Campos y campos sembrados de inhiestos nabos que afloran como las setas en el otoño. ¡Quién lo iba a decir del tierno chico con cara de infante que nunca ha roto un plato! ¿Y las palmeras de la nueva izquierda, tan feministas ellas? ¡Para mear y no echar gota! Ahora están sudando más que una puta en una iglesia -que diría mi amigo J.M.G.- porque les ha dado el torpedo -el del nabo, que no es un tubérculo sino una raíz de tipo tuberoso (engrosada)- en plena línea de flotación.
- Pues vamos al otro tema, pequeño saltamontes, que desbarras y no sé que tienen que ver los cojones con las témporas. Si queremos hablar de Halloween, no te vayas a los nabos. No encuentro la relación. Y obviamos el repollo, que da pistas sobre la personalidad de los muertos, y las cáscaras de nuez que también dicen cosas…
- Puri, te tienes por ilustrada y no sabes que antes de que ahuecaran calabazas como símbolo de la fiestecita, la tradición británica era tallar nabos. El fruto en baya de la planta calabacera es el estandarte por excelencia de esta horrible celebración hoy día, y representa el rostro iluminado del granjero irlandés mentiroso Jack O’Lantern, una leyenda que habla de la sumisión del diablo al hombre. Engañó dos veces al maligno y al morir no fue al cielo; este, como venganza, le condenó a vagar por el purgatorio con una brasa que siempre estará encendida para alumbrar su camino eternamente.
- Me declaro mayormente samhainophobia -léase tener fobia a la celebración de Samhain -. Yo soy más de lo que cuenta el cineasta manchego en la peli “Volver”, y en su defecto, de la Santa Compaña de Galicia (la temida procesión de difuntos que recorría los caminos en estas fechas), el Corteju de Genti de Muerte de las Hurdes, la Estadea de Zamora, la Güesa leonesa… no de una fiesta de mal gusto que no tiene nada que ver con nosotros ni honra a los difuntos. ¡Ahí lo dejo! Ya lo dice el director, hasta el día del tontolaba nos gusta con tal de divertirnos.
- Las tradiciones son las tradiciones, tía, y olvidamos las nuestras para sumarnos a las de otros. El halloguin viene de muy atrás, y no es un invento norteamericano -que creen que lo han inventado todo y lo transforman a su gusto y manera- como muchos señalan, sino europea de origen celta, que celebraban el fin de año con el Samhain, para conmemorar que se finalizaba la temporada de cosechas. Era una fiesta de transición y por la noche se montaban la idem con ritos de carácter purificador y religioso y, adiós al verano. La noche antes se honraba a los muertos, en la creencia de que esa noche, se abrían “las puertas” que permitían comunicar el mundo de los vivos, con el mundo de los muertos. La pasaban en vela, junto a cráneos decorados, fuegos rituales e ingesta de bebidas alcohólicas.
-Fueron los inmigrantes irlandeses, que huían de la gran hambruna, allá por 1840, los que la llevaron al otro lado del charco y la extendieron. La cuestión es que nos apuntamos hasta a un bombardeo en Vallecas -dicho popular de hace años-, no se vayan a creer que lo digo con una maldad impropia de mí. La palabra Halloween proviene de la frase inglesa "All Hallows' Eve", que significa víspera de todos los santos, y se empezó a usar, cuentan, por el siglo XVI.
- Y cuando a la iglesia le da por cristianizar las fiestas paganas, nos encontramos con estas cosas. ¡Qué tendrá que ver honrar a los difuntos que no están en los altares con el carnaval esperpéntico que se monta en las calles! ¡Dejémoslos reposar en paz, incluso a los espíritus malignos, en vez de disfrazarnos de esqueletos que aterrorizan al más pintado! Traemos el Mas Allá al más acá alterando su descanso.
- Escribe Gonzalo Rodríguez García, que esta fiesta tan propia del cristianismo y más aún del catolicismo, no quedó establecida en el calendario eclesiástico hasta el siglo XV y solo tras un largo proceso que se remontará a los tiempos de Carlomagno. Es así que en el siglo VIII Alcuino de York, consejero de Carlomagno, propondrá a los obispos francos celebrar la fiesta de Todos los Santos el 1 de noviembre -hasta ese momento era el 13 de mayo-. Poco tiempo después el papa Gregorio IV (827-844) consiguió, gracias al emperador Luis el Piadoso, que dicha fiesta se hiciera extensiva a todo el ámbito del Sacro Imperio. Siendo a partir de aquí que se iría extendiendo por todo el Occidente cristiano, en gran medida gracias a los monjes cluniacenses, que no solo la adoptaron con fervor, sino que además propiciaron que en el siglo X y de mano de san Odilón de Cluny, la celebración de Fieles Difuntos se hiciera el día 2 de noviembre. Finalmente, la fiesta de hará obligatoria para toda la Cristiandad en el año 1475 de mano del papa Sixto IV.
- Y quedó cristianizada la fiesta pagana… máscaras, velas, calaveras, pensando los que están a favor que así nos reencontramos también con antiguas tradiciones españolas propias del mundo rural. A la mierda el trick-or-treating. Me niego a comprar caramelos para repartir a los niños que osen tocar a mi puerta, es más, acabo de adoptar un gato negro…
- ¡Pero, tía! ¿Infringiendo la ley que lo prohíbe en EEUU durante estas fechas para evitar ritos satánicos? Mejor guarda los cuchillos durante esta noche, como hacen en Alemania, para no hacer daño a los espíritus que están regresando…
- Solo falta que, con la calle plagada de esperpentos, toquen el timbre de tu hogar dichoso y al abrir la puerta te encuentres a Jack O’Lantern con el farol…
- Me cago, tía, me cago.