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Venki Ranakrishnan: "¿Por qué morimos?"

Pasado & Presente, Barcelona, 2024
jueves 31 de octubre de 2024, 22:21h
¿Por qué morimos?
¿Por qué morimos?

En la vida cotidiana, en su quehacer, se define también, necesariamente, un grado de educación, un nivel de cultura, de vínculo con la realidad. Y, podríamos decir, el vínculo definitivo con la realidad es la aceptación de la realidad biológica de la muerte.

Ahora bien, consideremos: ¿tememos a la muerte o tenemos el morir como un idiota? ¿Acaso es innecesaria la consideración del dilema? Tal como vamos en la necesidad del protagonismo social relevante, dejémonos de hipocresías. Se trata de salvar los muebles personales, incluso –tal vez donde más- delante de la propia familia.

Es más, alguien manifestó-expuso-exigió un día: ‘No vengas a poner tus manos de lamento sobre las mías; no me recuerdes que yo soy el perdedor porque muero’. Pero sea, el hecho cierto es que morimos. Respuesta-pregunta con la que nacemos y morimos. Y ahí continúa.

“Hace más de cien años, un científico que trabajaba en un laboratorio de Nueva York observó las células que había cultivado en matraces y se preguntó si habría descubierto el secreto de la inmortalidad (…) Como cirujano, Carrel anhelaba poder mantener los tejidos vivos fuera del cuerpo humano. (La cuestión es que) curiosamente en el laboratorio podemos mantener cultivos de bacterias o de levadura de manera indefinida; y, aunque las bacterias individuales o la levadura pueden envejecer y morir, el cultivo sigue creciendo y, en cierto sentido, es inmortal. (Ahora bien) no es así para las formas de vida más complejas, como nosotros.” Se había llegado, pues, al límite natural, especulativo de la vida humana.

La filosofía viene sosteniendo desde siempre que la vida indefinida es un absurdo natural que nos priva del conocimiento del límite, del acabamiento, y en ello nos priva del conocimiento de valores teóricos indelebles: el final del viaje, la ‘personalidad’ de la trascendencia, la sostenibilidad, incluso, de la no perennidad del amor…

En la concepción del ser vivo, entonces, del ser actuante y pensante, estamos indefinidamente condenados a convivir con esa nutriente dualidad especulativa, con el binomio vida-muerte. Lo que quiere decir que vivir es un deseo latente en el animal, el sobrevivir, y la muerte la síntesis perfecta de la tesis y antítesis que le preceden.

Tratar de entender la muerte es, será, una constante dentro de la inquietud intelectual que mueve al hombre. “John Sulston, vinculado al departamento de biología molecular de Cambridge tenía un proyecto: trazar meticulosamente el linaje de cada una de las en torno a 900 células que forman el gusano adulto (C.elegans) desde la única célula original, lo que llevó a un descubrimiento inesperado: algunas células están programadas para morir en momentos concretos del desarrollo” He aquí una base científica para el acabamiento, y es que “estos gusanos son complejísimos: tienen algunos de los órganos que también se encuentran en animales más grandes, pero en una forma más simple: boca, intestino, músculos, cerebro y sistema nervioso; no tienen sistema nervioso ni circulatorio”.

¿Será este el momento de recordar que el humano comparte algo más del 90% del ADN de algunos animales como el gusano, el cerdo o algunos tipos de araña? Pero no es tal. Ay, el no-lúdico descubrimiento una vez más: estamos sólos. Otro argumento profundo para la filosofía.

En fin, el autor, hacia el final, nos expone un argumento tan inteligente y comprensible como sencillo, acaso como lo sea el ‘ser’ del vivir: “Cuando pregunto a algunos colegas acerca de sus planes de jubilación la respuesta habitual es: ‘Me lo paso demasiado bien como para jubilarme’ Sin embargo, a pesar de lo brillante de algunos de sus trabajos, todos somos conscientes de que somos tan válidos intelectualmente como cuando teníamos veinte años, pero en cambio nos aferramos al engaño de que somos tan válidos intelectualmente como cuando éramos jóvenes, quizá porque nos identificamos demasiado con nuestros propios pensamiento –definen quienes somos. Pero todas las pruebas indican que, en general, ya no somos tan creativos ni atrevidos como cuando éramos más jóvenes”.

Así pues, para el ser, ¿‘vivir es morir’?

El que leyera que entienda, o algo así.

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