Estamos ante un libro sumamente interesante, hasta casi llegar a la excelencia. No sobra ninguno de los presentados, pero sí echo en falta a un sujeto que podría ser así el alter ego de Hitler; me refiero, por lo tanto, a Josif Stalin. Se han escogido, con la salvedad anterior, seis personalidades humanas muy esclarecedoras de lo que se pretende en el libro. La obra define que fue lo que entendieron por civilización personajes de tanta enjundia como Marco Tulio Cicerón, Lucio Anneo Séneca y Saulo de Tarso converso como San Pablo de los gentiles. Los otros tres están en la contraposición más absoluta, y son: Mahoma, el profeta del Islam y al que se le realiza una crítica sucinta pero enjundiosa, dejando bien claro sus múltiples contradicciones; Karl Marx es necesario, para comprender como este creador del marxismo pudo conseguir convencer a tantos seres humanos, cuando era un auténtico amoral; y, por fin, como sería de esperar está en este sexteto, Adolf Hitler, otro personaje de tantos complejos de inferioridad que consiguió convencer a muchos de su faceta de conductor o Führer en pos de la maldad genocida absoluta. «La democracia se convierte en un concepto vacío y en sistema inútil cuando las bases éticas de una vida civilizada, esto es, de una comunidad virtuosa, racional y altruista de ciudadanos libres, ceden ante minorías despóticas que, a lo largo de los siglos, han expresado su voluntad de dominio a través del fundamentalismo religioso, la lucha de clases, la guerra entre razas o el nacionalismo extremo. ‘El eclipse de la civilización’ ahonda en las ideas de Cicerón, Séneca y San Pablo -compendio de lo mejor de la filosofía clásica y del cristianismo que han dado forma a Occidente- para compararlas con las de Mahoma, Marx y Hitler, tres figuras históricas muy diferentes, pero unidas por su estimación de la violencia, el tribalismo y los ideales totalitarios. Tal y como hace el libro, cabe preguntarse si nuestras sociedades están bien fundadas en la éticocracia, o si principios universales e irrenunciables como la libertad, la igualdad y la fraternidad están amenazados por nuevas formas de tiranocracia». Los dos filósofos romanos, Cicerón y Séneca, coinciden en ver al ser humano como un individuo de condición divina, ambos a dos apoyándose en el raciocinio más obvio. En el caso de San Pablo, el denominado como Apóstol de los Gentiles, es prístino el hecho cualificativo, ya como fundamentarlo todo, sin negar la razón, en que la fe que sostiene todo su edificio intelectivo es Jesucristo, el Hijo de Dios. Para los tres, el Dios Todopoderoso y racional gobierna el Universo, tanto el cristiano Pablo como el estoico Séneca consideran que Dios es paternal y ama a todos los seres humanos, porque son su obra más perfecta. Los hombres deben abrirse y entregarse al prójimo. Cicerón, Séneca y San Pablo contemplan a los seres humanos globalmente como iguales, la diferencia entre todos ellos solo se contempla por la forma en que ponen en práctica todos esos valores morales-éticos e intelectuales. “Los tres defienden los valores de la solidaridad y la fraternidad, de la libertad y la igualdad ante la ley, de la participación en la vida pública y la práctica de las virtudes, empezando por las cuatro platónicas o cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza”. Por el contrario, los contrapuestos, Mahoma, Marx y Hitler ponen el acento de su análisis de la civilización en una idea de lo colectivo, desde el sometimiento a la divinidad de Allah, o el proletariado marxista, hasta la preeminencia de la raza aria. Ambos discriminarán, de forma inmisericorde, a todos aquellos que se opongan a la determinada idea autoritaria y maximalista de los tres. A los opositores: infieles cristianos, burgueses y judíos, se les debe hacer la guerra de exterminio sin ningún tipo de contemplación o paciencia. En la actualidad existen ya ejemplos del eclipse de la civilización, uno de ellos y paradigmático es el de Vladimir Putin, que ha decidido destruir y conquistar Ucrania, porque él ha definido lo que los ucranianos deben ser. “Lo que de verdad importa es hacer de las sociedades éticocracias, o sea, conseguir que los valores de la civilización sustenten los Estados y la vida en común, y así evitar que se transformen en tiranocracias, por más que a veces se adornen con el nombre de democracias, término que ha servido y sirve de camuflaje a no pocos regímenes esencialmente tiránicos”. Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), importante magistrado, intelectual de prestigio, será el paradigma de lo que era la civilización romana; llegando en su capacidad de pensamiento filosófico hasta a recluirse en una celda, para dedicarse a pensar en los deberes y derechos de los ciudadanos frente al Estado del SPQR. Lucio Anneo Séneca (ca 4 a.C.-65 d.C.), quien sería asesinado por orden delegada del emperador Nerón, se encargará del análisis terapéutico del alma, la psiqué de los griegos. Estudiará los más variados fenómenos de la naturaleza, desde los relámpagos hasta las mareas, y desde la lluvia hasta las erupciones volcánicas. San Pablo (5/10 d.C.-ca. 64 d.C.), será coetáneo del propio Séneca, se consagrará, de forma incansable, a predicar la Buena Nueva en muchas de las regiones del Imperio de Roma, y es un ser humano sumamente inquieto y muy trabajador. Es muy paradigmático seguir y aceptar a la tradición, que siempre ha considerado que entre Séneca y San Pablo hubo cierta relación doctrinal y de conocimiento. “Aunque de procedencias geográficas tan distintas, los tres van a parar a Roma: Cicerón y Séneca, en sus primeros años; Pablo, al final de su vida. Los tres encontrarán allí el triunfo y la muerte. Una muerte violenta. Cicerón será asesinado por los esbirros del triunviro Marco Antonio. Séneca será condenado a suicidarse por orden del que fuera su alumno, Nerón. Pablo será decapitado en las mismas fechas en que Séneca se vio obligado a quitarse la vida”. Sí es verdad que entre los cristianos han existido políticos, y todavía existen algunos que no son compatibles con las enseñanzas de Jesús de Nazaret, defendiendo y llevando a efecto guerras que hubiesen repugnado al propio Hijo de Dios; lo mismo se puede indicar de los musulmanes, aunque muchas de las propuestas que se realizan en el Corán y en los Hadit son incompatibles con la éticocracia más correcta y obvia. Esto no quiere decir que no existan mahometanos que no posean una alta calidad moral e intelectual; pero las suras del Corán los pueden condicionar. “En el islam es solo una minoría la que practica la violencia y el terror, pero no se debe pasar por alto que esa minoría invoca la vida de Mahoma y el Corán para justificar su conducta”. Hitler y Marx son dos paradigmas opuestos de la maldad, ‘El Capital’ y ‘Mi Lucha’ han sido los textos en los que se han fundamentado sus seguidores, comunistas y nacionalsocialistas, para realizar sus diversos genocidios, ideológicos y políticos. Obra recomendable e inteligente. «Nihil novum sub sole. ET. Unus non sufficit orbis». Puedes comprar el libro en:
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