- Se acerca el Día de los muertos, Vani. Celebración importante para creyentes y ateos.
- Tía, lo dices porque hay puente y está pensando en tres días seguidos de ocio y relajo, que te conozco bacalao aunque venga de Bilbao.
- ¡Mira que eres burra! A nuestra edad tendremos que ir pensando en rendir cuentas por esta vida pecadora y disoluta que llevamos.
- ¡Serás tú que te has arremangado el refajo! Yo sigo sin comerme un colín… y mira que lo intento quemando los últimos cartuchos en esta vida terrenal. Tendré que esperar a la otra sin remisión a ver qué opina San Pedro.
- No te aflijas, pequeño saltamontes. La muerte es la meta natural de la vida y, por mucho que lo intentes, ninguno escaparemos de ella, pero, según los católicos, no significa el final del trayecto; culminaremos el largo peregrinar en este valle de lágrimas cuando alcancemos la Vida Eterna. El premio o el castigo dependerá de cómo te hayas comportado aquí con tu body serrano en este mundo de lágrimas. Separación de cuerpo y alma y a otra cosa, mariposa.
- ¡Ay Puri! Estoy pensando en hacerme budista porque, para ellos, la vida es eterna y cada ser vivo está sometido a un ciclo constante de nacimiento y muerte. Es como un sueño que pasa a otro atravesando sucesivas reencarnaciones.
- ¡Qué cansino, tía! ¿Y si no te gusta el cuerpo que te dan? ¿Y si llegas a ser un intocable o un perro sarnoso al que nadie echa pan? Nacer y morir, nacer y morir… No me convence tampoco.
- ¡Pues me adhiero al judaísmo! Para ellos la vida es como un sueño, y la muerte es el despertar de ese sueño a la realidad de su existencia. Ya que este mundo es como un pasillo previo a la entrada a la realidad última.
- Eso del sueño y el despertar, tampoco lo tengo claro. Mira que si después de muerta tengo que seguir trabajando en la plantación… prefiero el islam que habla de descanso y cese de las tareas de la vida… un cambio de residencia, un cambio de existencia; es una invitación a una vida eterna, un comienzo, la introducción a una vida inmortal.
- Pero también en algún momento te leen la cartilla… Los musulmanes y los Santos de los Últimos Días creen que el espíritu humano continúa viviendo después de la muerte en un estado de felicidad o de miseria hasta el momento de la resurrección. Ambos grupos creen que todas las personas resucitarán y recibirán la recompensa correspondiente en el Día del Juicio.
- Todos hablan de juicios, de jueces y de fiscales. ¡Se lo han copiado a Pedro Antonio y al PP! No me da miedo la muerte, sino esta puta vida con tanta mandanga, mangantes y fariseos, o sepulcros blanqueados, que decía mi madre. ¡Vámonos a Méjico a disfrutar el Día de los muertos como Dios manda! y lo que tenga que ser, sea. Se lo pasan de miedo -nunca mejor dicho- en una celebración a la memoria y un ritual que privilegia el recuerdo sobre el olvido.
- Mira que si en el altar te ponen guisantes y morcilla… en esa fiesta para guiarte en tu recorrido al Mictlán o Tlalocan que corresponda, como hacían en la época prehispánica, te joden la fiesta.
- Ni de coña, bonita. La muerte para ellos no representa una ausencia, sino una presencia. La muerte es un símbolo de la vida que se materializa en el altar ofrecido, por eso en el mío no faltarán unas patatas revolconas, los torreznos de mi hermana torraitos, o en su defecto un buen cocido maragato como el que me trasegué el domingo.
- Con un día no tienes para meterte esa pitanza entre el pecho y la espalda etérea… so fantasma.
- Precisamente por eso lo celebran dos días: 1 y 2 de noviembre. Según el calendario católico, el 1 de noviembre corresponde a Todos los Santos, día dedicado a los “muertos chiquitos” o niños, y el día 2 de noviembre a los Fieles Difuntos, es decir, a los adultos. Esta festividad es tan importante para los mejicanos que en 2008 fue declarada por la UNESCO, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por su importancia y significado, porque es a la vez una expresión tradicional y contemporánea y viviente, integradora, representativa y comunitaria -aunque otros entendidos manifiestas otros orígenes, pero este es el que más me gusta y quién quiera saber más, que vaya a la escuela-. Me quedo con eso de que el alma de las personas que han muerto vuelve a visitar a su familia el Día de Muertos. Por eso, los mexicanos esperan su llegada con todo lo que le gustaba al difunto.
- Está claro que es una tradición que afianza cultural y socialmente las comunidades indígenas precolombinas y las culturas cristianas. Es la fusión del viejo y el nuevo mundo que permitió la integración cultural de las costumbres europeas.
- En la Casa de Méjico del madrileño barrio de Arguelles ya tienen cola para visitar el precioso altar que todos los años preparan, donde no falta el «Hanal Pixán», o comida de las almas y los objetos que representan los cuatro elementos de la naturaleza: el agua, que es la fuente de la vida; la tierra, con los frutos que nos dan de comer - maíz, calabaza, garbanzo y frijol-, las flores que ayudan a encontrar el altar – cempasúchil, con un fuerte aroma y el color del sol-, la flor de terciopelo, mano de león o cresta de gallo, la nube blanca si el difunto era un niño…; el aire, con figuras hechas con el papel picado, que al moverse nos anuncia la llegada de los difuntos; el fuego, con cientos de velas, que significan la fe y la esperanza e iluminan el camino de las ánimas.
- Y muchas más cosas si puedes mirar sin sentir que se te erizan los pelillos, como calaveras de azúcar, fotografía del difunto, imágenes religiosas, sal, panes circulares que significan el ciclo de la vida y la muerte…
- Y aquello que más le gustaba al finado: un libro -no he visto ninguno, pero ahí lo dejo-, chocolate, cigarros, un buen godello, un rioja, un Aperol…
- Tía, no te pases, que estamos hablando de Méjico… Vamos a dar otra vuelta a ver si pillamos un buen tequila, que eso seguro que no falta.
- No jodas; al final de este día, estos alimentos no tienen sabor porque el alma del muerto ha venido y se ha llevado su esencia.
- ¡Ahí me has dao, tía!, ¡Ahí me has dao!
- Y la próxima semana hablaremos de Halloween, que le tengo unas ganas…