El sello argentino Barnacle sigue consolidando su ya destacado catálogo editorial con el reciente agregado del segundo poemario de la conocida autora local. Si el valor de un poemario estuviese dado por su capacidad de intertextualizar su contenido específico del modo en que lo hace Suite francesa 1857-1968 (1), ya podríamos certificar que estamos frente a un trabajo mucho más que notable. Salta a la vista, por la referencia del título, cómo la autora recorta ese lapso de algo más de un siglo que media entre la publicación de Madame Bovary, de Gustave Flaubert (1821-1880), y la conmoción (y sus resonancias internacionales) del Mayo Francés. En la red de referencias así tejida -muy habilidosamente- por Alicia Waisman, también quedan atrapados (y rescatados) el universo evocativo de Marcel Proust (1871-1922), Marguerite Duras (1914-1996) y su ineludible y desamorada madre, más el abisal trabajo de otra Marguerite, la Yourcenar (1903-1987) de Opus Nigrum. Cuidadosamente elegidas estas referencias por la poeta porteña, sobre esta base construye / reconstruye la imagen certera de un mundo engañosamente desaparecido gracias a que la posmodernidad nos enseñó a descreer de los metarrelatos, François Lyotard (1924-1998) y seguidores mediante, aunque como en todos los órdenes de las actividades humanas, nada desaparece del todo, sencillamente porque queda inscripto en la historia y perdura en la imago mundi general. Si para la posmodernidad la angustia amorosa de Emma resulta intolerable e inadmisible, no por eso deja de seguir siendo más que vigente dentro del drama íntimo del individuo contemporáneo, allí donde se esconde lo inconfesable, lo que nos avergüenza. ¿Sonroja recordar un tiempo ya perdido? Seguramente que sí, aunque proustianamente sus imágenes y emociones nos asalten cada día o día por medio. Más allá de lo intertextual, Suite francesa 1857-1968 lo que hace es devolvernos a nosotros mismos, cuando ya creíamos que nos habíamos alejado lo suficiente como para andar tranquilos por las calles y sobrellevando airosamente las interrelaciones con otros sujetos propios del siglo XXI. Primorosamente escrito (en el buen sentido del adverbio), este poemario obliga al lector a la honestidad, lo que no es poco mérito a la hora de reconocer, en la protectora seguridad que brinda la lectura casera y silenciosa y sin otro testigo que nuestra propia conciencia, que el tan cacareado “final de la historia” no se produjo, que el anhelo de un cambio de la sociedad sigue latiendo en nuestros corazoncitos, que la idea de vivir en un mundo vacuo y líquido no seduce ni le interesa a nadie y que el andamiaje de las palabras erigido por Alicia Waisman en Suite francesa 1857-1968 es mucho más que convincente: resulta definitivamente deseable. Con la virtud -no accesoria, por cierto- de que los iconos culturales impregnantes referidos por Waisman no acaparan toda nuestra atención sino que, por el contrario, contribuyen a concentrarnos más en lo que dice y muy bien dice la autora.
La autora Alicia Waisman nació y vive en Buenos Aires. Anteriormente al volumen que nos ocupa, publicó el poemario Ser hablada (2013). Es Licenciada en Ciencias Antropológicas y profesora de francés. Escribe poesía desde la adolescencia. Participó del taller Aníbal Ponce y luego, de los primeros años del taller Mario Jorge De Lellis, en los ’70. Posteriormente trabajó sus textos con Liliana Díaz Mindurry. Durante los últimos años participó de diversas lecturas en diferentes ciclos y en pandemia, de: Poesía a las 5 de la tarde, reunión virtual de poetas y escritores organizada durante dos años por Patricia Saragüeta. Está asociada al Centro PEN de Argentina cuyos ciclos de lectura de poesía co-organiza y co-conduce (“7x7”, “Libera la palabra”, “Palabras cruzadas”).
NOTAS (1) Barnacle, ISBN 978-987-8952-64-2, 52 pp., Buenos Aires, 2024.
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