Desde el primer instante, Oriana Fallaci (1929-2006) se sintió profundamente impactada por una persona a la que consideraba su igual (“Alekos era yo en hombre”). Aunque experimentó emociones contradictorias, finalmente estableció una relación con él. “Las cosas que decías y que contabas, las torturas, el proceso, la condena a muerte y el infierno que viviste durante años sin perder la fe, sin renunciar a ti mismo, me devolvían a ti como un viento que barre hasta la voluntad. Y además de aquel viento estaban aquella voz, aquellos ojos, aquellos dedos que continuaban buscándome obstinados. Al final, me rendí”.
Reconocida como una figura destacada en el periodismo internacional, la autora comprendía que en ese instante daba inicio a “una partida a dos” con Alekos, un encuentro entre un hombre y una mujer impulsados a amarse con “el amor más peligroso que existe: el amor que mezcla los ideales escogidos y los deberes morales con la atracción y los sentimientos”. Así se presentaban las luces y sombras de una pasión condenada e irremediablemente imposible.
Reflexiones sobre temas que siempre captaron el interés de Fallaci son incluidas por un hombre, como su aversión hacia el poder: “Me equivoqué al definir al Poder en el poder como ciego-sordo-obtuso-ignorante. El poder lo ve todo, lo oye todo y lo sabe todo”. Desde muy joven, la guerra fue una realidad que vivió en su Florencia natal y más tarde cubrió como periodista en diversos conflictos alrededor del mundo. También aborda cuestiones como el terrorismo, la figura del héroe, la trampa de las revoluciones y la pena de muerte: “Una cosa es morir bajo las torturas, en la guerra o por efecto de una bomba que estalla, es decir, con un margen imprevisto, y otra cosa es morir sabiendo que se va a morir tal día a tal hora, de una manera programada, como la salida de un tren”.
La política internacional actual, la percepción de la prensa complaciente que tiene Fallaci (“Los viles plumíferos que en un régimen democrático se presentan como maestros de valentía pero, apenas se instaura una dictadura, se meten en la cama como putas, y para servir al régimen calumnian a los mismos a los que antes exaltaban”), así como su cultura literaria, son elementos que se reflejan en Un hombre. En este libro, se incluyen referencias a obras clásicas como Don Quijote, La Divina Comedia y Moby Dick. Después de esta novela, otros títulos de su autoría llegarán a las estanterías, entre ellos Carta a un niño que nunca nació (1975) y una recopilación de sus destacados reportajes y entrevistas con celebridades de Hollywood, titulada Tan adorables.
Oriana Fallaci fue una pionera del periodismo y de la literatura, y una estrella mundial en ambas facetas. Entrevistó a los principales personajes de su época y como corresponsal cubrió gran parte de los conflictos cruciales de la segunda mitad del siglo XX, desde Vietnam hasta Oriente Medio hasta ser testigo del atentado contra las Torres Gemelas en 2001. Milan Kundera la calificó de «precursora del periodismo moderno. [Sus entrevistas], más que conversaciones, eran duelos». Ferozmente independiente, es ya un mito de nuestros días y una escritora imprescindible cuya obra sigue tan vigente hoy como en el tiempo de su publicación. Sus novelas —Nada y así sea (1969), Inshallah (1990) o Un sombrero lleno de cerezas (2009)— se tradujeron a más de cuarenta idiomas y vendieron más de veinte millones de ejemplares.
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