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"Sabias, santas, rebeldes", de Paula Winkler

Ediciones Diotima. Buenos Aires, 2024. 135 págs.
jueves 10 de octubre de 2024, 12:11h
Sabias, santas, rebeldes
Sabias, santas, rebeldes

En Sabias, santas, rebeldes, la nueva novela de Paula Winkler, hay tres peripecias que se interrelacionan en el decurso de otra, la cuarta, la del proceso de escritura de la novela, que es la principal, que justifica a las otras tres; esto es, la peripecia de la voz narradora (nombrada a sí misma como ‘Inesita’ e Inés), una escritora y profesora de Filosofía que siente la pulsión insatisfecha del reconocimiento y de la fama no lograda, y las heridas de la escritura y de la pasión insatisfecha, hermana de Diotima, la protagonista de la primera de las tres peripecias escrituradas.

Diotima, cuyo nombre, nos cuentan, se lo ha dado el padre de ambas, en honor de una de las primeras mujeres fuente de sabiduría, de la que el propio Sócrates se hace portavoz en El banquete de Platón –prueba/indicio de la invisibilización de la ‘mujer reflexiva’ a lo largo de la historia–, que se nos pinta como una entregada monja asesinada en Libia, donde se encontraba en voluntaria misión de fe, cuyo crimen, en un momento dado, decide indagar la narradora para intentar comprender, de una vez, la incongruencia viva que fue siempre para ella su hermana.

La segunda peripecia escriturada es la de santa Brígida, la viuda aristócrata sueca, santa contra pronóstico, con un ideario político panescandinavo, que contraviene todos los protocolos y conductas que constituyen la lógica de la viudez –entre su clase y en su tiempo–, para dar sentido a su fe, a sus creencias y a sus proyectos políticos.

Y la tercera es la de las Beguinas, comunidad femenina caritativa ‘irregular’, no reglada por la institución eclesiástica y hostilmente perseguida… Se nos cuenta, en esta, la historia de dos de ellas, peregrinas, Vallen y Milea.

Estas tres peripecias, la de santa Brígida, la de la hermana monja Diótima asesinada en Libia y la de las beguinas, se justifican, como se ha dicho, por la peripecia misma de su escritura, de mano de la narradora que las hilvana y las urde, y tratan, al fin, de lo mismo, el sentido de la creencia, que es lo que creo que obsesiona a la propia autora, la protagonista de la ‘peripecia definitiva’, la quinta y real, la de la escritura de la ‘novela’ misma, la propia Paula Winkler.

El sentido de la creencia y podría añadirse un segundo considerando, tan importante como el primero, el del tortuoso camino de las mujeres hasta constituirse como sujetos legitimados de la acción/reflexión en busca de ese sentido, aunque no solo el de la creencia, sino el del mundo mismo.

Finalmente, si la novela nos da, en algún momento, la sensación de ser el esquema previo de otra novela, la auténtica, no lo es tanto porque sea, en sí misma, una novela breve, sino porque, seguramente, la autora, que tiende a un estilo sintético en su escritura, ha decidido representar el proceso de escritura fragmentaria que Inés, la narradora/escritora/personaje sigue en el proceso mismo de la construcción de su relato intradiegético, por más que, de este modo, los conflictos planteados y el diseño de los personajes no alcancen su nivel de desarrollo potencial máximo, aunque, tal vez, esa opción por el esquematismo, paradójicamente, estimule el potencial evocador en los lectores, obligándolos o permitiéndoles llenar con su imaginación los huecos dejados por la escritura; lo que daría lugar a una sexta peripecia, la nuestra, como lectores, dicho de otro modo, ‘nuestra novela’.

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