Ha presentado los resultados de sus investigaciones en diversas publicaciones y congresos nacionales e internacionales, tanto en Europa como en Estados Unidos, y ha realizado estancias de investigación en países como Reino Unido, Alemania y Portugal. Compagina su labor académica con la divulgación, tanto con su colaboración en blogs como Geografía Infinita y revistas como Historia Hoy, como por medio de redes sociales, fundamentalmente Twitter (@kr_wittmann). Es autor de los libros Mundos fantásticos (Bonalletra, 2020), perteneciente a la colección Grandes Mapas de la Historia distribuida por el diario El País, y El Atlas de Gerardus Mercator. El hombre que puso el mundo en un mapa (CM Editores, 2021). ¿Como se le ocurrió escribir este libro? La idea llevaba rondando mucho tiempo por mi cabeza. Aunque los mapas siempre me han fascinado, llegué a su estudio de una forma más bien tardía, casi por casualidad, y me di cuenta de que es un tema que ofrece un sinfín de posibilidades. Mientras más leía y más mapas y tradiciones cartográficas analizaba, más me enamoraban, porque me daban información mucho más compleja que la de la propia representación geográfica. Llegó un momento en que me planteé divulgar mis investigaciones en redes sociales, porque una gran parte de la sociedad valora los mapas desde la cuestión estética, pero no se suele esperar que tengan un carácter tan complejo como el que tienen. Los mapas merecen ser valorados desde un punto de vista profundo y transversal, más allá del contexto académico. Su libro lleva por título “La huella de los mapas” ¿dejan estos una huella en las personas? Sin duda alguna. No solemos ser conscientes de hasta qué punto pensamos y organizamos el espacio en nuestra mente en términos cartográficos. Casi desde que nacemos nos acostumbramos no solo a ver mapas, sino también a realizarlos mentalmente. Tanto a nivel cotidiano como más global, es decir, tenemos muy claro cómo están organizados los espacios con los que nos relacionamos a diario (nuestras casas, nuestros trabajos, nuestros barrios…), de tal manera que tenemos mapas muy precisos de esos lugares en nuestras mentes; al mismo tiempo, a nivel global también pensamos en términos cartográficos. Cuando nos piden que pensemos en el concepto “mundo”, que le pongamos una imagen, lo primero que nos viene a la cabeza es un mapamundi; lo mismo ocurre con los países y los continentes. La idea inmediata que tenemos de ellos es el mapa que los representa. También es cierto que la huella de los mapas es un camino bidireccional; ellos dejan huella en nosotros de la misma manera que nosotros dejamos huella en ellos, lo que convierte los mapas en elementos vivos, dinámicos, que dependen por completo de la persona, la cultura o el contexto que los crea. ¿A qué tipo de lector va dirigido? El libro se dirige a cualquier persona, sea aficionada a la cartografía o no. La idea era demostrar que los mapas pueden ser fascinantes para todo el mundo, siempre y cuando sepan leerlos e ir más allá de lo puramente visual. ¿El mapa es universal? Esa es una pregunta que ha rondado los debates académicos desde hace años. Yo estoy convencido de que sí lo es. En el libro hablo del concepto de “universal cultural”, usado en disciplinas como la antropología para hacer referencia a aquellos elementos compartidos por todas las sociedades humanas. Hay teorías (con las que yo coincido) que dicen que los mapas, representar gráficamente el espacio, es uno de ellos. Ahora bien, eso implica que tenemos que ampliar la definición de mapa con la que nos hemos criado y considerar otras muchas, y muy diferentes, maneras de representar el espacio, con diferentes signos, soportes, procedimientos y objetivos. En la biografía del libro hay muchas referencias, ¿cuánto tiempo le ha costado escribir este libro? Ha sido un trabajo arduo, porque ha llevado un gran proceso de investigación. Fue aproximadamente un año y medio de trabajo. En algunos sitios ciertos libros están prohibidos o restringidos su uso ¿con los mapas pasa igual? Es una pregunta muy interesante. Efectivamente, en ocasiones los mapas han sido muy controlados, así como lo que muestran. Hay países muy selectivos a la hora de mostrar determinados lugares en los mapas; por ejemplo, en Rio de Janeiro las favelas estuvieron muchos años sin aparecer en Google Maps porque las autoridades locales argumentaban que perjudicaban al turismo. A nivel histórico esto es especialmente claro; en el siglo XVI, la cartografía era un asunto de Estado, y coronas como Castilla y Portugal se tomaban muy en serio qué mapas podían ser realizados y cuáles no. A fin de cuentas, en un contexto de creciente evolución territorial de estas coronas, la información cartográfica de nuevas tierras descubiertas era tan valiosa como peligrosa. Este libro no quiere ser historia de la cartografía ¿Cómo lo definiría? Me gusta definirlo como un recorrido por nuestra forma de relacionarnos con los mapas, a nivel global, en muchos lugares y períodos históricos. Un intento de demostrar hasta qué punto nos definen como especie. Investiga sobre la cartografía ¿hay mucho que investigar en este campo? Muchísimo. El estudio sobre cartografía, sobre todo a nivel histórico, es transversal por naturaleza. Eso hace que muestren un enorme nivel de información, y que permitan acercarnos a ellos desde perspectivas muy diferentes: la historia, la geografía, la literatura, la toponimia, el arte, la sociología… Los mapas no dejan de fascinarme, y yo no paro de descubrir cosas tras más de diez años trabajando con ellos casi a diario. Ahora en la era de la tecnología ¿Son necesarios los mapas? Yo diría que más que nunca. Creo que nunca hemos tenido una relación tan estrecha y cotidiana con los mapas, y nunca nos han acompañado tanto. Podemos consultar servicios de mapas digitales en nuestros teléfonos móviles cuando queramos, y lo hacemos casi cada día, bien sea para orientarnos en un lugar que no conocemos, o para consultar determinados lugares y comercios. Hoy en día casi todos llevamos mapas en nuestro bolsillo, literalmente. Quizás por eso ha crecido el interés por los mapas más tradicionales, por aquella concepción romántica, aventurera, de la cartografía. El mapa como objeto de ensoñación; como decía un escritor hace unos años, un mapa es una forma de organizar el asombro. Divulga por internet sus conocimientos sobre cartografía ¿qué aceptación tiene en las redes esta ciencia aplicada? Tiene mucha aceptación. Yo empecé a divulgar en Twitter sin saber muy bien a qué me enfrentaba, casi como experimento, y me sorprendió ver que las publicaciones tenían cada vez más éxito. El interés de los usuarios en profundizar en los mapas, en verlos de otra manera, es enorme. El mundo esta en completa evolución ¿los mapas también? Claro, los mapas nunca han dejado de estar en evolución. En la medida en que el mundo cambia, también lo hacen los mapas. Eso los convierte en entes vivos, dinámicos. Se habla mucho de cómo serán los mapas del futuro, y parece claro que la irrupción de la inteligencia artificial y el desarrollo que está viviendo se reflejará en nuevas formas de representar el espacio. No podemos estar seguros de cómo serán los mapas de aquí a unas décadas (o quizás incluso unos años), pero eso es bueno, porque significa que nunca dejarán de sorprendernos. Puedes comprar el libro en:
+ 0 comentarios
|
|
|