En alguna ocasión, nos hemos ocupado de algún libro de Francisco Morales Lomas, que aborda la literatura desde todos los ángulos posibles y cuya faceta creativa ha tenido el reconocimiento público, no sólo su narrativa y poesía sino de modo especial su dramaturgia. Una dramaturgia, cuando menos tan singular como denunciadora en la que desviste una sociedad con síntomas evidentes de hartazgo, desaliento y temor. El propio autor en siu “Jauría canibalesca” a modo de introducción nos corrobora dicha consideración: “Mi teatro toma conciencia de la realidad apretando las mandíbulas, aprisionando a su presa, deglutiéndola, saboreándola: es el mayor refinamiento teatral”. Paralelamente, retomar el daliniano sentir de “la belleza será comestible o no será” conforma un eje constructor. Por cierto, una “Jauría canibalesca. Introducción” que aparece bajo el mismo horizonte en cada volumen de su serie Caníbal Teatro, cuyo primer volumen se publicó en 2007 y ya va en este año 2024 por el volumen siete. Por consiguiente, el autor traza unas líneas bien delimitadas con resonancias del teatro valleinclanesco, del que recordamos es un especialista, no ya por su tesis doctoral sino por las distintas contribuciones y aportes de la obra del genial Ramón del Valle-Inclán. Por otro lado, siendo la condición depredadora tan innata en la naturaleza humana, no se había planteado como estructura teatral, esto es, como voz dialogada que batalla contra la languidez y letargo de la sociedad desde la sátira y una inteligente ironía que nos sorprende, perturba y cautiva. Una ironía casi al modo de Kierkegaard, como postura existencial y herramienta crítica para desentrañar las verdades de la vida. Luego, implica cierta distancia crítica frente a la realidad y a las convenciones sociales, aunque distorsionar el todo es una de las pasiones del teatro de Morales Lomas, como botón de muestra, el muerto que siente claustrofobia, un fregadero que deambula por la calle como si fuera un novio y propicia una reflexión sobre la utilidad de la literatura, la modestia del creador (“los dramaturgos no nos inventamos nada. Sólo miramos y escuchamos y copiamos, incluso, el recurso metaliterario, donde un personaje en la tercera pieza, identifica la intuición femenina con Caníbal Teatro, un teatro inventado por un giennense, a saber el propio autor Morales Lomas.
En este sentido, una de las voces más autorizadas dentro del teatro, el polifacético Rafael Ruiz Plieguezuelos en su prólogo y estudio al volumen VII de Caníbal Teatro, Ed. Carena, Barcelona, 2024 considera que el legado de Morales Lomas “por su calidad, cantidad y ambición, es un conjunto admirable, una suerte de comédie humaine teatral enraizada en el absurdo y lo grotesco. Su gran tema es el respeto a la libertad individual”.
Un teatro que posee un ritmo escritural con esencia y método, con un lenguaje directo a veces, hiper realista otras veces, y siempre preciso con todo el peso histórico de las palabras, que logra persuadir a través del acto absurdo y que muestra sus antecedentes, sean Arrabal, Beckett, Mihura, Nieva o Valle-Inclán. Sin embargo, toda su producción teatral se circunscribe única y exclusivamente al ámbito antropofágico, al deseo de alterar la realidad cotidiana, de cambiar la vida y transformar el mundo, mediante una multiplicidad expresiva que conjunta lo fantástico con lo simple, lo cotidiano con lo extraordinario en ese camino de formar, informar y deformar, que apela e interpela permanentemente a la persona lectora o espectadora, receptor, protagonista que a la sazón interactúa. Desde luego, existen otras tendencias que se centran en el “teatro caníbal” con propuestas teóricas que van del método de las transfiguraciones a las cavilaciones canibalescas, que disciernen entre lo “depredador” como fórmula destructiva y lo “predador” que encierra un doble elemento del canibalismo, tal es capturar al otro y aprender todo del otro, aunque atendiendo al devenir etimológico , no existe diferencia de uso o significado, pues provienen del latín “depraedator” derivado del verbo “praedari” -arrebatar, robar- que a si vez viene de “praeda”-presa.
Una dramaturgia, la de Morales Lomas, que expresa su experiencia desde lo diferente, lo intercultural, la diversidad, atendiendo a la función básica del entretenimiento, donde lo que realmente define su escritura dramatúrgica es el eclecticismo irónico, como propuesta estética pero también como fundamento ético, pues el componente trágico -vivir un sistema económico y político que no solo no resuelve los problemas de la humanidad sino que los crea y agrava- que aparece en su obra lleva consigo una suerte de intuición que en las voces, acaso escribientes, nos sacuden y al tiempo nos hacen sonreír. Un teatro caníbal que parece guiar a otros escritores que se suman a esta nueva tendencia teatral que no deja aunar tradición y modernidad y ese suplemento personal tan valioso de la mano de Francisco Morales Lomas.
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