La editorial catalana nos ofrece una versión muy cuidada, sobre una de las mejores novelas-histórica de todos los tiempos, inclusive existe una extraordinaria versión cinematográfica dirigida por Richard Thorpe (1952. Robert Taylor; Elizabeth Taylor; Joan Fontaine; George Sanders; Finlay Currie; Feliz Aylmer, etc.) La introducción de la obra es extraordinaria, y desde este inició nos sitúa en la rica y esclarecedora trama argumental, que se encuentra en el final del reinado del anhelado y deseado soberano Ricardo I Plantagenet “Corazón de León”, que ha sido aherrojado por las malas intenciones de sus múltiples enemigos europeos, encabezados todos ellos por Felipe II “Augusto” de Francia, cuando regresaba de luchar en Tierra Santa contra los mahometanos de Saladino, en aquella equívoca Tercera Cruzada o de los Reyes. El estudio historiográfico es eximio. Las ilustraciones preciosas del libro corresponden a C. E. Brock y S. Schneider, y nos ofrece, además, un mapa al que define como ‘La Tierra o el País de Ivanhoe’. La obra abarca hasta el año 1199, que es el de la muerte de Corazón de León en el cerco del castillo de Chalûs. La delicadeza y delineación casi perfectas de todos los protagonistas de la obra llaman la atención. La trama presenta una coherencia evolutiva envidiable; es casi una representación teatral, donde cada uno de sus protagonistas está en el lugar correcto del nudo narrativo. En esta obra se recrea el enfrentamiento que, indudablemente, se produjo entre los conquistadores normandos que llegaron con el duque Guillermo “el Conquistador o el Bastardo” y los anglosajones, quienes tampoco eran los primigenios habitantes insulares, ya que estos habían expulsado a los britanos. Sir Walter Scott, nació en la capital de Escocia, Edimburgo, en el año de 1771, y pasó a mejor vida en Abbotsford en 1832. Ha retratado y recreado, de forma magnífica, la historia medieval de Escocia y de Inglaterra; y desde los comienzos su éxito sería indubitable. Esta obra presenta uno de los prólogos más ilustrativos de toda la novelística historicista de todos los tiempos, sobre todo por la genial descripción fenotípica de los dos personajes que caminan y dialogan por el bosque; por su estilo ya podemos conocer el estado social en el que se mueven y, por ende, de toda la sociedad que les rodea. Dos mujeres, Lady Rowena y la hebrea Raquel compiten por el amor de Sir Ivanhoe, pero, la época narrativa exigía que ganase la inglesa. También es de una gran calidad el personaje paterno, típico anglosajón con todo su honor y blasón en su idiosincrasia. La novela histórica que hoy les presento fue escrita en el año de 1820. «Animaban el rústico paisaje dos personas cuyo porte y vestidos indicaban cierto aire selvático y agreste, con el cual eran distinguidos en tan remotos tiempos los habitantes de los bosques del condado de York en su parte más occidental. El más entrado en años parecía un tosco y grosero aldeano vestido muy sencillamente; vestía un gabán con mangas hecho de piel curtida, pero el uso y el roce le habían hecho perder el pelo que en un principio tenía, por lo cual no era fácil calcular a qué especie de animal había pertenecido. Le llegaba desde el cuello a la rodilla, supliendo a lo demás destinado a cubrir el cuerpo del hombre. Tenía el gabán una abertura en la parte superior, por donde pasaba la cabeza, y sin duda se vestía del mismo modo que en el día una camisa o en otro tiempo una cota de malla. Cubrían sus pies unas abarcas sujetas con correas de cuero de jabalí, y otras dos más delgadas subían hasta la mitad de las piernas y dejaban descubiertas las rodillas, según lo estilan hoy día los montañeses de Escocia». Definiría esta descripción como minuciosa y primorosa; este primer personaje es una especie de esclavo al servicio del padre de Ivanhoe, tal como aparece en un collar de cobre, donde está fijada la filiación y pertenencia de este primer individuo: “Gurth, hijo de Beowolf, esclavo nato de Cedric de Rotherwood”. Este hombre tiene su contrapunto en el otro que le acompaña, que es el bufón Wamba, otro sujeto de una característica tan destacada, que va a representar uno de los centros de la obra. “Junto a aquel guardián de cerdos (tal era la ocupación de Gurth) estaba sentado en una de las druídicas piedras un hombre que aparentaba tener diez años menos y cuyo vestido, muy semejante por su forma al de su compañero, era más rico y de una extraña apariencia; su túnica era de un vivo color púrpura, y sobre tal fondo se había ensañado su dueño pintando ciertos adornos grotescos de diversos colores. Portaba, además, una capa corta que solamente le llegaba hasta la mitad del muslo, y era de color carmesí, algo manchada y con ribetes amarillos; tan pronto se la colocaba en un hombro como en el otro, o se cubría con ella todo el cuerpo y, atendido su poco vuelo, formaba un ropaje raro y caprichoso. Llevaba adornados los brazos con unos brazaletes de plata y tenía un collar exactamente igual al de Gurth, solo que era del mismo metal que los brazaletes, y en él se leían estas palabras: ‘Wamba, hijo de Witless, esclavo de Cedric de Rotherwood”. Tras esta escena, un grupo de caminantes de la orden benedictina del Císter alcanzan a esos dos esclavos, y como en toda la obra la descripción de todos ellos es de una riqueza de detalles exultante. Estamos ante una obra impresionante, la traducción presente es encomiable. Wilfred de Ivanhoe trata de restablecer su buen nombre y de paso el de su rey; para todo ello se presenta en un torneo donde intentará dejar enhiesto el orgullo de los anglosajones frente a los dominadores normandos. El antagónico del protagonista, y como su nombre indica es un templario llamado Bois-Guilbert, quien también desea la mano de Lady Rowena, el conflicto se dirimirá en un Juicio de Dios, donde Ivanhoe resultará el vencedor, aun a costa de casi perder su propia vida. El autor trató de que esta obra acercase a sus lectores a uno de los períodos clave de la evolución humana, como es el Medioevo. Walter Scott realiza una novela histórica, sensu stricto, y por ello está obligado a aportar un 30% de aderezos novelados, que puedan rellenar la trama historiográfica del medioevo narrado. La presentación de Ricardo “Corazón de León” es majestuosa como sería de esperar para un monarca que desde la altura de sus 1,96 metros veía el mundo que le rodeaba como un torneo político. “-Y quien lo ha mandado -dijo el rey alzándose la visera- es Ricardo de Plantagenet, que está presente. ¡Conrado Mont-Fichet, válgate no haber nacido en mis estados! ¡Y tú, Malvoisin, morirás antes de una semana con tu hermano Felipe!”. Estimo que estas palabras pueden y deben animar a leer, de nuevo, una novela magistral, que ilustra con muy buen estilo, la vida de los seres humanos en el Medioevo; de todo ello es responsable Walter Scott, quien influyó, de forma taxativa, en novelistas de su época. ¡Remarcable! «Primum non nocere. Secundum cavere. Tertium sanare». Puedes comprar el libro en:
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