Velozmente, pero muy bien, habla la reconocida poeta argentina Dolores Etchecopar en su última entrega, el poemario No hables tan rápido delante de la noche (1). La vertiginosa secuencia de imágenes que nos ofrece el volumen no se funde bajo el furioso accionar de manivela de un kinetoscopio, sino que cala con precisión -pieza tras pieza de las ciento trece que lo conforman- en la sensibilidad del lector, dejando su impronta muy bien marcada. Se trata de un poemario que, como todos los de elevada factura, nos trasforma y al tiempo nos devuelve la lucidez emotiva y conceptual que, en muchas ocasiones, creíamos haber perdido al estar sometidos al trajín del mundo.
Esta alquimia -hoy, lamentablemente, tan poco usual- la genera Etchecopar merced a sus comprobadas dotes para condensar en un solo verso una pluralidad de sentidos que, de inmediato, se eslabonan con los del siguiente. Y así va elevando el andamiaje que termina por rodearnos en todas direcciones, hasta que comprobamos que estamos definitivamente inmersos en la riqueza de un discurso que jamás pierde el hilo de cuanto expone. Por el contrario: la intensidad de su poética no hace más que acrecentarse y nos lleva con ella, como el conejo blanco de Alicia lo hace con la niña, aunque en el caso de No hables tan rápido delante de la noche al roedor parlanchín lo sustituye otra figura por demás alegórica. Es el bufón, que ya nos saluda con estremecimiento y muy a lo Edvard Munch (1863-1944) desde la cuidada cubierta del volumen. Significado corporizado en una imagen, obra asimismo de la poeta, quien encima sabe también de paletas y pinceles, será nuestro Virgilio particular a través de más de cien páginas, volviendo en texto una y otra vez; “ocultándose” en las palabras solamente para reaparecer de súbito pero sin soltarnos jamás.
La diestra intercalación de la primera y la tercera persona del singular operada por la autora argentina le permite entrar y salir -siempre con nosotros detrás de ella- de su intimidad plagada de desdichas, felicidades, pérdidas y nostalgias, hacia lo objetivo y general, hábilmente diseccionado para poder así mostrar cuánto de ello opera sobre nosotros y de qué modo y cuándo. Dolores Etchecopar sabe muy bien que no somos entidades flotando sobre las cosas y las circunstancias, sino fatalmente seres atravesados por ellas hasta lo más hondo de nosotros; “la monstruosa humanidad” dice uno de sus versos (pág. 80) y esta es apenas una de sus contundentes definiciones.
Una de las mejores entregas del género en Argentina y en lo que va del año, No hables tan rápido delante de la noche termina de consagrar a una poeta cuyas obras son ya de imprescindible presencia en el anaquel de nuestras bibliotecas.
La autora
Dolores Etchecopar nació en 1956 en Buenos Aires, Argentina. Publicó los siguientes libros de poesía: Su voz en la mía (Ediciones Corregidor, 1982), La tañedora (El Imaginero, 1984), El atavío (El Imaginero, 1985), Notas salvajes (Editorial Argonauta, 1989), Canción del precipicio (Grupo Editor Latinoamericano, 1994), El comienzo (Hilos Editora, 2010), El cielo una sola vez (Hilos Editora, 2016), El deslumbramiento (Hilos Editora, 2019), y una antología de su obra: Oscuro alfabeto (Ruinas Circulares, 2012); su poesía integra numerosas antologías nacionales y de otros países del mundo.
Fue integrante del Colectivo de Acción Poética El pez que habla, en el que se exploraron nuevas modalidades de la oralidad en la lectura de poesía. Desde el año 2010 dirige Hilos Editora, sello de poesía, en las cubiertas de cuyos libros aparecen algunos de sus dibujos y pinturas.
NOTAS
(1) Hilos Editora, ISBN 978-987-3698-25-5, 144 pp., Buenos Aires, 2024. https://www.facebook.com/hiloseditora/
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