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"Mariscales del Tercer Reich", de José A. Márquez Periano

Ed. Almuzara. 2023
martes 20 de agosto de 2024, 21:20h
Mariscales del Tercer Reich
Mariscales del Tercer Reich
La imagen de portada de este libro es de una elegancia destacada, presenta la imagen de uno los íconos de los generales o mariscales del Tercer Reich, siempre discutido y discutible por la historiografía del siglo XX bélico, entre los años 1939 y 1945, luego asesinado u obligado al suicidio por los generales Wilhelm Burgdorff y Ernst Maisel, lacayos directos para el hecho del Führer Adolf Hitler; todo este preámbulo se refiere al Mariscal de Campo Johannes Erwin Eugen Rommel “El Zorro del Desierto”.

En el ejército alemán del Kaiser Guillermo II ya existía el empleo militar de Mariscal de Campo, que provenía de la tradición del Reino de Prusia, Estado tan militarizado que ha podido tener influjo esencial en el devenir alemán de la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945. Dentro de las diversas fuerzas armadas alemanas, el puesto de Mariscal de Campo siempre ha estado presente, y daba u otorgaba absoluto prestigio. Ya en otros estados, como por ejemplo en la Inglaterra del gran soberano Enrique II Plantagenet existe ese empleo militar, en el ‘MEJOR CABALLERO DEL MUNDO’, Guillermo “el Mariscal”. En el siglo XVII se hallan citados más de 80 Junkermans que han podido obtener este rango en el Imperio de Alemania.

«¿Cuántos y quiénes fueron los mariscales del Tercer Reich? ¿Qué cualidades se necesitaban para ostentar el bastón o marschallstab? ¿Qué responsabilidad y beneficios tenía ser un generalfeldmarschall? El nombramiento de un mariscal era potestad de Adolf Hitler y se basaba en méritos militares, políticos… o en mero oportunismo. Si durante la Primera Guerra Mundial el Kaiser solo designó a cinco oficiales (excluyendo ascensos honorarios a miembros de familias reales y oficiales extranjeros), el Führer ascendió a tal rango hasta un total de veintiocho: 9 del Heer, 6 de la Luftwaffe, 2 de la Kriegsmarine y el honorífico von Böhm-Ermolli. Algunos pasarían a la inmortalidad militar como Erwin Rommel (el famoso Zorro del desierto), Walther Model (quizá el oficial más habilidoso de la Wehrmacht), Erich von Manstein (uno de los militares alemanes más respetados y admirados) y otros de infame recuerdo como Friedrich Paulus (el responsable del 6º Ejército durante la batalla de Stalingrado). Estos señores de la guerra tuvieron a millones de hombres a sus órdenes y sus consignas decidieron el rumbo de la contienda. Ampliamente condecorados se convirtieron en la espina dorsal de las grandes operaciones de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial atreviéndose, algunos, a cuestionar la intromisión del propio Hitler».

Todo tiene un momento de inflación importante, que inclusive destroza a los pseudoderrotados alemanes del año 1918, en el aspecto psicológico de sentirse como pueblo o como seres humanos. La República de Weimar fue incapaz de defender a su pueblo, los socialistas y judíos lo intentaron, ¡por supuesto!, pero fueron pisoteados por los vencedores; en ese caldo de cultivo se encontraron nadando de forma asequible para sus más autoinalienables derechos, los grupos nacionalistas más aberrantes, uno de ellos sería el NSADP o Partido Nacional Socialista Obrero Alemán o de los Trabajadores alemanes, quien dentro de sus filas presentaba un batiburrillo de seres de izquierdas y de derechas que, es obvio, que terminarían en plena y total colisión. La maquinaria bélica germana fue reducida hasta la ridiculez de unos 100.000 soldados, genocidio puro y duro como en el caso de la destrucción amoral de Cartago por parte de Roma. Es lógico pensar, que en esta situación tan minimizadora, los oficiales alemanes de alto grado eran meramente honoríficos.

Aunque, sí deseo especificar que uno de sus héroes de la Gran Guerra llegaría a ocupar la presidencia de esa nueva Alemania, decrépito por antonomasia, y que hizo más daño que otra cosa, siendo el responsable por acción o por omisión del ascenso al poder del denominado como ‘cabo bohemio’ Adolfo Hitler, me estoy refiriendo a Paul von Hindenburg, quien ganó las elecciones y que todavía despertaba simpatías entre los súbditos alemanes de este desdichado momento histórico. Cuando el vetusto presidente fallezca, un manipulador Hitler conseguiría suplantarle, tras su muerte del 2 de agosto de 1934; aunque el nuevo conductor de los alemanes ascienda de forma paradójica al poder, y ya está preparando la gran conflagración bélica del siglo XX; pero conoce que el ejército alemán cuenta con algunos oficiales de muy alta graduación, que no están dispuestos a seguirle en la locura criminal que anuncia. Dos los eliminará, por medio de arteras maniobras, los generales Von Frischt y Von Blomberg, mientras que Ludwig Beck se apartará por considerar que las reivindicaciones de su patria son amorales. El III Reich alemán se militarizará a marchas forzadas, tras convertir en algo inaceptable el malhadado Tratado de Versalles, la humillación contra los alemanes de forma paradigmática. Sea como sea, los oficiales germanos no contemplaron con rechazo los planes de enaltecimiento del Führer Adolf Hitler, ya que ellos estaban a favor de la tradición militar prusiana.

Muchos oficiales del Estado Mayor del periodo de entreguerras habían recibido una instrucción militar prusiana y fueron oficiales que combatieron en la Gran Guerra. Como ya sabemos en el Ejército alemán era costumbre que los oficiales solamente pudieran ser ascendidos a mariscales de campo durante un conflicto, norma que Hitler no respetó dado que ascendió a varios generales en 1936 y en 1938. Por supuesto, este rango también llegaría a ser alcanzado por otros oficiales alemanes que combatieron en la Segunda Guerra Mundial tal y como veremos más adelante”.

Hitler necesitaba tener fieles y contentos a sus generales, por lo tanto, para ello debería saltarse a la torera el hecho legal y ascender, aunque fuera en tiempos de paz, a oficiales al empleo de Mariscales de Campo. Aunque, todo en él, como en ese otro criminal genocida que fue Stalin, tiene siempre una tendencia irrevocable hacia la victoria militar. Hitler, como Stalin, odiaba al Alto Estado Mayor, en el caso del dictador austriaco al de la Wehrmacht, sobre todo del Heer, por lo que sí ascendía a alguno de ellos, a esos los tendría a su favor, verbigracia Von Reichenau.

De esta forma y cambiando el juramento de las fuerzas armadas obligando al ejército a jurarle lealtad, además del esfuerzo económico para rearmar a Alemania, Hitler consiguió el apoyo casi incondicional del estamento militar. Durante la Segunda Guerra Mundial su victoria sobre Polonia y su sorprendente victoria sobre el ejército francés en tiempo récord le convirtieron prácticamente en una figura intocable”. Este preámbulo nos aproxima, con toda ilusión, al estudio analítico de este libro sobresaliente, al que dedico todos mis parabienes, por ser un nuevo estudio sobre esa figura militar controvertida en la Wehrmacht, entre 1939 y 1945. «Iurare iussit numquam me in amicitia cum romanis fore. ET. Diuide et impera».

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