No puedo resistirme, desde mi predilección histórica hacia los hombres y mujeres de Cartago/Qart Hadash, para indicar que la introducción de la obra es una de las mejores sobre el enfrentamiento genocida entre Roma y Cartago, en tres guerras romanas o púnicas, que finalizó con uno de los genocidios criminales mayores de la Historia, y que conllevó el exterminio final de los púnicos para siempre. Me gusta tanto el texto de Aristóteles “el Estagirita” en su obra Econ., que no puedo por menos que citarlo, ya que define el comportamiento de los púnicos en la guerra.: “El uso del vino vuelve insolentes incluso a los hombres libres, de modo que en muchos se abstienen de él, como hacen, por ejemplo, los cartagineses cuando están de campaña”. Al finalizar la denominada como Primera Guerra Púnica o Primera Guerra Romana, que nunca consideraron los Barcas y sus apoyos populares, que se hubiese perdido, la economía cartaginesa quedó diezmada, ya que además de perder sus territorios sicilianos, de paso la sevicia romana aprovechó la ruina económica y moral de sus enemigos, para domeñar Cerdeña y amenazar a los africanos con que cualquier intento de recuperación de la isla conllevaría otra guerra. Roma estaba pletórica de dinero, ya que los miles de talentos obtenidos, manu militari, permitían a los hombres del Tíber muchas alegrías militares y de conquista. Las reparaciones de guerra ascendían a 3000 talentos eubeos, unos 3 mil millones de pesetas; y desde la Balanza o el Senado de Cartago se observaba con terror que sus irredentos enemigos estaban a un tiro de piedra marino, y muy cerca de sus dominios norteafricanos. «Esta obra es la continuación del ensayo dedicado a la historia de Cartago, titulado: ‘Qart Hadast’. El imperio cartaginés hasta la Primera Guerra Púnica, que analizaba su ancestral origen fenicio, su fundación por parte de colonos provenientes de Tiro, su posterior desarrolla hasta dominar gran parte del Mediterráneo occidental, y su primer enfrentamiento con Roma durante la Primera Guerra Púnica, hasta la posterior Guerra de los Mercenarios. Cartago sufrió una derrota catastrófica que aparentemente ponía fin a sus ambiciones expansionistas, pero los púnicos estaban decididos a recuperar su antigua gloria. En este momento tan crucial retomamos nuestra historia, en la que narraremos la conquista cartaginesa de la península ibérica, los sucesos que desencadenaron la Segunda Guerra Púnica, las operaciones militares dirigidas por Aníbal hasta su derrota en Zama y, finalmente, los acontecimientos posteriores que precipitaron la destrucción de Cartago a manos de Publio Cornelio Escipión Emiliano, durante la Tercera Guerra Púnica. Mi intención fue siempre escribir un relato completo sobre la extraordinaria civilización cartaginesa, que por fin queda concluido con este nuevo ensayo. Cartago bien lo merece, a pesar de la opinión que siempre defendió Catón». Por todo lo que antecede, si Cartago deseaba volver al lugar que, según ellos estimaban, la historia les había asignado, era preciso y urgente la obtención de nuevos lugares de influencia, donde ellos conseguirían con su inteligencia comercial preclara volver a resurgir; pero existía una condición sine qua non, que estribaba en no tener ningún lugar de roce, por pequeño que fuese, con los intereses donde estuviesen los romanos y sus peligrosas y orgullosas legiones. Existía un lugar poco explotado todavía, que tenía relaciones y fundaciones fenicias, tales como Gadir o Ebussus o Malaca, y ninguna con los romanos, salvo alguna vinculación de una laxa alianza política. “Fue en este escenario donde la familia Barca se erigió como la protagonista que conseguiría la recuperación de Cartago tras las pérdidas sufridas, propiciando que la capital púnica volviera a alcanzar una posición predominante en el concierto económico, político y militar de la Antigüedad, a través de un nuevo proyecto expansionista. A pesar de todo, al menos inicialmente, sus impulsores no contaban con el apoyo de los sectores tradicionalistas de la ciudad (dedicados a la explotación agraria y cuyas cosechas solían ser confiscadas para el aprovisionamiento de tropas), que veían en esta nueva aventura bélica un posible peligro para el desarrollo y la recuperación comercial”. Amílcar Barca nunca había sido derrotado por los romanos, y esto conllevaba que generase una gran confianza entre las gentes de su metrópoli, las clases medias y los comerciantes le apoyaban sin fisuras, le consideraban el salvador de su pueblo, y bien que lo había demostrado en la guerra contra los mercenarios, la llamada guerra inexpiable. Sea como sea, la Balanza o Senado de Cartago puso a disposición del Pater-Familias de los Barca todos los recursos militares y económicos precisos para que pudiese llevar a buen puerto sus proyectos ibéricos. En la urbe norteafricana quedaba uno de sus grandes enemigos, que siempre incordiaría para disminuir el prestigio de esa familia, se llamaba Hannón el Grande, y no tendría inconveniente en unirse o en llegar a intrigar hasta con los propios romanos. Como era de rigor entre los púnicos, Amílcar incorporó a sus tropas a un importante contingente de soldados profesionales o mercenarios. Los Barca siempre fueron una familia muy unida, sin la más mínima fisura. Las tres hijas mayores se casaron con Bomilcar, Asdrúbal Janto o el Bello y el príncipe númida Naravas, probablemente la pequeña se llamase Salambó; un sobrino Hannón iría con su tío Aníbal hasta Italia. Los tres hijos varones estarían siempre muy unidos, desde Aníbal “el Grande”, este matrimoniado con la princesa Himilce de Cástulo, Asdrúbal Barca y Magón Barca. Además, le proporcionaron 30 barcos de guerra, caballería númida y un grupo de elefantes. “Más que una campaña expansionista, la misión parecía una empresa con miras dinásticas, cuya finalidad última, ideada por Amílcar, nunca conoceremos debido a su repentina muerte. En el caso de buscar la preparación para un futuro enfrentamiento con Roma, su testigo sería recogido por su hijo Aníbal (cuyo paralelismo con Filipo II de Macedonia y su hijo Alejandro parece evidente en el sentido de continuar ambos con las empresas iniciadas por sus progenitores, y con bastante éxito, además). Este llevaría hasta sus últimas consecuencias la revancha que, sin duda, latía en el corazón de todos los cartagineses por las humillaciones y pérdidas que los romanos les habían infligido durante el anterior conflicto”. Durante unos ocho años, hasta el año 229 a.C., Amílcar Barca fue creando las condiciones necesarias para que se pudiera contar con todo tipo de apoyos humanos y económicos, y de esta forma poder tener posibilidades de rehacer, en todos los sentidos, a la propia Cartago. Además, de esta forma el resto de la familia, sus tres ‘leoncillos’ y su yerno, irían cogiendo las necesarias formas políticas y militares para poderse enfrentar, de forma exitosa, contra Roma. Pero, siempre el azar no beneficiará a los cartagineses, ya que Amílcar fallecerá en un río, al intentar salvar a sus hijos, y Asdrúbal Janto sería asesinado por el esclavo de un régulo muerto por este personaje. Ya está, por elección del propio ejército, Aníbal en el cenit del mando militar cartaginés en Iberia. Mientras todo esto estaba ocurriendo, Roma recibiría toda la información necesaria para que se preocupase por la nueva pujanza de su irredento enemigo púnico. El resto está en el libro, extraordinariamente narrado, que, recomiendo, sin ambages. «Diaboli tremens et diem iudicit terriblem tremens. ET. Miles factus». Puedes comprar el libro en:
Noticias relacionadas+ 0 comentarios
|
|
|