Queda la soledad inevitable del calendario que sí va pasando, con atizadores de la estufa que pueden ser y servir como arma cuando ya no se puede prescindir del ayer y se ha frustrado el futuro.
Solo queda preguntarse, ¿hubo infancia en esa casa alguna vez? En este pueblo donde todos escapan, donde todos saben de todos, pero todo se oculta y, para una vez que alguien considera a la hija “La reina de la belleza de Leenane” y es capaz de sonreír y acomodarse a una esperanza, la ocultación, los engaños, el egoísmo, la venganza, se cobrarán su tributo.
En un texto de Martin McDonagh, que entronca, quizás, con Agosto (condado de Osage) de Tracy Letts, y donde los personajes no dejan de ser náufragos en un ambiente de soledad inhalando el no me queda otro remedio.
Soledad frente a frente, sin sueños, que estallará en batalla porque la condena está dictada de antemano en sus relaciones.
Las dos intérpretes principales, María Galiana y Lucía Quintana asumen sin posibilidad de escape esas heridas conjuntas de maltrato mutuo. En una época en el que el tiempo, como hemos dicho al principio, se ha disecado dentro de la estancia y da sus últimos estertores en la voz de un transistor que tampoco las devuelve a la realidad.
Las dos salen mal paradas como personajes, pero las dos actrices se crecen en un alarde interpretativo de tallos de rosas sin rosas pero con espinas. Las dirige Juan Echanove como un tahúr con la habilidad de la experiencia apostando fuerte por esa encrucijada entre madre e hija. Los dos personajes masculinos, Javier Mora y Alberto Fraga, insertan un aire fresco en el ambiente enrarecido. Vienen a poner paz, sin saberlo.
Salen a relucir desafectos, desgracias, endurecimiento del corazón y una historia que sangra desde el principio. Realismo derramado por el ambiente sórdido de la propia sociedad en la que viven, en el paro, en la pobreza, en la desafección, en las envidias y en los deseos de salir corriendo a la mínima.
El público está atento al desarrollo de la acción y los diálogos, y no sabe si volcar su predilección, es decir, si creer más a la madre o mejor a la hija pues, con habilidad, el autor traza ambos perfiles con idéntica intensidad dramática en un duelo donde solo vencerá la desgracia.
FICHA ARTÍSTICA
LA REINA DE LA BELLEZA DE LEENANE
Dirección - Juan Echanove
Adaptación - Bernardo Sánchez
Producción - Okapi Producciones
Diseño de escenografía - Ana Garay
Reparto: Marí Galiana, Lucía Quintana, Javier Mora, Alberto Fraga
Espacio: Teatro Infanta Isabel