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"Masnái", de Josep Carles Laínez

Olé Libros. 2024
domingo 14 de julio de 2024, 11:15h
Masnái
Masnái

Josep Carles Laínez se adentra con Masnái, palabra celtíbera que significa “con desgarro”, en el género de la poesía breve (haikus, aforismos y diferentes pensamientos y reflexiones cazadas al vuelo). Un libro de versos que gira en torno a las cuatro estaciones del año, pero que lo hace de un modo desenfadado, contundente, y a la vez íntimo y personal.

El poemario aparece dividido en cuatro grandes secciones. En la primera de ellas, “El sonido de la luz”, se produce una clara correspondencia con la primavera, estación en la que nuestro sentir sensorial y anhelos están más despiertos y aparecen a flor de piel (“Subo la escalera / de dos en dos./ No hay mañana.”). Esta es, además, una de las partes más espirituales, en la que late con fuerza el poso de lo inefable: “Las hormigas trepan / por el collar de cuentas / como queriendo rezar”, nos dirá, entre otras cosas, el poeta.

En el segundo bloque, titulado, “Martinis”, el yo lírico hace referencia a la estación del verano, y con ello a un tiempo de disfrute y de relax, y será en este apartado donde más se hará notar el afilado sentido de humor del Laínez y quedará más patente su semblante desinhibido, de hecho, habrá palabras clave como frontón, piscina o simplemente veremos aquí bien reflejado el arte de no hacer nada o el placer de la gula: “Ruido en el estómago. / Me debato entre otro verso / o comer algo”.

Y es que como todos sabemos el verano es tiempo de vacaciones, de desconexión, de siestas interminables, de diversión, de juego, de hecho, más de una vez el autor plasmará mediante la narración de un suceso cotidiano al que le suma, además, los recursos de la personificación y el humor algún que otro cuadro o escena vivida por él, aparentemente, solo aparentemente, insignificante o anodina: “Se me cae una aceituna / y rueda por el suelo. / Como si huyera.”

En la tercera parte del libro, “La bella molinera”, los versos guardarán esta vez conexión con el otoño. Un periodo especialmente indicado para la paz y el recogimiento: “La nieve / en el parabrisas / perdiéndose…”. Aquí cabe señalar que el yo lírico emplea con profusión el signo ortográfico de los tres puntos, y lo hace para recalcar y reivindicar el silencio, la calma, la lentitud y sobre todo lo sugerido, pero no expresado de manera explícita, ya que el autor desea dejar un amplio margen a la interpretación del lector.

Y, por último, tenemos el bloque Masnái como el título del poemario, y que alude al invierno. Esta será la parte más crucial de todo el libro, en la que Laínez se nos muestra, además, más sincero y en la que más afloran la verdades y revelaciones como haciendo recuento de su vida: “El viejo toldo a jirones, / pero entre los desgarros / el cielo.” En este conjunto de poemas tendrá cabida lo árido, lo hostil, lo feo, el paso del tiempo, la vejez… estos serán algunos de los temas que se irán sucediendo, pero siempre abordados desde la profunda reflexión y belleza, y recursos como las deixis, el paralelismo y el humor intensificarán dichos mensajes: “Antes, la noche. / Luego, la noche. / El día es un picor”

En esta última parte es donde residen algunos de los versos más significativos del libro. Y también será el momento en el que Laínez más nos hable de la poesía, de la escritura, de los libros, de esa tabla de salvación que a veces suponen: “Aguardo el verso / como un perro / a su amo”, o “Levantarse para escribir. / Como si la cama / te hubiese dictado.”

Un poemario sereno y salvaje a la vez, repleto de versos inclasificables, pero sin duda hermosos. Poesía cargada de fuerza y significado, versos escritos con vehemencia y desgarro como si no hubiera un mañana...

Un diario de momentos poéticos inolvidables, que brillan con luz propia y nos relatan una sucesión de vívidos instantes que no debemos perdernos.

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