Un personaje oscuro en busca de un algo mítico: el inicio de tantas aventuras. ¿Cómo surgieron el protagonista y su objeto de deseo? Jose Gil Romero (JGR): El protagonista siempre busca algo, siempre quiere conseguir algo. Recuerdo que nos costó mucho encontrar el objeto mítico que perseguía nuestro Fernando Corregidor y Valiente, hasta que dimos con el Árbol perdido del Paraíso e hicimos que eso entroncara precisamente con el trasfondo de la trama. Pero nos llevó meses dar con ello. Luego hemos visto en muchos documentales que es un problema que tuvieron los creadores de Indiana Jones, porque, después del arca, nunca terminaron de dar con ese objeto tan mágico y evocador como aquel, que sirviera de cebo para sus historias. Pienso en personajes como Indiana Jones en busca del Arca perdida, pero no sé si el paralelismo va mucho más allá… JGR: Va tan allá como que es una fuente de inspiración directísima. Y no solo él, sino Spielberg, que es una fábrica de ideas y de inspiración inagotable. Recuerda, sí, a ese estilo de peripecias desenfadadas, llenas de heroicidades, de amor, de persecuciones y misterios. ¿Quién no querría eso para su novela de aventuras? ¿Qué es el Árbol perdido del Paraíso? Goretti Irisarri (GI): Es un misterio. Se trata de un árbol cuyo fruto transmite el Conocimiento. Lo de que es un manzano pertenece a mitos posteriores. Adán y Eva fueron castigados por haber comido el fruto, es decir, por querer saber. Dios les expulsó del Paraíso y les condenó a olvidar el camino de vuelta. 1493 es el perfecto momento para volver a comer el fruto del Árbol: con Colón acabamos de pasar de la Edad Media a la Edad Moderna. El Árbol es uno de los misterios de la novela y creo que lo hemos resuelto de manera bastante sorprendente. Corregidor y Valiente no es un personaje sin tacha, tiene las manos manchadas de sangre… Supongo que la elección de los apellidos no es casual… JGR: Nos hacía gracia imaginar a Fernando escogiendo los apellidos falsos con que vive en esta etapa de su vida, ya que lleva años cambiándolos a menudo. Él, de hecho, da una explicación de por qué escoge esos precisamente, pero para conocerla ¡hay que leer la novela! Embarcáis a vuestro personaje en el segundo viaje de Cristóbal Colón. ¿Por qué en ese, y no en el primero? GI: Era apenas conocido y además contenía una historia fascinante, la del Fuerte Natividad. Durante el primer viaje, ya en las Indias, se hundió la nao Santa María y Colón tuvo que dejar atrás a varios hombres. Les prometió volver enseguida y los dejó protegidos en un fuerte, el Natividad. Colón sabía que tenía que volver rápido: los nativos no eran tan pacíficos cómo él había dicho. Por eso el segundo viaje fue tan pronto, en 1493. Cuando al fin llegó, algo espantoso había pasado. El protagonista viaja por el mundo conocido entonces, y se embarca hacia el que se acaba de conocer. ¿Cómo era esa época? JGR: Básicamente era un mundo salvaje lleno de gente hambrienta y desesperanzada. Un mundo peligroso, que a nosotros como autores nos permitía mil y una penurias donde embarcar al protagonista —ya sabes que cuanto peor lo pasa el personaje, mejor lo pasa el lector—. Pero no solo eso: todos aquellos desheredados de la tierra se afanaban por llegar a algo, por tener algo, por salir de la pobreza, por dejar atrás la guerra y la miseria. No dudaban en embarcarse en aquellas bañeras y recorrer el océano, con mucho riesgo para su salud y para sus vidas. Es, en particular esta, una época ideal para reflejar lo peor y lo mejor del espíritu humano. La notable galería de secundarios nos permite acercarnos a perfiles propios de aquel tiempo. ¿Cómo los elegisteis y cómo los escribisteis? JGR: Nos divierten muchísimo los secundarios: creo que era Berlanga, ¿no?, el que decía que tanto mejor era la peli cuanto mejores eran sus secundarios. Procuramos siempre hacer personajes muy carismáticos, tanto que a veces recuerdan un poco a personajes de comic; muy potentes y memorables. A veces imaginamos a actores famosos que los interpretan, como en este caso a Marlon Brando haciendo de Conrado Racú. Y también nos atrae mucho sacar a personajes famosos de la época para que hagan su cameo; personajes que permitirían lucirse al actor que les diera vida. Aquí tenemos a Colón, a Torquemada, al rey Ferrante… Seguro que los lectores se van a divertir mucho con ellos; son tan interesantes que al protagonista siempre le fastidia que le hagan sombra en sus escenas. Nuestra época es también una de grandes descubrimientos, ¿hay paralelismos posibles? GI: Por supuesto: en 1493 se estaba cambiando de era, pero ellos no eran conscientes. Quizás nuestro fruto, el que nos ha traído un gigantesco cambio en el acceso al conocimiento, sea Internet; o quizás la Inteligencia Artificial. En 1493 no parecía que aquel descubrimiento de Colón fuera tan trascendente, pero cambió los mapas, puso a la ciencia por encima de Dios y cambió la idea que teníamos sobre nosotros mismos. Comer del fruto da miedo, puede significar todo el bien y todo el mal. Escribir a cuatro manos, ¿sigue siendo para vosotros la única manera de escribir? JGR: La única no, pero la más divertida sí. GI: Todavía nos preguntan mucho cuál es nuestro método y nuestros secretillos. En el mundo del guion cinematográfico, que fue dónde empezamos, ser dos es muy habitual, pero en literatura no. Además, llama la atención que seamos hombre y mujer, pero sin ser pareja sentimental. Jose y yo somos muy diferentes, pero si quieres hacer algo nuevo, una de las esencias de la creación es unir dos caminos opuestos. Puedes comprar el libro en:
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