El nombre de Pozoblanco es evocador, pero nada que ver con la novela… También el año 1936 tiene una tremenda fuerza, al leerlo todos sacamos del magín nuestras ideas, prejuicios, conocimientos… Son muchas las heridas que no han terminado de cicatrizar y muchos los testimonios de experiencias traumáticas vividas; es complicado, por tanto, olvidar con estos elementos de base. No obstante, la generación a la que le tocó vivirlo tuvo una fortaleza y una capacidad para reconstruirse admirables. El nombre de Pozoblanco añade un matiz de gravedad adicional a aquel periodo bélico. Trabajar en dos periodos históricos plantea, imagino, retos interesantes. ¿Cómo hace el escritor ese viaje en el tiempo? Con la documentación histórica necesaria para poder crear los escenarios y la ambientación adecuada en la que situar a los personajes. En el caso de esta novela, además, en la que el perfil psicológico y emocional de cada uno cobra tanta relevancia para la historia, se hace necesario un ejercicio de empatía excepcional. La mente, la imaginación y, sobre todo, el corazón deben transmutarse para sentir, en propia piel, las emociones de las protagonistas en cada momento de sus vidas, y poder transmitírselas luego al lector. Un secreto. Imagino que ni puede ni quiere revelar nada, pero ¿qué supone guardar un secreto durante tanto tiempo como lo hace la protagonista? Es como vivir, de manera constante, con una llama dentro que amenaza con quemarte; una llama que te altera las emociones, condicionando tus decisiones, tus actos, tu manera de sentir y, en definitiva, tu vida y la de los demás. Quizá haya ocasiones en las que, al final, consigas enterrarlo; en otras, te va quemando cada vez más hasta que acabas por revelarlo. Es una historia de mujeres fuertes… Hay preguntas que no dejamos de hacernos: ¿por qué las ideas de otros nos arrebatan el derecho a vivir tal y como somos? La clave está en el peso que adquieren esas ideas cuando son compartidas por una mayoría, aunque estas sean erróneas. La presión, en tal caso, sobre aquellos que pretenden caminar a contracorriente puede ser lo suficientemente fuerte como para hacerlos desistir de sus propias convicciones. Usted es psicóloga clínica, ¿le ha dado la práctica profesional muchas historias silenciadas que ahora podría contar? No ejerzo la Psicología de manera profesional. No me cabe duda de que, si lo hiciera, habría sido testigo de muchas historias silenciadas; pero no es necesaria la práctica de esta disciplina para encontrarlas. Basta con observar, saber escuchar a quienes tenemos alrededor, leer, atender a la crónica social e incluso imaginar un poco para encontrar historias silenciadas dignas de ser noveladas. ¿Hay un propósito terapéutico en su literatura? No lo busco intencionadamente, pero admito que me gusta plantear, sin posicionarme, puntos de vista diferentes ante una misma situación para forzar al lector a reflexionar, o bien, para hacerlo empatizar con los personajes y la tesitura en la que se encuentran. Identificarse con ellos podría tener efectos terapéuticos, aunque esa no es una pretensión directa. Puedes comprar el libro en:
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