La dotación del Premio Goncourt es de 6000 francos, lo que al cambio viene a ser unos 10 euros. Sin embargo, ha sido tal el volumen de ventas de su libro que le ha dado para comprar una casa y no tener problemas de dinero. En Francia, ha vendido 650000 ejemplares así que hagan cálculos y verán sus pingues beneficios. “Ahora estoy más tranquilo”, afirma con razón este escritor que viene del mundo del cine. Dirigió varias películas, pero ya no está dispuesto a hacer más. “Yo toda mi vida he escrito, no he tenido otra profesión y ahora es maravilloso para mi ver como el libro me hace viajar por el mundo”, cuenta risueño.
“Cuando publiqué mi primera novela, entendí que es lo que quería haber hecho siempre, y recordé que, con nueve años, quería ser escritor. Nunca he dejado de escribir. Hice estudios de los llamados serios, de Ciencias Políticas, para darles gusto a mi familia, pero antes de acabar estos estudios me hice traductor de inglés a francés para poder ganarme la vida. En ese momento, el cine me parecía más sexy, más glamuroso y más divertido que la literatura. Estuve 20 años en el cine que han sido en realidad mi escuela, mi formación; en el cine, todas las ideas tienen un coste financiero. En la literatura, no”, recuerda Jean-Baptiste. Es lo que tiene el cine, que hay que ajustarse a un presupuesto. “Siempre me estaba autocensurando. Entonces, cada vez lo iba haciendo más. Cuando escribía guiones, pensaba que iba a ser demasiado caro de producir. Así que llegado cierto momento me entraron ganas de volar. Quizá por eso haya en mi novela personajes que vuelan o tratan de volar”, expone de manera fluida. “En 2016 me vino la idea de Ma Reine, mi primera novela, y la frustración que tenía con respecto al cine fue la chispa que me hizo explotar, cuando la escribí experimenté una alegría inmensa, una sensación de libertad increíble y supe en ese momento que el cine ya se había acabado para mí”, recapitula el escritor que ha publicado cuatro obras. La última, ganadora del Goncourt y ha conseguido lo que no hicieron las anteriores: ser un éxito de ventas a nivel popular. En su opinión, “en una novela puedo meter toda mi visión del mundo mientras que en el cine es demasiado complejo. Hay demasiada gente entre una idea y su ejecución. Con el libro no hay nadie entre yo y las páginas. Este es el primer libro que he escrito que no tiene límites. En los tres anteriores, que me encantan, me impuse límites de temporalidad narrativa, límites geográficos, a menudo son lugares cerrados para estar seguro de que controlaba bien la técnica narrativa en un marco reducido y, por último, decidí escribir este libro que no tiene límites geográficos ni temporales y que se desarrolla en todo un siglo”. Su literatura es muy visual y cinematográfica, algo que no ha sido intencionado. “Solo cuento una historia con un medio distinto; no pienso en el cine cuando escribo y tampoco tengo ganas de volver al cine. no tengo el sueño de que se adapten mis libros al cine, no tengo esa fantasía; mi fantasía es la novela. Pero, efectivamente, creo que sí me he quedado con el ritmo del cine. Soy sensible al hecho de que, en la actualidad, nuestro ritmo de lectura se ve influenciado por el ritmo del cine cuando se lee. Necesitamos que las cosas se desarrollen más rápido y el libro me permite ser lento cuando quiero” analiza su estilo. “La imagen le pertenece a la literatura y no tanto al cine”Siempre se hace la misma pregunta cuando escribe: “¿Cómo puedo decir algo de la forma más concisa posible? Digo lo que tengo que decir, y si la idea está en el papel, dejo que sea el lector el que siga desarrollando esa idea. Para mí, la imagen le pertenece a la literatura y no tanto al cine. pero el ritmo sí que es el del cine. Por eso, creo que lo que mis novelas le deben al cine es más bien esta idea del ritmo y el montaje, pero es cierto que mi mente sí que funciona mucho por imágenes”, elucubra Jean-Baptiste Andrea. Aunque la historia se desarrolla a lo largo de un siglo, no considera que sea una novela histórica. “No, me gusta la idea de novela histórica porque me hace pensar en alguien que hace muchísima investigación y que luego quiere rentabilizarla y que ofrece demasiados detalles. Y no van derechos a la idea. Yo tengo ganas de hablar de la vida, de lo que es un ser humano y la historia de dos seres humanos extraordinarios y la gran historia en la vida cotidiana solo ocurre de vez en cuando, y en este libro es así. La historia que yo cuento es su pequeña historia. Es pequeña, pero es grande” sostiene.
“Creo firmemente que la ficción, la buena ficción es realidad, es verdad. Muchos lectores franceses creen que la novela es una pérdida de tiempo y tienen la sensación de no aprender nada. Por eso leían ensayos o biografías y las novelas las dejaban para las mujeres. Yo siempre he leído novelas. Mi padre siempre ha leído novelas. Entonces, pensé sobre este tema y me he dado cuenta de que ya casi nadie lee ensayos porque han perdido precisión. Hay novelas de hace trescientos años que siguen siendo totalmente pertinentes, que nos hablan a día de hoy del mundo y de nosotros mismos. Entonces, para mí la forma más absoluta, la de verdad, es la ficción, la buena ficción. Y como la ficción es verdad, puedo traer a mi ficción a personajes que han vivido realmente en la historia para darle más credibilidad,”, apunta riguroso. Cree Jean-Baptiste que la no ficción o la autoficción, muy de moda en los últimos treinta años, no es lo que quieren leer los lectores. “Lo que sí quieren leer son historias, por mucho que ciertos críticos parisinos digan que no. Hay muchos escritores que saben contar historias, pero que no las escriben bien, aquí radica el problema de la literatura. Dan una visión muy austera. Voy a dar un ejemplo más concreto: cuando gané el Premio Goncourt, hubo mucha gente que no se atrevió a leerlo y luego lo hicieron y no se atrevían a decirlo porque asociaban el premio a algo muy elitista. La frase que más oigo es: ¡no pensaba que me iba a gustar un Goncourt! O que, podría llegar a entender un Goncourt. Y esta imagen se asocia a una idea muy potente. Hay que romper con eso”. “Los hechos que cuento en Cuidar de ella tienen reflejo en la actualidad. Los movimientos son los mismos, pero de todas formas, sabemos que la historia se repite y que hay grandes periodos de frustración y sufrimiento que cuando no están suficientemente alejados del periodo de crisis, la gente olvida que se puede convertir en algo sumamente peligroso. Pero yo creo que nada es inevitable. Así que tenemos el poder, a través de la votación, a través de nuestra voz, a través de nuestras palabras, de impedir o de luchar contra estos movimientos”, comenta el autor francés. Para Jean-Baptiste, “toda buena novela tiene que tener una historia de amor. Nuestras vidas giran en torno al amor, es un resorte novelesco muy potente porque es el sentimiento que lleva a todos los demás sentimientos. Voy a retomar un poco la política, pero es el amor o la ausencia de amor precisamente lo que lleva a alguien a la extrema derecha. A través de esta mujer, reflejo la sociedad, reflejo la historia, es un libro con muchas emociones y valores, de no límites…” Para concluir una conversación que podría durar horas nos habla de su protagonista Viola. "Es de ella de la que he querido hablar en primera persona, por eso me he encarnado en Mimo para hablar de ella. Mimo se parece a mí y se parece a todos los hombres de hecho, es un poco torpe, un poco idiota, pero tiene un poco de talento y quiere mejorar y aprender y ser guiado por esa chica genial. A mí, me han guiado mujeres geniales. Soy menos tonto gracias a las mujeres”, finaliza Jean-Baptiste Andrea. Puedes comprar el libro en:
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