Su lenguaje, propio de la antipoesía, o más bien perteneciente a la poética de la conciencia, juega con imágenes, se burla, llora. Humor negro, sátira y melancolía, trabaja la paradoja (“¿Falta mucho para que termine pronto?”, pág. 19), mezclando lírica urbana y fragmentos de la cultura porteña. Rolando es de Buenos Aires y argentino de pura cepa. Su poesía produce al lector un dejo de inquietud e incomodidad, como las moscas a Dalí. Entre fantasmas y aseveraciones, su ironía interroga. Asociación libre, como en el diván en sombras (cuando todavía no alumbra ¿ni el pre – consciente?), en Revagliatti esta forma irracional del pensamiento, no por ello menos válida y verosímil, se pasea ante nosotros y denuncia: la estupidez, las pretenciosas baratijas que circulan, el amor/no amor; la pasión añorada, la emoción reprimida y a punto de estallar.
Siempre, desde un resto... ¿Resto o sobrante, falta o exceso? porque la pregunta decisiva en “Ojalá que te pise un tranvía llamado Deseo” es si aquella cita, “La pulsión me ceba al alba demasiados mates” (pág. 23) ¿es pulsión de vida o pulsión de muerte? El poeta, en efecto, aletea desde el yo, remite al ello que vuela, aunque denuncia puntería de su buen cazador (pág. 49). Asimismo, a Peter Pan no le dan pan, a Peter Hueso (la vejez), ni hueso, y ambos se cortaron el pescuezo (pág. 36) … En este sentido Revagliatti, a mi juicio, rescata la modernidad. Asombran sus versos de alta calidad, surrealistas - entre infames y tristes - en una época en la que se componen demasiados versos, se ríe poco, se piensa menos y se publica mucha banalidad.
*Jurista. Narradora, ensayista, semióloga argentina.
Editorial Leviatán, Buenos Aires, 116 páginas, junio 2024.