Es profesor universitario, Catedrático de Teoría de la literatura y literatura Comparada en la universidad de Valladolid ¿a lo largo de sus años de enseñanza ha notado un cambio en el uso de la palabra? Es una pregunta de difícil respuesta rápida, porque requiere matizaciones. Puedo decir que, aunque he asistido a un constante deterioro de la capacidad expresiva, argumentativa, interpretativa en el alumnado, eso ha sido en general. Pero también he visto un interés creciente en ciertos grupos de estudiantes por el discurso retórico. Lo he constatado en mis alumnos de las clases de retórica, a las que venían no sólo los alumnos de Teoría de la Literatura (por ser asignatura obligatoria) sino de otras especialidades como periodismo, filosofía pura, filología inglesa y alemana, y no sólo de letras. Me han solicitado cursos de retórica, por ejemplo, alumnos de la Facultad de Económicas. ¿Conocen las nuevas generaciones qué es la retórica? Hace mucho tiempo que no se da retórica en el bachillerato. Sólo en la universidad se ha recuperado, pero poco. Aunque desde hace tiempo la sociedad mediática está reclamando el aprendizaje del discurso público con intención persuasiva. Se ve en la proliferación de ligas de debate. Algunos de los actuales políticos se han fajado en las ligas de debate de sus universidades, aunque lamentablemente el nivel discursivo de nuestros políticos actuales sea lamentable en general. ¿Cómo se trasmite la retórica? La retórica es un aprendizaje. Existen unas bases teóricas de cómo se construye un discurso, cuáles son sus partes, los distintos tipos de discurso público y sus características. Y luego tenemos la parte práctica, porque hay que aprender partiendo de esas bases a hacer discursos retóricos, un proceso que consiste en elegir un asunto social y defenderlo (o todo lo contrario), argumentando nuestro punto de vista al respecto. Eso requiere estudio y sobre todo mucha práctica. Cuando uno conoce las estructuras, los modos de argumentar, se hace fácil ver cómo de bien o de mal lo hacen los otros, y podemos criticar sus errores o sus intentos de convencernos con añagazas o falsas argumentaciones. La construcción del discurso retórico obliga a reflexionar sobre la causa (el asunto) del discurso, a meditar las mejores argumentaciones, la mejor estructura, para que quienes lo reciban se convenzan de nuestra postura y la respalden. La retórica exige justamente lo contrario de lo que está sucediendo. No hay prudencia ni reflexión. Todo el mundo se permite opinar de todo y nadie le pide cuentas de su ignorancia. ¿Evoluciona la retórica con el paso de los siglos? La recuperación actual de la retórica comenzó que una dedicación extraordinaria a la argumentación discursiva, y la teoría de la argumentación evolucionó mucho en las últimas décadas del siglo XX. También ha ayudado a la nueva retórica el actual análisis crítico del discurso, que es una disciplina muy desarrollada, especialmente en el ámbito anglosajón, y con espléndidos resultados. La retórica que yo propongo para hoy es una retórica que bebe de muchas fuentes, del constructivismo, del análisis crítico del discurso; vamos, que tiene clara vocación interdisciplinar. ¿Las redes sociales han cambiado el modo de usar el lenguaje? Han deteriorado el uso del lenguaje. Lo propio de las redes sociales es un discurso fragmentario, lleno de eslóganes llamativos, en muchos casos frases como escupitajos, sin dar espacio a la argumentación, a la reflexión, sin el principio básico de la atención y el intento de comprender al interlocutor. En el libro cita que el lenguaje hace el mundo y este está en perpetuo cambio ¿el lenguaje está cambiando como el mundo? El lenguaje cambia el mundo. Somos seres sociales en el lenguaje. Y si bien el lenguaje cambia el mundo, es decir construye nuevas sociedades, paralelamente las exigencias del mundo (nuevas identidades de género, las alternativas ecosociales, etc.) obligan a un nuevo modo de discurso, a un nuevo lenguaje. Es como esas dos manos del grabado de Escher que una dibuja a la otra y la otra a la una. Por eso, la falta de reflexión sobre el discurso es un gran riesgo. Si aceptamos que los inmigrantes son ratas (una metáfora) y que las pateras son un tsunami que nos ahoga (otra metáfora), ya hemos realizado un discurso con una ideología concreta, que establece un modo de entender el mundo. Ese discurso hace que veamos el mundo de esa manera y no de otra. Debemos ser conscientes de que los discursos nos imponen una manera de ver y entender lo que nos rodea. Hoy, si un chico y una chica se van a vivir juntos, a nadie se le ocurre decir que ella es una cualquiera y él un sinvergüenza (son términos de un discurso pasado, hoy invalidado). Si dos chicos se quieren y forman pareja, no tiene ya lugar el viejo término vejatorio de maricones. Nos hacemos distintos en el lenguaje. ¿Va a peor o mejora con el paso del tiempo? Mi consideración en este libro es que un mejor lenguaje, una mejor manera de expresión, más rica, está en relación directa con un mejor y más matizado pensamiento. Y mi propuesta es que la enseñanza, en todos los niveles, requiere de un importante tiempo dedicado al aprendizaje del discurso social, para ser verdaderamente ciudadanos libres, con criterio, con capacidad crítica. Echo de menos ese aprendizaje en los planes de estudio. No basta con aprender a leer y a escribir, siendo en realidad analfabetos funcionales. La nueva juventud tiene que recuperar su capacidad de concentración, de pensamiento, de expresión matizada de ideas, bien elaboradas, bien argumentadas. Y también la capacidad de escucha, de atender a quien tiene enfrente, con respeto. ¿Cree “que vivir sin leer es peligroso, te obliga a creer lo que te digan”, como en una viñeta de las tiras de Mafalda del humorista gráfico Quino? Si la lectura te ayuda a crear esa base a la que me he referido antes, la lectura es imprescindible. A lo largo de su libro plantea numerosas preguntas ¿ha conseguido contestarlas todas? Creo que nadie ha conseguido contestar a todas las preguntas que se hace a lo largo de la vida, pero pienso que sin duda una buena pregunta vale más que una mala respuesta. ¿Actualmente somos libres en el uso del lenguaje? A pesar de esa tendencia bastante extendida a lo políticamente correcto, que recuerda sin duda a las represiones de otras épocas (decía Quevedo: «con la Inquisición, chitón»), estamos en una de las mejores épocas de libertad expresiva. El problema, como decía en una entrevista Emilio Lledó, está en que la libertad para hablar no sirve de nada sin libertad de pensamiento. ¿Para qué sirve la libertad si no sabes pensar, si no tienes sentido crítico, si no sabes ser libre intelectualmente? ¡Luminosas palabras de nuestro filósofo! A lo largo del libro ofrece muchos datos interesantes ¿le ha costado recopilarlos? Llevo gran parte de mi vida profesional dedicado a la retórica. He dado durante muchos años clases de retórica, en la Universidad de A Coruña primero y luego en la Universidad de Valladolid, tanto en mi facultad, la Facultad de Filosofía y Letras, como en la Facultad de Derecho, donde se me pidió durante varios cursos que diera la asignatura de Retórica Jurídica, que ya no existe. Todavía me encuentro por la calle a viejos alumnos que se quejan de que se haya eliminado esa asignatura. Lamentablemente en las universidades españolas (y no sólo las españolas) no hay conciencia de su importancia. ¿Cuánto tiempo le ha llevado escribir este libro? Casi un año de escritura, pero pergeñar su contenido toda mi vida profesional. ¿A quién va dirigido este libro? Este libro resume mi pensamiento y mi reflexión personal de años de dedicación universitaria a la retórica, y pretende cruzar las fronteras del ámbito académico para llevar mi propuesta a un público lector más amplio, al ciudadano que a diario se construye y construye su sociedad en el ámbito de la convivencia discursiva. Puedes comprar el libro en:
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