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Mercedes Gutiérrez García
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Mercedes Gutiérrez García

Entrevista a Mercedes Gutiérrez García: “No debemos olvidar que una gran cantidad de voluntarios del batallón Lincoln era de origen judío”

Autora de “El batallón de las Lincoln”
martes 21 de mayo de 2024, 12:11h

Mercedes Gutiérrez García (Madrid, 1971) nació y se crio en España, aunque hace años que reside en Estados Unidos. Ha vivido en Boston y en pueblos pequeños de Ohio, Pensilvania y Nueva Jersey. Sus historias se pueden encontrar en múltiples revistas de habla hispana. Es autora de dos libros de relatos: Perro verde y Tanto para esto. Tiene un blog, American X-Ray, en el que «radiografía» todo lo que tenga que ver con la cultura americana. Acaba de publicar en España su libro "El batallón de las Lincoln".

El batallón de las Lincoln
El batallón de las Lincoln

Es necesario conocer nuestro pasado para no volver a repetirlo, especialmente la historia de las chicas del Batallón Lincoln. Estas voluntarias estadounidenses se ofrecieron para servir en la Guerra Civil española y arriesgaron su vida en defensa de la República española.

¿Cómo surgió la idea de escribir El Batallón de las Lincoln?

Me enteré de su existencia antes de que doblara el siglo, en 1999. Acababa de irme a vivir a Estados Unidos y aterrizo en la ciudad de Waltham, Massachusetts. Precisamente aquí estaban los fondos de los voluntarios. “Qué maravilla”, pensé. Por aquel entonces estaba trabajando en mi tesis y andaba con los agobios propios, así que me dije: “En cuanto acabe con la tesis, manos a la obra”. Evidentemente ignoré el dicho de no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, porque, al año siguiente, bye-bye. A Nueva York, y allí siguen, en la biblioteca Tamiment de la Universidad de Nueva York. Pero la semilla ya estaba plantada. Entre medias, tengo la suerte de poder consultar el material que hay en Harvard. Nuevo salto en el tiempo y nueva residencia. Nueva Jersey. “Estoy a tiro de piedra”, me digo. Escribo a los bibliotecarios. Están de obras y tardarán en dar con el material, pero no me importa esperar. Al fin y al cabo, qué son unos meses más. Que entre la Covid. Temiendo que pasen veinte años más, con el material que dispongo, la ayuda de las redes y de otros fondos, armo un capítulo en sus vidas.

¿Estas trece mujeres compartían los mismos valores que los hombres que también llegaron? Y las que no aparecen.

Supongo que todos comenzarían con ideales comunes. Y resalto comenzarían porque el idealismo inicial, después de tocar suelo español, en algunas ocasiones también se alteró o se perdió. Algunos no pudieron soportarlo y pidieron que se les devolviera a los Estados Unidos, aunque conseguir esa licencia no era fácil. En ocasiones se les aplicaron medidas disciplinarias muy severas. Pero la amenaza del fascismo y la defensa de la racionalidad sin duda fueron los mayores aglutinantes. En el caso de Salaria, por ejemplo, la única enfermera afroamericana, que no la única persona afroamericana, su objetivo era irse de voluntaria a Etiopía, a raíz del conflicto bélico con Italia. Pero las trabas impuestas por Estados Unidos para alcanzar el país destino la enviaron a España, donde también pudo combatir el fascismo. Tampoco debemos olvidar que una gran cantidad de voluntarios era de origen judío, lo que, obviamente, fue motor para que sirvieran en España. Muchos y muchas participaron después en la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto, a esta conciencia también hay que añadirle cuestiones personales. A veces, la fuerza que las impulsa a quedarse en España es el amor. La idea de estar lejos del amado no la conciben. En otros casos, el rechazo al fascismo viene reforzado por una intensa visión de la moralidad y la decencia de tipo religioso.

¿Qué destacaría de cada una de ellas que la diferenciaba de las demás?

Se me ocurren estas características. De Kitty su resistencia. De Muriel, su inteligencia. De Marion, su prudencia. De Thelma, su paciencia. De Salaria, su capacidad para enfrentarse a todo. De Avelino, la fuerza que tuvo que sacarse de dentro para ignorar su religiosidad. De Rose, su valor para reconocer sus errores. De Helen, su responsabilidad. De Lini, su orgullo. De Mildred, su capacidad para aguantar el encono de los demás. También era una magnífica pintora. De Anne, su lealtad para con sus amigos. De Hilda, su habilidad para levantar la voz. De Frances, permanecer callada cuando estaba destrozada por dentro. De Evelyn, su asertividad. Al volante, Evelyn era el terror de los doctores. En una ocasión llevó a uno en un sidecar para que atendiera a un caído en el frente. Creo que iba a tal velocidad en la moto, que el doctor no hacía más que expresar su miedo y su disgusto. Tengo la impresión de que, estas travesuras, a veces le producían considerable deleite.

“La segregación racial y la presión que la población afroamericana estaba sufriendo en Estados Unidos a través de las infames leyes Jim Crow fue determinante para formar este batallón”

Todas eran valientes, seguro, ¿tenían un espíritu soñador o primaba su idea de justicia y libertad?

Una mezcla de los dos, aunque creo que su idea de justicia y libertad ganó terreno. Salaria enseguida supo lo que era vivir con la injusticia pegada al cuerpo. No podemos olvidarnos de la segregación racial y la presión que la población afroamericana estaba sufriendo en Estados Unidos a través de las infames leyes Jim Crow. Las que eran de origen judío, en España vieron el lugar ideal para demostrar su resistencia y su rechazo al fascismo y al antisemitismo que, por cierto, también padecían en su país.

¿Qué la llevó a elegir estas trece mujeres en concreto y no a otras?

Especialmente la disponibilidad del material. Me hubiera encantado dedicarles a todas ellas (alrededor de unas sesenta) un relato, pero, lamentablemente, no creo que hubiera podido esperar otros veinticinco años.

Su libro es un homenaje a esas mujeres que fueron capaces de dejar familia y la vida que tenían para luchar por una causa en la que creían, ¿son necesarios libros como este para que no caigan en el olvido?

Espero que no sea el último.

¿Cree que la historia les ha hecho justicia?

Desgraciadamente es imposible que el reconocimiento les llegue a todas. Lo importante es seguir trabajando, como afortunadamente se está haciendo, para iluminar un tanto el camino.

¿Cuál de ellas le ha llamado más la atención? ¿Con quién se identifica más?

No puedo identificarme con ninguna. Pero reconozco que siento debilidad por Salaria y por la doctora. Yo no he estado en ninguna guerra. Me es imposible imaginar la dureza de esa vida. No solamente por el escenario bélico, sino por los propios fantasmas que, por el hecho mismo de ser personas, estas mujeres ya estaban obligadas a cargarse. Además, tampoco podemos olvidar su relación con los demás. Aunque compartieran ideales, cada uno los defendía a su manera. Y eso podía crear más tensiones.

Mercedes Gutiérrez García ha llevado a cabo una gran labor de investigación para escribir su libro, ¿qué ha sido lo que más le ha costado?

Acceder al material. En lo tocante a la escritura, el poder caer en la ofensa o en la devoción.

Hechos históricos y ficción, ¿sus raíces españolas le han ayudado a plasmar la sociedad y la vida en nuestro país?

Sí, por supuesto. Aunque he intentado captar esa idiosincracia desde la mirada estadounidense.

Yo diría que el presidente Lincoln fue una figura de dimensiones míticas a la que se eligió por su trágica vida y por su rechazo de la esclavitud

En Estados Unidos, se consideraba el Líncoln un símbolo romántico que luchaba contra la desigualdad y la opresión fascista, pero al finalizar la guerra civil fueron acusados de «simpatizantes de la Unión Soviética». ¿Qué opina la autora al respecto?

No considero que a Abraham Lincoln se le tuviera por un símbolo romántico contra la opresión fascista. Yo diría que más bien el presidente fue una figura de dimensiones míticas a la que se eligió por su trágica vida y por su rechazo de la esclavitud. En cuanto a las dificultades que los voluntarios estadounidenses tuvieron que hacer frente al regresar a casa. Desgraciadamente así fue. Muchos no se libraron del cartelito de «simpatizante de la Unión Soviética».

La labor de la Iglesia Católica fue determinante para que estos voluntarios adquirieran la categoría de amenaza para la sociedad. El mismísimo Roosevelt prefería no vérselas con ella. Y luego, McCarthy, para no perder el odio ganado, se desgañita con el terror rojo, a muchos de los voluntarios se les abre un expediente FBI que, por supuesto, no les facilitará encontrar trabajo en su país. Algunos se marcharon a México. En Estados Unidos parece que hay una perpetua obsesión por el comunismo.

Han pasado muchos años desde que finalizó la Guerra Civil y las heridas no están cerradas aun, ¿queda mucho por hacer todavía?

Sí. No olvidar. Hay que seguir conservando, aunque sea literariamente, la memoria. El enjuague del tiempo es bueno y necesario. De no ser así nunca nos apartaríamos del odio. Pero la memoria, que es corruptible, hay que defenderla. Obligar a que desaparezca no es enjuague, sino lavado. Y ya sabemos a dónde llevan esos lavados. No me parece justo olvidar a aquellos que, desinteresadamente, entregaron una parte de su vida a esta causa.

Muchas gracias a Todoliteratura y a sus lectores por la ocasión brindada. Ha sido un placer estar aquí. Afectuosamente y hasta otra.

P.D. : Intentaré recortar esos veinticinco para volver a encontrarme con ustedes.

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