De modo que, poéticamente, el tiempo de espera al que alude el título de este hermoso poemario se torna ambivalente y temporalmente ambiguo: además de tener como punto de partida, como tiempo de la enunciación, el pasmo y la impasibilidad a que nos sometió a todos el confinamiento –que es durante el cual se escribió el poemario- con los subsiguientes replanteamientos y reconsideraciones de nuestros recorridos vitales, apunta fundamentalmente al pasado, a los años de las dudas, de la crisis existencial y la angustiosa búsqueda del firme hito y la certera brújula susceptibles de orientarlo, vivencial y poéticamente. Así que el tiempo de espera, o el tiempo a secas, se convierte en un leitmotiv donde se yuxtaponen y funden pasado, presente y futuro en un permanente prurito por comprender y comprenderse. En este largo camino de exploración, que a través de los suntuosos versos del poemario se vislumbra recompensado por la relativa quietud y la sabia aceptación, el amor fati, que no conformismo, la poesía desempeña un rol capital y se constituye en un remanso y una tabla de salvación. Los versos de José Sarria, en este poemario y en el conjunto de su obra poética, rezuman el continuo y asumido contacto directo con gentes de diferentes y variadas latitudes culturales y la lectura y aprehensión cabales de otros mundos poéticos. Muchos poemas son un verdadero himno a la comunión, la sinergia y el entendimiento. Es más, Sarria no oculta su convicción y certeza de que todo su ser, lo que fue y lo que llegó a ser no puede entenderse ni tendría sentido pleno sin el otro; de que él está porque los demás están, fundidos todos en el mismo crisol, hecho se singularidades coligadas.
Por lo demás, en ese incesante vaivén meditativo y circular entre la infancia y el momento actual de madurez no podía faltar un basamento fundacional tan esencial y señero como la figura de la madre, a la que el poeta dedica el libro y cuyo referente lumínico remata uno de los poemas que mejor definen la identidad múltiple de Sarria (Yo soy el oriente), con un magistral guiño intertextual a la tradición poética árabe, entre otras.
Finalmente, hay que resaltar que la singladura vital del poeta Sarria y toda su visión poética tiene su adecuado correlato del lado de la forma, de la troquelación artística. Así, pues, la lengua poética de Tiempo de espera refleja la atenta y duradera lectura tanto de las fuentes clásicas como de la poesía española contemporánea por parte de nuestro poeta. La profusión de los elementos naturales como el agua y su simbología, el cromatismo reduplicado gracias a sugestivas sinestesias, los binomios que crean un equilibrado juego de contrastes al servicio del atinado buceo en las profundidades del alma humana y la esencia de las cosas, son algunos de tantos artificios poéticos amaestrados armoniosamente por el poeta, amén de muy enfáticos hipérbatos, aliteraciones y encabalgamientos, que sumados a las metáforas utilizadas crean por sí solos el significado y hacen de ese Tiempo de espera un tiempo de deliciosa y musical lectura.
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