Lady Anne vuelve a nuestros días. Y no podía ser de otra forma que encarnándose en una actriz, Elisabet Gelabert, en la que, por mucho que queramos, no podemos encontrar paralelismos con su personaje. O quizás sí, porque tanto personajes como intérpretes, en toda obra de teatro, hay que dotarlos de cuerpo y voz, de emociones y sentimientos, de experiencias, de recuerdos, de deseos.
Y la actriz aporta su condición humana, no puede atravesar la árida y ardua asunción de su personaje si no lo matiza con su corazón latiendo. Por otro lado, Ricardo III también debe asumirlo un actor, un director, alguien que tiene el poder, en ese momento, de hacer indicaciones, de dar órdenes, de exigir y, sin tener en cuenta los zarpazos lanzados, arañará la estructura estabilizada de su actriz, romperá la paz que no tiene, y arrasará con los trigales que estaban dando su primera cosecha. Esta desagradable labor la mantiene Inma Nieto, que también firma el texto y la dirección. Es decir, es una reina todopoderosa.
Y así, vamos entrando en la trama, con Shakespeare presente en el recuerdo, con Lady Anne planteándose si hoy hubiera actuado de la misma manera, con Ricardo III seguro de sí mismo, pero intuyendo que puede acabar hecho pedazos. Sin embargo, ya no estamos en 1485.
“Aceptar no es conceder” dicen varias veces, porque dicen que se dice en el libreto del dramaturgo inglés. Cuando comprendamos esto, cuando Lady Anne, Elisabet Gelabert, entienda esto, cuando sepamos por qué, quizás el destino, tema tan en valor en aquellos tiempos, cambie de rumbo, quizás ya no llegue a los límites de la sumisión, o de la obediencia, o de la aceptación del texto tal como lo escribió Shakespeare.
Esa es la grandeza del teatro. La posibilidad de hacerlo nuestro, de transformarlo, de salir de los arcaicos territorios de siglos atrás, de enarbolar un buen montaje para mostrar el poderío de la palabra, de las acciones, de las ideas, de las emociones.
Se estremece uno ante el trabajo que supone sacar adelante un montaje de estas características. O de cualquier otra circunstancia, aunque fuese una comedia. El espectador entrevé el trabajo arduo que suponen los ensayos, las afrentas personales, los corazones inquietos por lo que hay en el exterior de los teatros, pero que, los profesionales de la escena no dejan que levanten sus vuelos, que salgan a flote, que den al traste con la esencia de lo que, todo el equipo, no solo director y elenco, quieren mostrarnos.
Lady Anne es la esencia del proceso de una puesta en escena. Se desprende realidad con ficción, paralelismo verídico y actual con situaciones pasadas, nos dan a conocer la sensibilidad extrema de estos creadores, escapan de convencionalismos y estereotipos, salen de la rutina y nos hacen entrar en el misterioso mundo de lo que fue, de lo que pudo haber pasado, de lo que es o de lo que creemos, de lo que vemos, de lo que nos hace sentir.
FICHA ARTÍSTICA
LADY ANNE
Texto y dirección: Inma Nieto
Intérpretes: Elisabet Gelabert, Inma Nieto
Una producción de: ElenaArtesEscénicas y Las hijas de Eva
Espacio: Teatro de La Abadía – Sala José Luis Alonso