La obra nos traslada a 1995 cuando Rodolfo Lazárate, un periodista comprometido con los derechos humanos, es asesinado en Guernica. Su muerte, presuntamente a manos de ETA, está relacionada con cuatro personas que viven en los márgenes de la ley: Fernando y Alicia, dos exiliados de la dictadura argentina en Madrid; Gaona, un oficial de la Armada, hoy “arrepentido”, que participó en los vuelos de la muerte, y Ana, una joven periodista madrileña involucrada con la causa abierta por el juez Garzón a los represores argentinos en Madrid y que guarda también un potente secreto. Pronto descubrimos que Ana no es una periodista más. Es la hija de una desaparecida en busca de su propia historia. Mientras la joven investiga el paradero de Fernando Carredo, falsificador que conoce los detalles sobre cientos de adopciones ilegales, se desarrolla ante el lector la historia de amor de Fernando y Alicia, que veinte años después de la represión aún viven en un entramado de culpa y silencio. El pasado que vuelve a través de las investigaciones de Ana pone a la vista una historia de adopción ilegal en el submundo de los espías e informadores, entre los que se encuentra “Gardel”, infiltrado entre las filas de Montoneros y figura clave en la colaboración con los represores. La novela se enmarca en un momento histórico muy duro, la desaparición de muchos jóvenes argentinos durante la dictadura de Videla. ¿De dónde viene ese interés por este periodo de la historia? ¿Cómo surge la idea de escribir este relato? Los escritores encontramos buenas historias de muchas formas y en muchos contextos diversos. Un día leí un artículo sobre un falsificador que trabajaba para los revolucionarios de Montoneros, que fue secuestrado y torturado y terminó trabajando para los militares y ayudándoles a robar las propiedades de los detenidos. Ese personaje me fascinó. Empecé a investigar lo sucedido en la Esma y cada historia me pareció no solo literaria por lo increíble de lo que sucedió allí, sino digna de conocerse. ¿Cómo fue el proceso de documentación? Largo, arduo, mucha lectura. Todos son así. Al menos en lo que yo escribo. “La hija de Gardel” es una historia trepidante en la que los personajes no son buenos ni malos, sino que luchan por sobrevivir. ¿Fue difícil lograr empatizar con algunos de sus protagonistas, dado su pasado? Los escritores debemos querer a todos los personajes, los buenos y los malos, los mezquinos y los inteligentes y su pasado no es un hecho objetivo, está construido por mí para ese personaje en concreto. No es como si me los hubiera encontrado ya hechos. Yo los saco de mis entrañas así que es imposible que no los quiera y esta es la única forma de que el lector empatice con ellos y quiera seguir leyendo. La protagonista es una joven periodista en búsqueda de la verdad, ¿es ese el motor de la novela? A mí no me parece que Ana sea la protagonista. Para mí, solo hay un protagonista, Fernando, el falsificador. Los demás giran todos a su alrededor. Ana cumple el papel de la inocencia, de la juventud que no vivió esos años y como periodista descubre ciertas cosas, reaviva el pasado y nos hace reflexionar sobre “la verdad”. El motor de la novela es el daño imborrable que ocasiona el terrorismo de estado. ¿Estamos ante una novela de denuncia o es más bien un thriller político? Yo no denuncio nada. Para eso están las asociaciones y los tribunales. Yo escribo historias, espero que buenas, que no quieras soltar hasta acabar el libro. Supongo que eso significa thriller político. ¿Hay también una búsqueda de que se haga justicia y no se olviden los hechos atroces de aquella época? Toda literatura sirve para reflexionar, registrar el pasado y fijar para el futuro. Espero que mis libros lo hagan e impulsen a la curiosidad por saber más sobre la historia real en la que se enmarcan. Las mujeres son los personajes que más sufren en esta historia (Ana, Clara, Alicia…) ¿Ha sido algo consciente o es que las mujeres históricamente siempre padecen los momentos más duros? A Fernando le torturan durante días, el hijo de Clara muere, ella es una madre que busca. Ana ha tenido una vida cómoda y protegida. No creo que sufran más, lo que ocurre es que ellas sufren como madres, como mujeres violadas, como hijas robadas. Es decir, sufren como mujeres porque son mujeres y las vejaciones también hacen diferencias de género. ¿Cuáles son los referentes de Lea Vélez a la hora de ponerse a escribir una historia como “La hija de Gardel”? Grahame Greene, Spielberg, John Le Carré, todo el cine de evasiones carcelarias. Puedes comprar el libro en:
+ 0 comentarios
|
|
|