Estamos ante un libro sorprendente, que pretende ser ecléctico, pero en realidad parece que es un plausible panegírico encubierto sobre el dictador soviético, un auténtico genocida; pero en otros momentos del libro, el editor-recopilador suele ser más crítico con el georgiano, demostrando su certera crítica sin ambages, y verídica opinión sobre Iósif Stalin; por lo tanto, obra recomendable y única. Los calificativos de Stalin que encabezan la obra demuestran ironía o pensamiento certero sobre el personaje: “Stalin, el gran líder, ‘padrecito’ de los pueblos, genio brillante de la humanidad, gran arquitecto del comunismo y generalísimo”. Este libro fue alumbrado durante el curso docente en el que se impartió la asignatura de ‘Sociología de la Acción Pública’, que tuvo lugar en la Facultad de Derecho y Criminología de la Universidad Autónoma del Estado mexicano de Nuevo León; en la que el autor pretendió realizar un estudio sobre cuál era el pensamiento del líder comunista soviético. La semblanza de Iósif Stalin se realizó reuniendo una sistémica recopilación de sus múltiples discursos, adagios o asertos, y con todo ese material, ya se tenía una pormenorizada posibilidad de reconocer, fehacientemente, como pensaba y que pretendía realizar con la URSS, y con el resto de los seres humanos del planeta Tierra. Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, nació en la ciudad georgiana de Gori, que en el momento de su nacencia pertenecía al Imperio zarista ruso, actualmente Georgia, el 18 de diciembre de 1878; y pasaría a mejor vida, en la capital de la URSS, hoy Rusia, Moscú, el 5 de marzo de 1953. En su infancia fue conocido por el diminutivo de ‘SOSO’, pero sus más íntimos amigos lo llamarían ‘KOBA’, mientras que la historia soviética lo apelaría como el ‘Hombre de Hierro o Hecho de Acero/STALIN’, este terrible apelativo sería utilizado por él en 1912, y a partir de octubre de 1917 sería su sobrenombre oficial. Durante 31 años rigió con mano de hierro a los soviéticos, eliminando todos los posibles estorbos, sin el más mínimo reparo de conciencia; su puesto de Secretario General del PCUS desde 1922 a 1952 le facultó para tener un poder omnímodo, y ser, además, considerado como ‘el padre de los pueblos’, lo que debe ser inherente al sentido de desvalimiento psicológico que solían tener los rusos, ya que ese título también le fue aplicado a los zares. «Recopilado y ordenado temáticamente, ‘Citas de Stalin’ recoge fragmentos tanto de los textos como de los discursos formulados por Iósif Stalin, quien fuera secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética desde 1922 hasta 1952. Tras su muerte en 1953 y con los crímenes que se le atribuían como telón de fondo, se silenció su obra y se borró toda huella de su legado. La presente recopilación, elaborada por el doctor Borja García Vázquez, rescata del olvido lo esencial de sus ideas para, de esta manera, poder valorar la figura histórica que dirigió el rumbo del Estado soviético, y su influencia en los fundamentos y el devenir de aquel importante periodo del comunismo. Además, esta edición se complementa con un brillante epílogo de Slavoj Zizek, ‘El estalinismo revisado o cómo Stalin salvó la humanidad del hombre’, donde hace una atractiva reflexión sobre el lenguaje estalinista». Iósif Stalin fue un teórico destacado, que el engañado proletariado mundial lo tomó como ejemplo paradigmático de su necesaria liberación; probablemente por haber sido uno de los más cercanos compañeros de armas y amigo del líder por antonomasia del marxismo-leninismo mundial, Vladimir Ilich Ulianov ‘Lenin’. Stalin fue un continuador y enaltecedor de la doctrina y la causa de dos alemanes diferentes, Karl Marx y Friedrich Engels. Stalin, curiosamente, sería nominado en los años 1945 y 1948 a la obtención del Premio Nobel de la Paz, por lo que se consideró que eran sus esfuerzos realizados para finalizar la Segunda Guerra Mundial (1939 a 1945), contra otro dictador de su misma calaña, pero de otro signo político, el austriaco nacionalizado alemán, Adolf Hitler. La definición paradigmática de ambos sería de despiadados, como se puede confirmar por los múltiples crímenes perpetrados, por ambos, contra la sociedad europea, en la década de los años 30. “Entre ellos destaca el holodomor (del ucraniano que significa literalmente ‘muerte por hambre’), una hambruna masiva provocada entre 1932 y 1934, por el proceso de colectivización agraria soviética, al intervenir las reservas de grano de Ucrania a fin de venderlo en el mercado internacional y obtener así divisas con las que industrializar el país; causando la muerte de entre 3.200.000 y 4.800.000 personas (dependiendo de la inclusión del descenso de las tasas de natalidad), a las que se negó a cualquier clase de ayuda internacional para no afectar el prestigio de la URSS”. También tiene otra deuda gravísima, esta entre 1936 y 1938, donde fue el creador absoluto del periodo conocido como ‘GRAN TERROR’, que se refiere al número ingente de procesos judiciales sostenidos contra unos posibles opositores al gran líder soviético, que nunca existieron, y cuyos testimonios fueron obtenidos con amenazas a familiares y torturas sin límite; entre otros de mayor o menor enjundia se pueden citar a: los altos mandos del PCUS (ejecutándose, con testimonios espurios, a 1108 delegados del Comité Central de dicho Partido); y, asimismo, como se dedicó a diezmar a gran parte de los mandos de las Fuerzas Armadas de la URSS, sin la más mínima misericordia o remordimiento, en este caso se arrestó al 75% de los mariscales de campo, 91% de los comandantes de cuerpo y 70% de los de división y regimiento. Los archivos del NKDV (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) refieren el número de entre 950.000 y 1.200. 000 el de los militares asesinados en la notoria ‘GRAN PURGA’, simple y llanamente porque el tirano georgiano los consideró como posibles rivales u opositores críticos Otros muchos soviéticos fueron deportados masivamente a los específicos campos de concentración o gulags creados ad hoc, en este último caso entre los años 1921 y 1953 donde fueron encerrados, con un número de muertos incalculable, unos 18 millones de seres humanos, y sus familias, desde desterrados (figura típica heredada del zarismo), hasta presos políticos inventados por la calenturienta y desconfiada mente de Stalin, prisioneros de guerra, mayoritariamente alemanes de la Wehrmacht y, para no faltar, también delincuentes comunes. Deseo finalizar el análisis-ensayo de este estupendo, y documentado libro, con la pseudocertera opinión de Henry Kissinger, Secretario de Estado de los EE. UU.: “Stalin era un monstruo, pero en la dirección de las relaciones internacionales fue el realista supremo: paciente, astuto, implacable, el Richelieu de su época”. Creo que H. Kissinger yerra totalmente, el Cardenal de Luis XIII de Francia era un patriota, muy inteligente; el georgiano era un genocida sensu stricto. ¡Estupendo libro! «Ut ab ómnibus eum iniuriis dignitas concessa defendat». Puedes comprar el libro en:
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