Una nueva obra de uno de los tres grandes trágicos de la Antigüedad helénica. Es el primero de la tríada conformada, además, por Sófocles y Eurípides. El teatro lo inventaron los griegos, formado por su género más antañón y más original, que es obviamente la tragedia, que hoy les ofrezco. Se atribuye su origen a Tespis, gobernando en Atenas la tiranía de Pisístrato hacia el año 534 a.C. El otro género teatral de los griegos, ahora me refiere a la comedia, y su nacencia ya es del año 485 a.C. Pisístrato fue una especie de monarca autoritario, para de esta forma conseguir poner fin a los enfrentamientos entre la oligarquía y los ciudadanos. Para ello conseguiría poner fin a la prepotencia de los magnates exigiéndoles que colaborasen con él. A los ciudadanos les incrementó su nivel económico, aumentando el de la propia polis ateniense, y consiguiendo involucrar a los ciudadanos en la evolución de la misma urbe. Para todo ello crearía grandes fiestas públicas, entre ellas celebraría el culto lúdico en honor del dios Dionisio, este tipo de ritos dionisiacos los trajo desde la polis de Eléuteras, sita en la región de Beocia. Para completar un mayor lustre a la capital del Ática, Atenas, creó los concursos trágicos con ayuda de Tespis. Eran como los festivales líricos de otras poleis, pero eximios en categoría. Era la primera ocasión en la que la lírica popular, conformada por diálogos y mimos, y en sus danzas de personajes y escenas del mito representado, se incrementaba hasta ser ya la gran literatura. «Esquilo nació en Atenas hacia el año 525, y murió en el 456. Escribió y puso en escena, en el teatro situado en el recinto consagrado a Dionisio y en las fiestas del dios, al pie de la acrópolis, unas ochenta tragedias, de las cuales, aparte de algunos fragmentos, se han conservado siete: ‘Los Persas’, del año 472; ‘Los Siete contra Tebas’, del 467; ‘Las Suplicantes’, de alguna fecha intermedia entre esta y el 482; la trilogía ‘La Orestíada’, del 458 (obras: ‘Agamenón’, ‘Las Coéforas’, ‘Las Euménides’); y Prometeo, de fecha indeterminada. Una parte mínima de su producción, como se ve; pero sin duda alguna de sus piezas más significativas, porque son las más citadas por los escritores posteriores y por el hecho mismo de que fueron las más estudiadas y copiadas en época helenística y romana y por eso se conservaron. Nótese que tenemos noticia de que ya en el 468 Sófocles compitió victoriosamente con Esquilo. Pero la obra suya más antigua que se ha conservado, la ‘Antígona’, es del 442. Esquilo es, por tanto, todo lo que conservamos del teatro ateniense en la primera mitad del siglo V. Tampoco de la comedia, creada en el 485, queda nada, ni prácticamente de otra cosa. Esquilo es nuestra única ventana directa de aquella gran época: la Atenas de las guerras médicas, de la Liga Marítima (la alianza de las islas contra el persa, encabezada por Atenas) y de los comienzos de la nueva fase de la democracia que culminó en Pericles». En el género teatral de la tragedia, sea la época que sea la época y el autor referido, el asunto del dolor y hasta de la muerte de los seres humanos allí representado, es connatural a los hombres; por lo tanto, el poeta o escritor y el coro o el pueblo lloran al héroe que ha muerto, aunque siempre noblemente y con honor. Esquilo consigue ser la primera culminación del teatro trágico; en esta tesitura es necesario referirse al gran bardo de los trágicos del ser helénico, y que no es otro que Homero, para el genial narrador de la epopeya bélica en Troya, Aquiles es la tesis del héroe trágico, ya que muere por ser herido en su único punto débil, su talón derecho, hecho realizado por una de los más taimados y desvergonzados de los troyanos-teucros, el príncipe Paris o Alejandro, por ello Aquiles es el más valeroso de los griegos, que lucharán contra Troya-Ilión para recuperar a la Reina Helena de Esparta. No obstante, Aquiles tendrá su contrapunto antagónico heroico, asimismo, entre los troyanos, en este caso es el príncipe Héctor “el de tremolante Casco o el domador de Caballos”. El Rey de Micenas, Agamenón “Atrida”, el comandante regio de los aqueos le humillará ante todo el ejército aqueo-dánao-argivo, y el Pelida Aquiles “el de los pies ligeros” no lo olvidará, y su rencor conllevará desdichas sin cuento para los griegos. “Se retira del campo de batalla y ha de volver a él para vengar a su amigo Patroclo. Y sabe que si regresa a Grecia tendrá una larga vida oscura, pero quedarse ante Troya significará gloria, pero también muerte. Lo prefiere, y los caballos profetizan su muerte ante el cobarde Paris”. La ‘Orestíada’ ganó el concurso trágico del año 458 a.C.; el momento histórico ateniense era de lo más comprometido, ya que Atenas luchaba contra los persas y, para agravar más la cuestión, contra la coalición creada en torno a los lacedemonios. Los demócratas atenienses eran imperialistas y populistas, Esquilo, el viejo demócrata, que había luchado en la batalla de Maratón (12 de septiembre del año 490 a.C.) contra los persas del Rey Darío I, estaba en la oposición política. En la Orestíada el protagonista es el hijo del rey Agamenón, Orestes, cuando su padre regresa victorioso de Troya, pero en este momento trae consigo a su amante cautiva, la pitonisa-sacerdotisa Casandra, hija del Rey Príamo de Troya. La Reina Clitemestra es la hermana de Helena de Troya, y la amante de Egisto (primo de Agamenón); el palacio de Micenas es un matadero, ya que el atrida había inmolado a su hija Ifigenia, por todo ello la reina cree que debe hacer justicia asesinando a su regio esposo, y así lo hará. “Y viene la escena de la muerte de Clitemestra por engaño, como por engaños fue muerto Agamenón. Orestes y Pílades piden hospitalidad en el palacio, el primero cuenta a Clitemestra la supuesta muerte de Orestes. Llora ella (¿falsamente?), los hace entrar. Y sale la nodriza: Clitemestra la ha enviado a buscar a Egisto para que conozca la noticia. Lo hará, pero le dirá que venga solo y sin escolta, porque la corifeo la persuade a ello: pequeña intriga. El coro pide, una vez más, la ayuda divina de Zeus ahora. Y llega Egisto, que cae en la emboscada, y sale ella al oír los gritos, a la puerta del palacio. Terrible escena con el hijo, que la empuja dentro de la casa para darle muerte: la tragedia no permite muertes en escena. Canta el coro: ‘llegó la justicia’. Pero tampoco es pura esta justicia. Orestes se jacta de los dos tiranos muertos, pero le aterra la visión de las Erinis, las Furias, las perras de su madre, que exigen su sangre. Marcha a purificarse a Delfos. Y el coro se pregunta como acabará la cadena de muertes, la furia de Ate, divinidad terrible de la venganza…” En el juicio contra Orestes, Atenea, la diosa epónima de Atenas, votará la última, ya que la diosa ama todo lo varonil, por haber nacido del padre Zeus, sin ninguna ayuda materna; la diosa proclamará la absolución de Orestes, lo que él protagonista agradece. El corolario apoteósico es un voto de gracia, que acabe con las venganzas y las muertes. Estamos ante una versión magistral de la obra. «Nulla crimen, nulla poena sine lege». Puedes comprar el libro:
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