La Península Ibérica desde el año 711 hasta el 1492 fue algo diferente al Medioevo europeo. Fue un choque, muchas veces cruento, y a veces intelectual, de civilizaciones: musulmanes, judíos e hispanorromanos/visigodos cristianos. El escenario se divide en diferentes aspectos: la Reconquista, la cruzada y la guerra santa. La historia medieval del territorio de las Españas, en sus reinos de León, de Navarra, de Aragón, de Portugal y de Castilla fue, en variadas ocasiones, una tierra de tolerancia y de convivencia entre las tres religiones monoteístas: Islam, Judaísmo y Cristianismo. «El 8 de junio de 1898, en el desierto azotado por el viento al este de Amán, Alois Musil, un investigador y aventurero checo, descubrió fortuitamente Qusayr’Amra, un pabellón de caza y palacio de descanso de los califas omeyas construido en los años cuarenta del siglo VIII y caído en el olvido desde hacía mucho tiempo. En el interior encontró unos frescos de estilo bizantino muy dañados pero cautivadores: danzarinas desnudas retozando; animales saltarines tocando instrumentos musicales; un zodiaco con mapa celeste y una puesta en escena de seis figuras regias (los grandes reyes del mundo) que rendían pleitesía a un soberano entronizado. Unas inscripciones bilingües en griego y árabe identificaban a los tres primeros como Cosroes, el shah de Persia; el ‘césar’ bizantino; y el ‘negus’ de Etiopía. De las tres figuras restantes solo sobrevivía el nombre de una de ellas, que decía ‘Rodorik’ en griego y ‘Luderiq’ en árabe. Se trataba de un retrato del último rey visigodo de Hispania, muerto en combate contra las fuerzas de Tariq ibn Ziyad en 711, pero que había resucitado aquí, una generación más tarde, para dejar constancia de la gloria del califa del islam». Deseo indicar, de forma sucinta pero obvia: página-329, lo que enarboló Fernando III “el Santo” de León y de Castilla fue el estandarte real de los dos reinos y no el inexistente de Castilla. Página-259, los caballeros no acudían en tropel a la corte de Castilla y León, porque lo único que existe es el Imperio de León, con Castilla subsumida, como las Galicias, en dicho Imperio. Página-258: difícilmente Castilla (inexistente) y Navarra (era Pamplona y Nájera) podían rodear a Córdoba. Página-264, ¡bien!, ya que Alfonso VI sí es el emperador de León. Página-301, Alfonso VIII de Castilla es derrotado en Alarcos, porque su soberbia inexplicable no le permitió esperar al mejor ejército de la época, que ya estaba en Talavera de la Reina y era el de su primo Alfonso IX “el Legislador o el de las Cortes” de León. Página-350, difícilmente se produjeron dos décadas de paz con Castilla, ya que el Rey Alfonso X “el Sabio” es de León, de Castilla y de Andalucía, y las Cortes se reúnen por separado. Sorprendente e inexplicable la nula aparición en el libro del gran monarca Alfonso IX de León, creador de las Cortes del Reino de León de 1188, ‘La Cuna del Parlamentarismo’, soberano que no existe para el autor. Asimismo, página-144, Ordoño II no es Rey de León y de Galicia, sino de León, ya que las Galicias (lucense y bracarense) están incluidas en la Corona legionense, y el primer Rey de León es Ordoño I o Alfonso III “el Magno”. El desiderátum ya es el desconocimiento del Rey Ramiro II “el Grande” ‘Magnus Basileus’, el más importante del siglo X en Europa, y vencedor apoteósico de Simancas contra Abd Al-Rahman III “Al-Nasir”. Página-145, Fruela II “el Leproso” no es rey de Asturias, sino de Oviedo (Obetao Regnum). En suma, es importante rectificar y mejorar la Historia del Medioevo hispano, para los historiadores anglosajones. “Habían transcurrido tan solo treinta años desde la conquista musulmana de España, pero la caída de Rodrigo ya había alcanzado proporciones míticas en el imaginario árabe. Al-Ándalus era el punto occidental más lejano que habían alcanzado las fuerzas musulmanas y, en el imaginario árabe, era una tierra distante, exótica, fértil y exuberante de riqueza, así como un paso más en el estrangulamiento al imperio romano. Rodrigo, un rey orgulloso, se había convertido en una figura de leyenda, a la vez vilipendiado y admirado. En las diversas narraciones de la conquista aparece como un personaje soberbio cuya perdición, y la de su pueblo, son consecuencia de los pecados del orgullo y la lujuria y de su osado desafío a los poderes mágicos que habían avalado el gobierno de los visigodos”. Llega un momento de la Historia del Medioevo, en el emirato omeya de Córdoba, que asciende al poder total y absoluto, un mahometano muy soberbio y muy inteligente, con un sentido prístino de su valía, se llama Abd Al-Rahmán III “Al-Nasir”, quien decidirá ser él el primer califa independiente andalusí, orillando a Damasco y a Bagdad, ya que no puede olvidar el exterminio realizado por los abbasíes sobre sus ancestros omeyas, y los agarenos son rencorosos por antonomasia, y en algún caso hasta vengativos. Cuando la evolución de la conquista del territorio andalusí, por medio de las tropas regias cristianas, llegué al Reino nazarí de Granada con su emir Boabdil “el Chico” como último eslabón, los Reyes Católicos: Isabel I y Fernando V de León y de Castilla; ya está el fruto maduro, 1492, para que el Adelantado Mayor del Reino de León, Gutierre de Cárdenas, recoja las llaves de la ciudad. Boabdil no aceptará quedarse en las tierras que, con todo respeto y derechos, le habían concedido gratis et amore, Fernando e Isabel, y partirá para su exilio norteafricano. “La conquista de la España visigoda (lo que los árabes llamarían ‘al-Ándalus) comenzó a principios de abril de 711 cuando Tariq ibn Ziyad, lugarteniente de Musa ibn Nusayr, reunió sus fuerzas, cruzó el estrecho brazo de mar que separa Ceuta y la costa sur de España y desembarcó en el peñón que llevaría su nombre (Gibraltar, de Yabal Tariq, ‘la montaña de Tariq’). Pero no estaba dando un salto a lo desconocido; el año anterior había enviado una fuerza expedicionaria para realizar incursiones de reconocimiento en el extremo sur de la Península. Una vez que las tropas de Tariq, que debían ser unos pocos miles entre caballería ligera e infantería, habían sido transportadas junto con sus familias a través del estrecho de Gibraltar, comenzaron a moverse hacia el norte en dirección a los centros urbanos del río Baetis, que los árabes denominaron al-Wadi al-Kabir, ‘el gran río’ (el Guadalquivir). En cierto momento se encontraron en el interior con el ejército de Rodrigo, compuesto por su guardia real y por las milicias de sus nobles leales. Los dos ejércitos se enfrentaron en las orillas de Wadi Lakku (Guadalete), probablemente justo al este de Cádiz (Qadis). En este lugar el destino del reino visigodo quedó sellado en una única jornada. Las fuerzas de Rodrigo fueron aplastadas y pasadas a cuchillo, el propio rey incluido”. Nuevo libro del Medioevo hispano que puede y debe ser conocido, y así se incrementa el conocimiento preciso. «Arma virumque cano. ET. Fidem erga populum punicum». Puedes comprar el libro en:
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