Se publica, en una edición especial de 50 ejemplares, la primera reedición de Materia combustible. Poemario inédito que el autor había incluido en Escalando el muro. Poesía reunida 1970-2023, libro donde se recopila la mayor parte de la obra poética de Javier Olalde. Y se trata, sin duda, de una reedición que resulta indispensable por la manifiesta calidad del poemario, que compendia y refleja con nitidez tanto el estilo preciso y resuelto como el pensamiento lúcido y peculiar de ese poeta diferente, esencial e indiscutible que es Javier Olalde. El libro afronta algunas de las preocupaciones más hondas y perseverantes de la existencia humana, que constituyen también varios de los temas más frecuentes y tradicionales del repertorio poético, tales como son el paso del tiempo, la decadencia física y la fatalidad de la muerte. Motivos de carácter elegíaco clásicos sobre los que se ha escrito siempre de modo inevitable; como hacía, por ejemplo, el poeta lírico griego Teognis de Mégara en el siglo VI a.C.: “Goza de tu juventud, corazón mío. Pronto serán otros / los hombres y, ya muerto, yo seré negra tierra”. El poemario está dividido en cuatro secciones. Las dos primeras, “Vano es interrogar a la Sibila” y “Materia combustible”, que da título al libro, se hallan dedicadas a la temporalidad, ese continuo, definitivo e irrefrenable fluir del tiempo: “fue el irse a paso lento de la tarde / hacia la lejanía del ocaso / sin alterar el gesto, / sin adioses, / sin dar cuenta ni señas, / para siempre.”, se dice en el poema “Tardes, 3". Y en otro, “Humo", leemos: “Cómo apagar / este fuego flagrante, / esta hoguera de días / donde somos las brasas, / este incendio de tiempo / en el que arde el relato / único de la vida, / materia combustible,”. Un perenne e invencible suceso que lleva necesariamente al no querido pero fatal acabamiento: “Luego llegó el futuro / enorme. // Todos estamos muertos / aunque nadie lo sabe “, como se concluye en el poema “En suma”. La tercera sección del libro, titulada “Paisaje quebradizo”, se centra en los a menudo crueles estragos físicos ocasionados por el transcurso del tiempo. Esas secuelas terribles y casi inevitables de la edad: “Te vas anonadando en el silencio, / vivir se te ha mudado en desmemoria, / en conducta mermada / y rutinas de pérdidas. // Ya solo eres un vivo transitorio, / un muerto en ciernes / que se va acostumbrando a los estragos / y a ser el abandono de quien era.”, se constata en unos versos del poema “Un presente que sobra”. Y en otros pasajes del mismo poema la voz del poeta se acaba amotinando contra tanta decadencia insoportable e impune: “No quiero tu presencia de vivo sustraído, / tu gesto extravagante de muerto desmortado. / Te quiero ya difunto, / no vivo en la mortaja. // […] No quiero tu impostura de vivo imaginario. // Porque te quiero vivo, te deseo la muerte.”. Mas este severo y crítico realismo antropológico tampoco le impide a Javier Olalde poder mantener un sentimiento ecuánime y ponderado acerca de la existencia, tal como declara en los últimos versos del poema “Transcurso”: “¿Qué corresponde sino existir / y haber creído y haber imaginado / en el transcurso?”. En la cuarta y última sección, “Páramo inminente”, el acontecimiento definitivo, la muerte, cierra de manera natural el libro y adquiere protagonismo en los poemas. La lógica del poemario es rigurosa. Y, una vez llegadas las postrimerías, nada más razonable que efectuar un balance de situación y recorrido: “Primero estaban todos. / Pareciera que fuese siempre aquello / mientras duró. // Después fueron faltando / despaciosamente, / aunque sin pausa. // Sobreviven ahora / en un pedazo de memoria, / páramo futuro.”, se enumera y concluye en el poema “Breve y reiterada crónica generacional”. Pero Javier Olalde, poeta que conoce y practica además la filosofía, no dudará tampoco en acercarse a la muerte con mirada estoica y voz helenista: “Sometido al designio de la Moira, / bebo el vino de Ísmaro y entono ditirambos, / puesto que ni las quejas ni las súplicas / detendrán el descenso al tenebroso Hades.”, escribe en “Versos apócrifos atribuidos a Arquíloco de Paros”. Y, para completar mejor aún la enseñanza del pensamiento clásico griego, no va a faltar tampoco una alusión a Epicuro, el filósofo que aseguraba que era vano el temor a la muerte “pues mientras nosotros vivimos, ella no ha venido; y cuando viene, nosotros ya no estamos vivos". Si bien es cierto que Olalde da otro giro de tuerca más, para decirnos que “El consuelo de estar muerto / es que no lo sabes" (fragmento de “Y en suma”). Escuchamos en Materia combustible, al igual que en toda la poesía de Javier Olalde, una voz poética independiente y distinta, donde las ideas y los sentimientos se amalgaman para producir un verso ajustado y escueto, de tono conceptista, que huye de manifestaciones tópicas y de ornatos verbales estetizantes y vacíos. Un verso armónico y personal, en el que el ritmo poético siempre se mantiene y se ofrece como una estricta y tersa composición lírica, y nunca a la manera de lenguaje con pretensiones melódicas o como prosa artificiosa y camuflada bajo ropajes de poema. Materia combustible, un libro de temática grave y poesía rotunda. En suma, un intenso libro de un poeta sobresaliente. Un poemario excepcional, por tanto. Puedes comprar el libro en:
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