Su cosmopolitismo no sólo se refleja en su producción creativa sino también en su quehacer diario. Canente revista literaria que conoció una primera época con 11 números de revista, una veintena de plaquettes y similar números de libros en su colección, así como míticas ediciones como la poesía de los dramaturgos Antonio Buero Vallejo y Lauro Olmo, entre otras múltiples actividades, tuvo una segunda época del 2001 al 2006, y, ahora, rescata la colección de libros que inauguró el poeta Rafael Ávila con Los hilos de Ariadna. Después de un trabajo de selección riguroso, de comprobación autoral, se ha podido reunir gran parte de la obra poética de Pablo Luis Silverio en estos dos volúmenes, incluyendo los poemarios Bajo una luz indiferente, El libro de las caídas, Oda al páramo de dios y Puente de la discordia. Resultando enigmático su génesis poemático, su escritura poética tiene unas características bien definidas, pues ya en la década de los 80, se refirió a su obra como “tentativa propia de Humanismo Solidario” y, desde luego cumplió con las premisas esenciales de un movimiento hoy de reconocido prestigio. Aunó tradición y modernidad, base inspiradora de sus facetas creadoras y teóricas, trabajó en la interdisciplinariedad desde la esperanza no como tabla de salvación sino como elemento de transformación. Por ello, en torno a Canente se agruparon docentes, artistas de la música, la pintura, el teatro, lo experimental en muchos campos y, por si fuera poco, también compuso canción protesta, temas de jazz y ritmos de rumba. Todo ello, con el afán de ser entendido en contexto, un posicionamiento ante el mundo y ante el texto que le permitieron celebrar, de manera precisa y diría que sabia, las experiencias, los latidos y la condición humana. Es el sentido de Bajo una luz indiferente, huyendo de los caminos trillados, especialmente de lo eterno y lo anecdótico para reparar en un lenguaje profundamente depurado, auténtico que cuestiona la sociedad del momento, hablamos de la década de los 80, pero no un reconocimiento de iluminadora realidad sino en el afán de conocimiento y reflexión de su texto y contexto. Por ello, hay un perfil de verso que sin renunciar a los compromisos emocionales, ahonda en la música, en la reinterpretación de lo colectivo, con un homenaje muy especial a Walt Whitman. El poema que abre el libro nos lo expresa con total belleza y claridad: “Son las diez porque están sonando/todos los relojes y todas las campanas/hacen grandes agujeros en el cielo./...¡Pasad, pasad, sentaos!/...Viejas historias que contaros,/palabras de amor temblando/en lentos labios y penas, sólo penas,/que quieren volar como el olvido./¿Y quién eres tú, preguntaréis?/¿Por qué, por qué nos llamas?/Días sin luz apenas pueblan el pasado./Donde nací ya nadie me recuerda”. El segundo libro de este volumen, El libro de las caídas, es un claro ejemplo de poesía irónica, o si se quiere de pensamiento desde la ironía, donde todos los poemas son caídas, del cabello, la libreta, un cuchillo, un orador, el salvador, un ladrón ebrio, una estrella, un pincel, un verbo, un centenar de libros, imágenes, exploradores, hasta la caída del autor y de las profecías de las caídas. Sin embargo, en esa aparente provocación e irreverencia, subyace la esencia poemática a través de Alejandra Pizarnik que le recuerda al autor que “como el navegante en el horror de la civilización que purifica la caída de la noche ahora la muchacha halla la máscara del infinito y rompe el muro de la poesía”. Una poesía más descriptiva y prosaica por momentos pero que no pierde su horizonte, una dedicatoria que marca su propio itinerario poético, a saber la memoria que es sustancia de la existencia, donde la condición humana es la indiscutible protagonista. Pablo Luis Silverio incluye en los agradecimientos una muy particularizada poética, casi de manera distraída pero no por ello con menos fuerza: “Ahora que caigo en la cuenta, mi gratitud es muy extensa. A la libertad que he podido sentir, los momentos de lectura, la interdisciplinariedad de las artes, los conocimientos, las amistades, el alumnado, el sindicato, la familia, la soledad y sobre todo a mi círculo de confianza, en definitiva, gracias a la vida.”
El segundo volumen, nos introduce ya en una suerte paradoja o de espacio donde el verso y el anverso pueden significar lo mismo. Solo así puede explicarse el hecho de titular el segundo libro de este segundo volumen como Puente de la discordia, cuando realmente fue redactado como Puente de la concordia. Una sutileza lexical que viene a enfatizar una esfera espiritual donde creer es tan relevante como descreer. En gran medida, repite la paradoja en el título del primer libro de este segundo volumen, Oda al páramo de Dios, donde encajan términos que en principio podrían no entenderse pero que por principios deben hacerlo. Un juego que se establece con las propias fotografías de contraportada. La misma imagen de Pablo Luis Silverio, pero en el primer volumen parece necesitar unas gafas de aumento, que desaparecen en el segundo volumen. En cualquier caso, puede percibirse la misma elegancia versal y el mismo rigor métrico con una luminosidad adjetival que recorre estos dos volúmenes de poesía. De hecho, Oda al páramo de Dios se inicia con un poema de rabiosa y desafortunada actualidad: “Que comience el dulce mundo/o la oda al páramo de dios/como un sopor de acera en Munich/y una beata pesadilla en Palestina/con la tragedia del universo/envolviendo el alma/sola con el cáliz en la memoria de Turín/hedor de mitos y leyendas”. El argumentario lírica inicial se ratifica en el poema final “Que comience y no se detenga”. Un poemario que parece oscilar en los hilos oníricos de caballos azules, oficios de tinieblas, exilios y unos recorridos por salas de música, museos y bibliotecas. En la guía de lectura se percibe que la contradicción es una ley absoluta, quizá la única que defina a la naturaleza humana. En el puente de la discordia o En el puente de la concordia, que para el caso es lo mismo, nuestro autor construye su edificio poemático sustentado en la idea de tríada, en concreto, lo que sostenía el filosófo francés Jacques Lacan, en virtud de lo cual toda realidad humana está organizada por tres órdenes, lo simbólico, lo imaginario y lo real. De ahí que el libro se disponga con una primera parte, “Articulando futuro (prospecto)”, la segunda titulada “Abierta hacia el pasado (opúsculo) y la última “Perfil de futuro (tríada)”. Una cadencia sensual, incluso erótica, marca el rumbo de este poemario, siendo la ninfa Canente el principio y el fin, un final que precisamente, fiel a su cuadrante paradójico será “Perfil de futuro, el mundo está a punto de comenzar”, un poemario que se refuerza por la disposición tipográfica y el poema breve de la primera parte, contrastando con el poema largo de la segunda parte y el poema río final adaptando pues los espacios conceptuales a sus tiempos, y los tiempos verbales a sus conceptos espaciales, trazando un eje de coordenadas para insertar el agradecimiento y la plena libertad creativa. En cualquier, dos volúmenes de poesía que merecen, primero ser comprados, y luego, ser leídos y disfrutados.
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